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Mauricio (Isla) Mauricio (Isla) · Vheissu
Críticas de Jean Ra
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Críticas 262
Críticas ordenadas por utilidad
8
12 de noviembre de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿De dónde sale este tal Djé? ¿Es verdad que ha salido de la cárcel? ¿Qué clase de nombre es ése? Comprobamos que es cierto que no tiene dónde caerse muerto y que no es capaz de ver una mujer sola sin irle detrás. Mientras el viento le sopla de cara, este veleta es arrogante y burlón, por momentos incluso simpático, pero a la que las cosas se le tuercen y ve que tiene las de ganar, muerde. Es un verdadero chacal, un cazador carroñero.

Djé puede recorrer las ciudades sin mayores problemas porque a banda de su actitud desenfadada, también su aspecto le abala como un ciudadano de bien. Blanco, francés, ciertamente atractivo, ¿para qué sospechar? Ahí el director lanza un dardo sutil, pues nos invita a contemplar más allá de las meras apariencias. Confiarse de las cosas aprobadas por la buena sociedad no garantiza nada, si te descuidas Djé ya ha atacado. Le da igual que sea en un autobús a plena luz del día o de noche en un rellano. En ese sentido Delandochamps está impecable, capaz de expresar con idéntica solvencia tanto la cara amable como la violenta de su personaje.

El resto del análisis que va esbozando la narración tampoco creo que se quede atrás. Por ejemplo, vemos al personaje de Solomon, un emigrante africano que da la cara por su amigo, acoge a su colega el vagabundo si hace falta y a la vez tiene un discurso atrozmente machista. Si bien se adivina esta "Vaurien" posee una visión feminista, no se limita a mostrar a las mujeres como simples seres indefensos, a la espera de ser protegidas por la sociedad. Vemos ciertamente a algunas mujeres que son frágiles y son las que Djé prefiere, pero también encontramos personajes fuertes como Maya, un personaje con carácter, capaz de poner en su sitio a cualquiera.

Todas esas pinceladas sirven para mostrar en conjunto un panorama matizado que refuerzan lo que en verdad supone una inmersión en el mal. Se echan falta más películas como ésta. Este depredador sexual se mueve como pez en el agua por las ciudades, sin despertar suspicacias. Incluso le invitan a café cuando lo ven desvalido. O, bajo la excusa que no tiene casa y ha "perdido" su identificación, no le obligan a bajar del tren aunque viaje sin billete. Si va en la moto con un colega y la policía les persigue, al de aspecto foráneo lo retienen con brutalidad mientras que a él lo tratan de forma justa. En el fondo son las sociedades, con sus costumbres y valores hipócritas, las que dan lugar a esta clase de sujetos. Es de suponer que muchas feministas de discurso pop la rechazarán como odiosa, como romantización de la masculinidad tóxica, pero a mí me parece que se impone como un estudio objetivo y descarnado, una observación de cerca de un personaje verdaderamente oscuro, que sin duda es una fuente de dolor en las sociedades.

La película no impone sus juicios, tampoco etiquetas simplonas, muestra y que sea la audiencia quien opine, discuta y critique. Un film sin duda valiente.
Jean Ra
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7
21 de octubre de 2019
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si quieren que una sociedad saque lo mejor de sí misma y funcione en su mejor versión basta con proporcionar libertad económica a los emprendedores, a los más atentos y preparados, que buscarán la forma de ofertar el mejor producto por tal de ganarse el favor del público. Tan pronto bajen la calidad y olviden las necesidades de los consumidores, estos le darán la espalda y consecuentemente tropezarán y se derrumbarán como un castillo de naipes. Eso nos dice el credo predicado por las luminarias del libre comercio. Hay que admitir que esa premisa no da malos resultados cuando se aplica en el campo de productos para el ocio, los accesorios y complementos para sencillamente alegrarse el día.

Pero cuando ese mismo credo se aplica al de las necesidades y se mercantiliza con las viviendas o la sanidad, se especula con los servicios tales como los controles de seguridad de los aeropuertos, descubrimos que la cosa cambia dramáticamente, pues se deja al usuario en un estado de enorme vulnerabilidad. Porque la primera prioridad de una empresa es el beneficio, no procurar bienestar, y para ello debe reducir todos los gastos posibles. Da igual si hablamos del abaratamiento de los costes de producción, bajar la cifra de los gastos en el personal o la reducción de pérdidas, la visión del balance contable primará por encima de la necesidad que originó la empresa. Si una ventaja tiene Europa sobre el resto de zonas mundiales es la sanidad pública, que sin duda tiene sus pegas y problemas, pero cubre aquello que es esencial. Cualquiera que no esté satisfecho siempre puede optar por la clínica privada, que por cierto te derivará a la pública si tu problema es especialmente grave. Si a esa ecuación añades a las aseguradoras, el cóctel es mortal.

Esa es justamente la premisa de este "Un monstruo de mil cabezas", cuya protagonista se encuentra en un asfixiante laberinto dónde los escalafones inferiores tienen la obligación de escatimar, jugar al despiste y hacer una criba seria de los clientes que solicitan servicios para reducirlos a la mínima expresión y engordar las cuentas corrientes de los escalafones superiores. La empresa privada intenta reducir sus gastos buscando fórmulas para minimizar el dinero que paga en las pólizas, por eso se inventa fórmulas diabólicas como una prima por porcentaje de pólizas rechazadas. Cuanto más clientes se den por vencidos, mejor para el trabajador, que saldrá más rico. Su beneficio es la ruina de otros. Terrible. En el fondo lo que se pide es que el cliente se resigne, vaya a un rincón y se pudra en silencio. Si hay algún disparatado dispuesto a rebelarse tiene la vía de la demanda, proceso kafkiano que exige dinero y mucho tiempo que absorberá sus energías y al final tampoco garantiza su satisfacción. Total, que muchos desisten y se resignan. No es el caso de Sonia Bonet, cuyo reloj ha entrado en una dolorosa cuenta atrás y se halla en una situación desesperada.

La habilidad de esta narración es dramatizar una fantasía muy frecuente, la de la acción directa contra los esquivos sistemas piramidales. Plá no se deja tentar por el efectismo y expone la situación del personaje con una objetividad honesta y precisa. Un relato condensado en el que los personajes van formándose sobre la marcha y que suponen un veraz reflejo de la siniestra cadena de mando que supone una empresa, dónde ninguna de las partes parece tener el poder de realizar un gesto humano y generoso. Si contemplas las partes por separado resulta comprensible, conforme asciendes y conjuntas secciones, cada vez resulta más irracional y el monstruo resulta más difícil de domar. Un mecanismo narrativo sumamente astuto que superpone dos capas temporales y realiza múltiples saltos en el punto de vista narrativo para crear cierto efecto de distanciamiento, que también añade cierta noción de absurdo a ese enfrentamiento drástico y directo que emprende Sonia, con el que no poca gente hemos fantaseado en algún momento de desesperación, pero que parece inasequible e imposible... si no es en la imaginación o la ficción. A pesar de todo, esta ficción nos recuerda algo elemental: la sociedad es especialmente atenta y cuidadosa con sus capas más altas y si te da por morderlas, date por chingado.
Jean Ra
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8
29 de julio de 2019
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si mal no recuerdo, ésta ha sido la quinta película que he visto de Jacques Doillon. No se trata de un director que me apasione y su obra, aunque significativa y personal, no conecta conmigo. Quizá son sus desafueros líricos, su guiones escritos con perfumes de Truffaut o esos trazos de Bresson demasiado crudo. Para narrar la vida de Rodin parece que ha modificado ligeramente su estilo y por eso me sorprendo viendo con agrado una película mayormente denostada. Es como si hubiese comprendido que para abordar la vida de un escultor hay que aproximarse a sus procedimientos, ofrecer esas viñetas de su vida de forma que el espectador pueda observarlo con detenimiento y construir su perfil cincelando con paciencia y detalle, con largos planos y dilatadas escenas que recreen la materialidad, que permitan presenciarlo con relieve y desde diferentes ángulos.

Estos mimbres biográficos se ofrecen óptimos para construir la millonésima historia sobre el artista atormentado, sin embargo Doillon impone una mirada sobria y contenida, una representación sumamente naturista y busca contextualizarlo para mejor entenderlo. Efectivamente, vemos a un señor muy seguro de sí mismo y de su arte, algo brusco y seco en el trato, y cierto aire taciturno. Mas cuando por ejemplo se le pone al lado de Victor Hugo, homérico entre los homéricos, que no tolera que el artista que le ha de inmortalizar le tome medidas y apenas se molesta en tratarlo, vemos que el león no es tan fiero.

El recorrido que emprende Doillon ha mantenido todo mi interés. Las dos líneas maestras que predominan en el flujo de imágenes, su relación con Camille Claudel y la creación de su estatua de Balzac, permiten despiezarlo con naturalidad y comprender hasta qué punto la materia sólida era importante para un hombre que aprendió su arte de las nubes, los árboles y la catedral de Chartres, un artista que hizo del barro una materia de primer orden y relegó al oro como la última. Y ennobleció las piedras. Ahí está el valor del artista: ser capaz de exponer a la vista las cosas ocultas y conseguirlo sin respetar las convenciones, con las que no se viaja demasiado lejos.

Aparte de las cualidades intrínsecas de este título, también lo encuentro particularmente interesante al compararlo con el "Camille Claudel 1914" de Bruno Dumont, que expone el otro lado de la historia entre los dos artistas. Dumont adopta el punto de vista subjetivo de ella y por eso culpabiliza a Rodin, se le expone como un ogro abusón y aprovechado. Hasta cierto punto Doillon coincide con él. Al final de la cinta, por boca de un representante de Claudel, se le lanza esas acusaciones de plagio que retumbaron en la torturada cabeza de la escultora. Doillon no parece otorgarle demasiado crédito a esas acusaciones y en cambio apunta que el origen del conflicto quizá se ubique en el voraz apetito mujeriego de Rodin.
Doillon, por su lado, intenta excusar a Rodin sin demonizar a Camille. El gran desencuentro entre ambos surge por varios motivos. Por un lado Rodin era más apolíneo, más sereno y regular; Camille era más dionisíaca, temperamental y bulliciosa. Difícil compatibilizar temperamentos tan dispares. También está el machismo rampante de la época, cuando se criticaba y no se toleraba que una artista representara un cuerpo desnudo y además se la anulaba públicamente al citarla siempre en relación con el famoso escultor y no por ella misma. Rodin no parece comprender esto. En cierta escena él intenta animarla, alaba su obra, Camille le reprocha su éxito y ninguno de los parece entender que la culpa no es de ninguno de ellos dos, sino de los valores y un punto de vista discriminatorio e injusto.

En resumidas cuentas, me ha parecido una obra sumamente enriquecedora por su acurada visión histórica, por las atmosféricas escenas y por la honestidad con la que se nos muestra a Rodin, sin abundar en tópicos o paños calientes que lo desdibujen y lo hagan más convencional y neutro. En vista de la acogida recibida, no es exagerado afirmar que, como a Rodin le pasó con su estatua de Balzac, hay que pagar un precio por salirse de las fórmulas y recibir incomprensión y reproches no siempre justos.
Jean Ra
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9
8 de julio de 2019
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras ver el tráiler y leer un poco acerca de lo que "Maya" creí que ofrecía, no me hizo click y no parecía que valiera la inversión de tiempo y dinero necesaria para verla en pantalla grande. Presentía algún tipo de obra menor o perdigonazo de corto alcance. Nos es mentira que en el fondo laten las muy conocidas notas del típico periplo espiritual por la India en busca de paz interior y demás. El pasado viernes, tras verla, afirmo que me equivoqué y acerté al mismo.

Acerté porque efectivamente también reparte esas dosis de exotismo y espiritualidad oriental, pero a fin de cuentas, entre estos personajes, no hay ningún gurú o un guía espiritual. No hay ninguna gran epifanía que todo lo ate y harmonice. En verdad son sujetos propios de la globalización, que viven en un sitio y viajan a otro a estudiar, deben lidiar con la especulación inmobiliaria y los problemas surgidos en el negocio, los temas que abordan son comunes y en ningún momento parecen recurrir a deidades y ritos antiguos para resolver sus conflictos. Sí, los paisajes de la India contrastan con el entorno del personaje, la forma de vida recuerda a la de cualquier resort turístico playero, aunque terminas por comprender que eso se debe a que el punto de vista adoptado por Mia Hansen-Løve sencillamente intenta ajustarse a su realidad, que ofrecer los mismos tópicos turísticos o impostar una mirada autóctona sería igualmente artificial.

En "Maya" la excelente directora francesa nos habla de forma muy oblicua acerca de la globalización. Kolinka interpreta a un periodista que ha sido secuestrado en Siria por lo que se intuye es el ISIS y cunado regresa es imposible que pueda reincorporarse a la vida social corriente en París porque sencillamente en su naturaleza no figura una rutina diaria en una gran ciudad. Algo en su pasado, en los valores inculcados, le hacen adoptar un fuerte compromiso ético que a fin de cuentas no reporta resultados visibles y palpables, al contrario, pasado el tiempo parece que ha perdido el rumbo y no es sencillo mantenerse en ese raíl escogido. Su drama es que precisamente ya se ha hecho tanto a esa forma de vida que al final no puede escapar de ella. Está por supuesto su deseo de hacer visible los problemas ajenos, pero también el sentimiento de culpa por todos aquellos que han quedado atrás, como el tercer reportero franco-americano, que encarnan esa imposibilidad de rendirse y olvidarse.

Así, a lo largo de la narración, vemos a un personaje que no ofrece grandes mensajes y explicaciones, y que navega con la brújula estropeada. Su reencuentro con su madre, activista de una ONG que ayuda a niños de la calle en Bombay, sirve para completar otro ángulo de ese compromiso ético, que en absoluto está harmonizado con el suyo y no hace más que añadir más incertezas a su pensamiento. Parece casual, algo que cae de pasada, y sin embargo a mí me parece que también ahí se apunta algo acerca del individualismo de la cultura occidental, como incluso con posiciones más o menos cercanas, parece difícil concordar y como al final parece más sencillo admitir la falta de conexión y obviar lo que une por encima de lo que separa. Ni siquiera los vínculos familiares tienen demasiado tirón. A pesar de las bellas imágenes, se ofrece un clima moral bastante pesimista, en la que incluso lo que se siente como una hermosa e incipiente historia de amor parece imposible.

Sí, las sensacionales y sensuales imágenes de Hélène Louvart, que como siempre es capaz de combinar la amplitud con la precisión, ofrecen cierto abrigo y consuelo, sin embargo en el interior los personajes parecen derivar hacia un callejón sin salida. La globalización vista por Hansen-Løve es un escenario de soledad ontológica, azotado por conflictos derivados por variopintos intereses económicos (petróleo, inmuebles), que pueden afectar de formas muy distintas, y donde la memoria nacional y personal se disuelven sin remedio y sin estruendo. Las alegrías y satisfacciones existen, aunque no son sólidas o duraderas.

Ya desde "Tout est pardonné", su primera obra, Hansen-Løve me pareció no sólo una excelente perfiladora de personajes y escritora de escenas cargadas de naturalidad, también alguien que posee un gran oído para los temas musicales y con un instinto excelente para colocarlas en el momento más oportuno. En "Maya" esto se confirma cuando se hace sonar el "Distant sky" de Nick Cave, que condensa con gran belleza y contención todo lo propuesto por la historia, ese clima de desolación, de observar en la distancia un gran cielo dónde ya no hay dioses en los que confiar, carente ya de referencias. Por eso mismo digo que aquél día que escogí no verla en una pantalla de cine erré el tiro.
Jean Ra
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4
27 de junio de 2019
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay que reconocer que ya en la primera escena el director acierta. Es una escena trivial y muy trillada. Un grupo de amigos toma un baño en una playa, risas, felicidad. Y resulta que a partir de cierta hora ese acto trivial supone una transgresión de la ley. Pero la ley está para cumplirla, nos dicen los conservadores. Por otra parte, ¿cómo puede ser que se formulen semejantes legislaciones? El dardo es sutil y certero. Da en la diana. También es de los pocos logros con los que en conjunto la narración contará.

Porque no necesita transcurrir mucho metraje para darte cuenta que los personajes que se van perfilando son meras figuras de plástico carentes de vivacidad y que no trascienden los tópicos de los rebeldes sin causa. Siempre con el cigarrillo y la respuesta sarcástica en la boca y el aire de perdonavidas que les dura mientras viven encerrados en su burbujita. El director no logra dotar de verosimilitud a sus motivaciones y delimitar los contornos de su desesperación. De hecho ellos en particular no parece que no pasen mucha necesidad. Caramba, ¡incluso se puede comprar por ahí una granada de mano sin que el KGB se entere! El episodio de la playa es ilustrativo pero no basta para creer disparates como que viven "sumergidos en un horror cotidiano". Sencillamente ya tienes que estar convencido de ese punto de vista y no porque en la pantalla se acierte a ofrecer imágenes convincentes. Es más, el guión parece representar lo contrario, una rebelión ridícula y absurda. Sinopsis alternativa: Una panda de niños mimados que han recibido demasiadas carantoñas de sus mamás sueñan con la libertad de América, aunque tampoco saben muy bien en qué consiste. Para escapar de su mundo no-rockero traman un secuestro chiflado, que al ser llevado a la práctica les hace descubrir que aún no pueden utilizar pantalones de adulto. Siendo benévolo se podría decir que se trata de una historia acerca de la rebeldía y la rabia juvenil, del conflicto intergeneracional, pero como película denuncia política flojea enormemente.

Admitiremos ciertos aciertos formales a nivel de dirección. La textura de la fotografía, el manejo y colocación de la cámara hacen pensar que Gigineishvili posee cualidades. En el lado de lo negativo también hay que comentar que incurre en golpes efectistas verdaderamente toscos. Me refiero a cierta escena, realmente triste, en la cual se monta en flash-back la escena de los amigos de la playa. Oh! ¡Qué contraste de la tristeza con la dicha! Si no se te escapa una lágrima por esos desdichados en semejante momento es que sin duda eres un lacayo sin corazón del Komintern o el más feroz de los stalinistas.

Mi objeciones, como se puede comprobar y comprender, son narrativas y estéticas, no políticas. Si se desea señalar los desmanes de los regímenes soviéticos bien se puede hacer con la sutilidad y contundencia de "Ciudadano X", dónde vemos como un eficiente especialista forense no puede afrontar con efectividad la caza de un asesino en serie porque el régimen niega la existencia del crimen en el paraíso socialista. O en "La confesión", de Costa-Gavras. Comparen el sufrimiento que atraviesa el personaje que interpreta Yves Montand con la necia rebeldía de estos personajes de "Rehenes" a ver si no les parece un hatajo de memos redomados.
Jean Ra
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