Me dispuse a ver The Man from Earth incitado por las buenas críticas y mi amor a la ciencia ficción de cualquier tipo, incluso de bajo presupuesto, como es el caso, siempre que sea con un mínimo de calidad y buen gusto. Lo que me encontré me dejó más que desconcertado.
No es buen cine, lo mires por donde lo mires.
Desde el primer fotograma ya te das cuenta que estás ante un telefilm de sobremesa con tufillo a rancio, como los que se hacían en los 80 (de hecho tuve que mirar varias veces el año de realización porque no daba crédito). No hay nada en ella que desprenda calidad cinematográficamente hablando. Actuaciones del montón o malas en algunos casos (el psicólogo no tiene perdón, sobre todo en la última escena), música pésima y aburrida, montaje, dirección, fotografía..., todo de lo más básico y falto del mínimo gusto por la estética del cine de calidad.
La premisa en la que se basa todo este despropósito fílmico parece buena e interesante a nivel sci-fi, pero se ve rodeada de tanta mediocridad que queda ensombrecida, incluso en algún momento llega a resultar absurda, debido a unos diálogos que no ayudan demasiado a la historia, cuando, paradójicamente, se supone que son la mayor baza del film a la hora de plasmar la historia. Incomprensiblemente decepcionante.

Después de aquel intento en parte fallido del, por otro lado, casi siempre interesante Paul Verhoeven, que en el 2000 intentó "visibilizar" y actualizar el mito del hombre invisible. Y que además varias veces había sido llevado al cine con cuestionables resultados (véase la mencionada El Hombre Sin Sombra o Memorias de un Hombre Invisible...), no me enfrentaba a esta nueva revisión con demasiadas expectativas.
Y reconozco que salí de la sala bastante satisfecho con lo que me encontré, quizás auspiciado por mis perspectivas más bien bajas. Sabía a lo que me enfrentaba y eso seguramente condicionó mi opinión.
Pero el caso es que la película cumple con su funcionalidad, entretener y mantener la tensión durante el metraje. Claro que no hay nada más allá, el guión no es nada del otro mundo, las actuaciones de lo más mediocre (exceptuando a la protagonista, la cual está un paso por delante del resto del elenco) y las situaciones llenas de topicazos. Y a pesar de todos estos handicaps, te quedas con la sensación de que Leigh Whannell sabe aprovechar en su beneficio los recursos de la historia y genera una tensión en el espectador que aumenta según avanza la misma. Algo muy loable, ya que donde otros proyectos similares se desinflan y pierden fuelle, El Hombre Invisible gana enteros y sale airosa.
Otra de las razones por las que resulta diferente y te deja otro sabor de boca del esperado, es que se apoya más en el thriller psicológico que en el género fantástico y eso es algo que, probablemente, agrade y pille de sorpresa a más de uno.
Es correcta dentro de su género y entretiene, no se puede pedir más para un sábado por la tarde.

Mandy es serie B con pésimo gusto por la serie B. Puede que su peculiar estética y fotografía entusiasme a frikys de los formatos raros, pero yo la encuentro cargante.
La mayoría de las actuaciones son penosas, con el señor Cage a la cabeza, que ya no es que se esté luciendo con sus papeles últimamente, es que nunca ha habido por donde cogerlo y con el tiempo sus interpretaciones han pasado a convertirse en un mal chiste (incluyo la patética y poco creíble escena del baño en calzoncillos, que dista mucho de resultar lo catárquica que requeriría el argumento).
El guión está basado en la típica trama mil veces trillada. La historia de unos malos muy malotes que trastocan salvajemente la vida de un hombre aparentemente corriente (véase Mad Máx y subproductos),derivando todo en una descarnada venganza equivalente al daño infligido. Pero no es en su clásico planteamiento donde radican sus errores, si no en su pretenciosamente innovadora puesta en escena, tanto que raya lo absurdo durante todo el minutaje.
La primera parte es tediosa e incomprensiblemente alargada. La segunda es peor. Peleas que dan risa, actuaciones que van a peor y un guión que deja de existir.
No soy para nada detractor de la serie B, pero esta película es mala en su intento de homenajearla y es mala en su pretendida originalidad.

Sorogoyen construye aquí un thriller frío y aséptico como una sala de quirófano. De personajes crudos y despojados de toda empatía, pero también desgarradoramente creíbles.

Su mirada tras la cámara es pausada y distante. No tiene prisa en desarrollar la trama ni a los sujetos que la conforman, lo cual no supone un lastre ni ralentiza la película. No llega a aburrir en ningún momento.

Partiendo de un sólido guión, carente apenas de fisuras o artificios argumentales que desentonen, Rodrigo Sorogoyen erige un relato encasillado dentro del género policiaco, pero a la vez muy particular y endogámico, alejado de otros roles más dados en el thriller americano. Cargado de diálogos escuetos pero contundentes, que saben incidir o ausentarse cuando la historia lo precisa.

El trabajo actoral está por encima de toda opinión, guste más o menos el resto del conjunto. Es una película a la que, vista en retrospectiva, se le encuentran más aciertos que errores, algo siempre de agradecer y que convierte en apetecible un segundo visionado.

Grata sorpresa la opera prima de Hernández Vicens. Otras películas con un planteamiento parecido (la premisa de una buena idea para establecer todo el desarrollo de un largo) se desinflan a medio metaje. No ocurre así con El Cadáver de Anna Fritz.
La película consigue mantener la tensión generada al comienzo de la misma y no aburre en ningún tramo. Y todo ésto es debido a la forma de abordar la historia, recayendo todo su peso en el suspense que genera la trama, sin grandes artificios pero con gusto a la hora de enfocar este tipo de cine. Apoyada por unas interpretaciones cercanas y angustiosas, creíbles, y un planteamiento básico pero efectivo a la hora de plasmar el argumento en imágenes. Pienso que su corta duración (no llega a los 90 minutos) favorece también a la cinta, evitando caer en el tedio y centrando las pretensiones del director, suspense por el suspense.
Una demostración de que con una buena idea puede hacerse una historia entretenida y aceptable, sólo hace falta tener claro lo que se pretende generar en el espectador y un mínimo de buen gusto a la hora de contarla. Consigue lo que se propone.