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Críticas de Nuño
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Críticas 268
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
Morir en Madrid
Documental
Francia1963
7,6
1.269
6
12 de mayo de 2022
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
En primer lugar, 'Mourir à Madrid' es una mirada vigorosa a la guerra. Su factura es impecable y contiene las trazas justas de lirismo en medio de imágenes desoladoras que nos recuerdan la onerosa posibilidad de que la tragedia irrumpa injustamente en una vida humana para acabarla.

En segundo lugar, es una vulgarización histórica.

...

Conviene situarse. El documental es de 1963. La última guerra civil española finalizó en 1939.

El régimen franquista había dejado de ser obstinadamente autárquico desde que España se vincula en 1958 a la OECE. Un año después se aprueba el Plan de Estabilización de los precios, para dejar de vivir en un fortín de valores artificiales. Mariano Navarro Rubio destina un informe al FMI en el que claudica y acepta que el intervencionismo económico estaba resultando una condena. El estraperlo ya había comenzado a aflojar y los Planes de Desarrollo se pondrían en marcha apenas un año después, en 1964, marcando lo que, creo yo, es una segunda etapa del franquismo, puestos a dividir tan longevo pasaje histórico en dos. No es cuestión de excusar una dictadura con un "dame pan y dime tonto", pero el franquismo de 1963, aun siendo todavía franquismo, no era el de 1939. El documental no explica, salvo con trazo grueso y cómodo, lo que ocurre antes de 1936 y, desde luego, y legítimamente, deja el asunto en 1939. No obstante, han pasado 24 años.

Este documental, por razones más que obvias, no iba a llegar a público español, pero sí a público francés. En España llevaban desde 1945 con la Formación del Espíritu Nacional, y con Franco como 'ese hombre' ubicuo. ¿Quién iba a poder ver esta obra?

A la propaganda se la debería combatir con la veracidad, pero a veces se la combate con propaganda de otro signo. ¿Qué otra cosa podía hacer el republicanismo francés, a la vista de que la "democracia orgánica" vecina llevaba ya 8 años en la ONU?

En Francia existió ya durante la guerra un interés particular por apoyar ideológicamente a la República española. No obedeció a otra cosa la Exposición Universal de la República en París, a la que invitaron a Picasso y a Miró, que expusieron sus respectivos Guernica y El segador. Y este documental sigue esa línea. No creo que a los autores les interese particularmente la II República Española por lo que tiene de II y de Española, sino por lo que tiene de República. Les interesa dejar claro que el republicanismo sigue siendo el vehículo para transmitir la "libertad", la "igualdad" y la "fraternidad", palabras seminales de la contemporaneidad de Europa, no sólo ya de Francia, desde tiempos de Desmoulins y Robespierre. La cuarta palabra, por cierto, era "muerte", precedida de la conjunción "o".

Y esto lo digo por una parte concreta del documental, que me parece revelador. Yo, particularmente, pienso que es de un cinismo casi insoportable presentar dos filas de personas de carne y hueso, humanas, que van a morir y señalar que una es la de los buenos muertos, porque mueren por la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad y la otra la de los muertos inútiles, porque lo hacen por lo "Uno", lo "Grande" y lo "Libre". Este fragmento revela que el documental es un alegato en favor de la guerra. Legítimo, pues no pocos autores han argumentado de forma sesuda que la guerra es tan humana como la alegría, el amor o la muerte, pero a las cosas por su nombre.

No doy crédito a defender que hay tres palabras, tres lienzos en blanco, por los que disparar a otro ser humano, acochinarse entre ruinas miserables y quizá acabar pudriéndose en algún terreno huérfano es digno y heroico y que hay otras tres consignas, tres abstracciones, por las que es ridículo y casi merecido.

Gracias.
Nuño
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1
19 de febrero de 2022
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hasta qué punto una película histórica debe ser realmente instructiva y rigurosa es una cuestión difícil de contestar y dependerá en gran medida del interés que le produzca a uno la traicionera y eternamente inconclusa búsqueda de la verdad histórica. Elemento, por otra parte, ajeno a la sofisticación cinematográfica.

Lo que está claro es que uno no debe terminar una película y ser más estúpido que antes de empezarla.

...

El parámetro histórico es el siguiente: toda época pasada fue peor, porque cuanto más retrocedas en el tiempo, más imbéciles y fanáticos eran todos.

Así, la Iglesia es un eterno conciliábulo siniestro supurante de fundamentalismo necio. Y así ha de ser, puesto que una película con Juan de Mariana investigando la inflación, a lo 'Una mente maravillosa' toledana, o de Francisco Suárez arengando sobre la separación entre Estado e Iglesia no tendría tanto tirón como una de verrugosos frailes encorvados y escupiendo incienso.

Los franceses vinieron, fundamentalmente, con el miembro en una mano y el mosquete en la otra, para dar cuenta de ambas cosas a españolas y españoles, respectivamente. Es verdad que la Revolución Francesa introdujo elementos perniciosos que vertebrarían no ya el siglo XIX sino el siglo XX, como el ejército popular, el espacio vital de la nación, el reseteo cultural, la religión de sustitución... y es verdad que uno ha de admitir que en apenas unos años de Robespierre se eliminó a más gente que la burocrática y aburrida Inquisición Española en tres o cuatro siglos. La Revolución Francesa acabó con el esclavismo, sí, aunque fuese para que Napoleón lo restaurase luego, y aunque fuese porque en Haití era conveniente hacerlo, pero no creo que sea justo presentar a cualquier tipo por encima de Perpiñán como una especie de asesino en serie en potencia. Es algo exagerado.

El guion es digno de un checo obnubilado ante algún Museo de la Inquisición, donde la mitad de lo expuesto ni se usó o lo usaron otros, tras hacer un free tour por Sevilla.

Bardem como una suerte de disparatado híbrido imposible entre un Fouché segoviano y dominico desquiciado. Y, aún así, posiblemente sea de lo más humano de la película.

En el Goya de Gotemburgo, enmarcado por anchos hombros de campeón de natación, no trasluce nada del carácter agrio, airado, retador, del morador de la Quinta del Sordo. El elemento goyesco de la película se reduce a un PowerPoint de las pinturas negras.

Natalie Portman, con mofletes de Marlon Brando y piel de extra de The walking dead, es un clamor de pena al infinito.

...

Es una película que abraza tan ferozmente el falaz y acomodaticio tópico histórico que, aunque a nivel de diseño de producción merezca crédito y objetivamente no sea tan deficiente, no puedo ponerle más de un 1 en esta mi cuenta personal de FA.

Gracias
Nuño
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8
3 de febrero de 2022
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El momento más importante de la vida de François se resume en una sentencia. En el plano, él ni siquiera está presente.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Nuño
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3
2 de febrero de 2022
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Branagh concibe su 'Frankenstein' desdeñando una progresión dramática sincera. Olvida que el espectador no tiene por qué ser su aliado o su admirador, sino que es un extraño a quien arrebatar y, por ello, le ofrece su película como clímax constante, como si ya contase con su innegociable entusiasmo.

Sus dos horas de tren de la bruja tienen, salvo excepciones como el silencioso parto del monstruo en el aceitillo amniótico resbaladizo ese del que surge —en general, a De Niro le pertenecen todos los momentos de calma y vuelo de la película—, el ritmo de una recta final, el tono de lo culminatorio, la pretensión de un paroxismo impenitente.

Los actores, que tienen un razonable talento pero parecen haber abusado del café negro, no salen del histerismo, incluso en los pasajes románticos y dulces.

La cámara se mueve como loca y sólo encuentra una caligrafía visual reconocible en los momentos de emoción: un travelín circular loco e inexpresivo. Al guion se le endilga cierto resabio teatral, lo cual resultaba simpático en películas luminosas y ligeras del mismo autor, como 'Los amigos de Peter' y 'Mucho ruido y pocas nueces', pero en una película tan enfática como esta suena fuera de lugar, cargante. La música, por su lado, es grandilocuente: no deja respirar a la imagen.

...

Todos estos elementos, unidos, dan lugar a cualquier cosa, a una monster-movie pelma o un drama operístico fallido, pero jamás a una película de terror melancólico, que necesita no ya otros elementos distintos, sino directamente los contrarios.

Gracias.
Nuño
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1
17 de enero de 2022
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
De manera inopinada, lo más interesante de 'The last house on the left' acaba siendo, una vez finalizados sus escasos 80 minutos de atroz indigencia cinematográfica, esclarecer el proceso mediante el cual ha logrado alcanzar cierta fama y estatus. Incluso la tan escurridiza etiqueta de "película de culto".

Ubico a Wes Craven junto a otros señeros apóstoles del Cine de terror americano de los 70, como Hooper, Carpenter o Romero —cuyas primeras obras, exceptuando las desconocidas 'Eggshells' y 'Estrella oscura', sí constituyeron indubitables hitos del género—, en esa hornada de jóvenes realizadores norteamericanos a caballo entre lo ideológicamente beligerante y el pacifismo sesentero, que usaban el Cine como pretexto para esbozar una crítica, más o menos relevante, más o menos pertinente, más o menos trabajada, sobre los problemas de los USA de su tiempo. Los USA de Vietnam, de las tensiones raciales, de la amenaza del consumismo irracional o la necesidad del movimiento hippie ante el aumento de la delincuencia. El ser humano, en esta película, bascula entre lo absolutamente corrupto —los agresores; adictos y violentos— y la pureza susceptible de corrupción: la de las inocentes chicas y la familia. No en vano, el estuario de la trama muestra cómo padres abnegados, confiados y razonablemente modélicos acaban ejerciendo de obligados ángeles exterminadores respondiendo al horror con más horror. En este sentido, podría admitirse que contiene resabios de Peckinpah. Era, sin duda, el ánimo del común ciudadano norteamericano joven en aquella época, que observaba los horrores de Indochina como una empresa gratuita a la que sustituir con "amor libre" y al capitalismo, el ejército y el conservadurismo como epítomes del horror, la amenaza nuclear y, posiblemente, de la extinción de la humanidad.

Por ello, Wes Craven, imagino, decidió mostrar uno de los horrores más indignos que puede proporcionar un ser humano a otro: la violación. Y cómo, ante el horror, la única respuesta que opera es más horror. A día de hoy, incluso se habla de un subgénero propio dentro del terror: el cine de violaciones. El granítico poso de esta película, vuelvo a imaginar, procede de dicho honor pionero y, una vez vista con desagrado, de ninguno más.

Gracias.
Nuño
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