"Eh, mirad, aquí dentro hay un profesor follándose a una chica desnuda".

Si quitas el embeleso que en el maduro profesor causa una aguda Lolita, rebosante de la juventud de un Tadzio, si eliminas el romanticismo que emana la idea de dos corazones que están destinados a no acompañarse, si erradicas la tragedia de un hombre que encuentra el arrebato insospechado en brazos de quien no es su fiel esposa... queda eso: un profesor follándose a su alumna. Y es lo que a François lo condena y lo que condena la belleza inmarchitable y la vida de ella.

Un chico, inoportuno y gracioso, sentencia las dos vidas. Es un ejemplo, llevado al paroxismo, eso sí, de que ningún amor es comprensible por quien no lo vive.

Creo que Brisseau captura muy bien en esta película la exclusividad inextricable del idilio: el caparazón que reúne a dos corazones que se quieren, al modo errático y tonto en que en verdad siempre se aman los corazones y que nadie que no viva en esa irrepetible ecuación de dos incógnitas puede comprender en toda su extensión.

Gracias.