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Críticas de willieyenka
12 de enero de 2010
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nacer con alguna enfermedad crónica en cualquier ciudad del siglo XIX debió ser una putada. Nacer con un caso severo del Síndrome de Proteus (la insólita patología congénita que se cree que padeció Joseph Merrick) en cualquier ciudad de dicha época debió ser insoportable. O no.
David Lynch nos sumerge en la irrespirable Inglaterra industrial de los vapores negros, de la explotación manchada de hollín, de las aberrantes ferias ambulantes. Pero también desnuda nuestras emociones a través de dos hechos tan presentes en nuestras vidas que casi pasan desapercibidos: el amor y el arte. Situaciones tan sencillas como la invitación a una obra de teatro o simplemente a tomar un té pueden conmover el corazón humano. Lynch no cae en la sensiblería y tampoco en la complacencia. Es sincero.
La fotografía del genial Freddie Francis contribuye a engrandecer la atmósfera de la película y David Lynch, un director a veces inverosímil, demuestra su talento con secuencias que me recuerdan al cine del mejor Luis Buñuel: como esa cofradía siniestra y surrealista de Freddie Jones y sus secuaces en la casa de un hombre que asiste desconcertado a algo más grotesco que su propio cuerpo, la ignorancia de todas aquellas personas que bailan a su alrededor.
David Lynch nos sumerge en la irrespirable Inglaterra industrial de los vapores negros, de la explotación manchada de hollín, de las aberrantes ferias ambulantes. Pero también desnuda nuestras emociones a través de dos hechos tan presentes en nuestras vidas que casi pasan desapercibidos: el amor y el arte. Situaciones tan sencillas como la invitación a una obra de teatro o simplemente a tomar un té pueden conmover el corazón humano. Lynch no cae en la sensiblería y tampoco en la complacencia. Es sincero.
La fotografía del genial Freddie Francis contribuye a engrandecer la atmósfera de la película y David Lynch, un director a veces inverosímil, demuestra su talento con secuencias que me recuerdan al cine del mejor Luis Buñuel: como esa cofradía siniestra y surrealista de Freddie Jones y sus secuaces en la casa de un hombre que asiste desconcertado a algo más grotesco que su propio cuerpo, la ignorancia de todas aquellas personas que bailan a su alrededor.
2 de enero de 2010
32 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Así es como la gente de Baltimore define su ciudad y su Estado, Maryland, de forma coloquial (en lenguaje slang) Una ciudad portuaria devastada en gran parte por las drogas y la pobreza: el mejor caldo de cultivo para la proliferación del narcotráfico.
The Wire me parece una de las series más ambiciosas de la historia. Cada capítulo es de una riqueza maniática que nos descubre el pulso que mantienen la policía de Baltimore y el crimen organizado en las esquinas, los estragos de la incompetente burocracia policial, la corrupción sindical en el puerto, las crueles disputas políticas, las deficiencias de un sistema educativo que hace aguas, o los intereses ocultos en la prensa de unos directivos perdidos por la codicia. Pero lo mejor es que The Wire nos brinda personajes humanos, que enamoran, aterran y emocionan.
Sin embargo, en la obra de Simon no existe la justicia poética: algunos personajes brillantes, que representan todo un símbolo para el espectador, acaban con un tiro en la nuca. La brillantez perdida en la calle. Y muchos otros tipejos que desearías ver mejor enterrados, seguirán mancillando la ciudad hasta el final de la serie. Además, con figuras como Omar Little o Jimmy McNulty el espectáculo está asegurado.
The Wire es una obra maestra, exigente y reflexiva, honesta e inolvidable.
The Wire me parece una de las series más ambiciosas de la historia. Cada capítulo es de una riqueza maniática que nos descubre el pulso que mantienen la policía de Baltimore y el crimen organizado en las esquinas, los estragos de la incompetente burocracia policial, la corrupción sindical en el puerto, las crueles disputas políticas, las deficiencias de un sistema educativo que hace aguas, o los intereses ocultos en la prensa de unos directivos perdidos por la codicia. Pero lo mejor es que The Wire nos brinda personajes humanos, que enamoran, aterran y emocionan.
Sin embargo, en la obra de Simon no existe la justicia poética: algunos personajes brillantes, que representan todo un símbolo para el espectador, acaban con un tiro en la nuca. La brillantez perdida en la calle. Y muchos otros tipejos que desearías ver mejor enterrados, seguirán mancillando la ciudad hasta el final de la serie. Además, con figuras como Omar Little o Jimmy McNulty el espectáculo está asegurado.
The Wire es una obra maestra, exigente y reflexiva, honesta e inolvidable.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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Pobres criaturas
21 de diciembre de 2009
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Antes de que se creyera el rey del mundo, James Cameron nos había regalado grandes títulos de género, uniendo la acción con la aventura (Aliens, el regreso), con la comedia (Mentiras arriesgadas) o con el misterio (Abyss) de forma tan estimulante como efectiva, por no hablar de Termination y su secuela.
Doce años han pasado para que el director vuelva a la carga tras el fastuoso éxito de Titanic, y tanto premio y reconocimiento popular pueden dejarle a uno aturdido. La virtud de Cameron está en la dirección de sus pelis, en su sentido del espectáculo, en su fino olfato para conectar con el público y con el éxito, pero no en sus guiones, por mucho que se empeñe en escribirlos él mismo.
Avatar viene envuelto en un frasco perfumado de luces y ornamentos psicodélicos, y se agradece. Hasta que uno se acostumbra a ese paisaje surrealista y sideral, y empieza a darse cuenta de las carencias de un guión convencional y previsible, de un reparto desaprovechado - el pobre Giovanni Ribsi interpreta a un personaje hueco y estúpido y Sigourney Weaver posa al rescate de un Cameron más narcisista que nunca -
La historia me parece una mezcla de La guerra de las galaxias, Bailando con lobos y Jurassic Park, pero sin la emoción de la obra de Lucas, sin la épica del film de Kevin Costner y sin el ritmo del éxito de Spielberg.
Tanta expectación para una película que sólo se apoya en los FX, y sinceramente creo que Pixar o Dreamworks han hecho mucho más para revolucionar el cine en 3-D.
Doce años han pasado para que el director vuelva a la carga tras el fastuoso éxito de Titanic, y tanto premio y reconocimiento popular pueden dejarle a uno aturdido. La virtud de Cameron está en la dirección de sus pelis, en su sentido del espectáculo, en su fino olfato para conectar con el público y con el éxito, pero no en sus guiones, por mucho que se empeñe en escribirlos él mismo.
Avatar viene envuelto en un frasco perfumado de luces y ornamentos psicodélicos, y se agradece. Hasta que uno se acostumbra a ese paisaje surrealista y sideral, y empieza a darse cuenta de las carencias de un guión convencional y previsible, de un reparto desaprovechado - el pobre Giovanni Ribsi interpreta a un personaje hueco y estúpido y Sigourney Weaver posa al rescate de un Cameron más narcisista que nunca -
La historia me parece una mezcla de La guerra de las galaxias, Bailando con lobos y Jurassic Park, pero sin la emoción de la obra de Lucas, sin la épica del film de Kevin Costner y sin el ritmo del éxito de Spielberg.
Tanta expectación para una película que sólo se apoya en los FX, y sinceramente creo que Pixar o Dreamworks han hecho mucho más para revolucionar el cine en 3-D.
7 de diciembre de 2009
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La segunda parte de la trilogía original de Indiana Jones, la más oscura, es una cinta trepidante, divertida e inolvidable, con muchas secuencias para recordar.
Tras esquivar la muerte en un antro de Hong Kong, Indi parte a la India junto a su séquito (Kate Capshaw y Jonathan Ke Quan) en busca de tres piedras sagradas y al rescate de unos niños esclavizados por un inquietante brujo (Amrish Puri)
Mucha gente dice que es la peor de las tres pero a mí me parece un clásico de los ochenta, una peli de aventuras con todos los ingredientes necesarios para disfrutarla, recordarla y celebrarla.
Veo difícil que hoy en día se reinvente un género casi extinto y que en los ochenta se encontraba en máxima plenitud, con títulos como Tras el corazón verde (Robert Zemeckis 1984) o la coproducción de USA y Reino Unido Excalibur, una joya que John Boorman nos brindó en 1981
La última aventura de Indiana producida por Spielberg en 2008 es un pálido destello de tiempos mejores.
Tras esquivar la muerte en un antro de Hong Kong, Indi parte a la India junto a su séquito (Kate Capshaw y Jonathan Ke Quan) en busca de tres piedras sagradas y al rescate de unos niños esclavizados por un inquietante brujo (Amrish Puri)
Mucha gente dice que es la peor de las tres pero a mí me parece un clásico de los ochenta, una peli de aventuras con todos los ingredientes necesarios para disfrutarla, recordarla y celebrarla.
Veo difícil que hoy en día se reinvente un género casi extinto y que en los ochenta se encontraba en máxima plenitud, con títulos como Tras el corazón verde (Robert Zemeckis 1984) o la coproducción de USA y Reino Unido Excalibur, una joya que John Boorman nos brindó en 1981
La última aventura de Indiana producida por Spielberg en 2008 es un pálido destello de tiempos mejores.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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1 de diciembre de 2009
4 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Paranormal Activity es un título de terror que funciona. El debutante Oren Peli juega con la psicología del espectador de forma brillante: se olvida de los sustos fáciles y tramposos, y profundiza en el miedo a lo desconocido, sugiere un terror que no llegamos a comprender pero que está presente en cada escena de la película, un terror espontáneo y creíble.
El vídeo amateur de la pareja protagonista es una ventana abierta al miedo, y su lente capta un paisaje cotidiano que se ve perturbado por unos fenómenos que se escapan de toda lógica, enrareciendo la atmósfera de la película de forma gradual e implacable.
El excelente trabajo de Katie Featherston y Micah Sloat consigue transmitir toda la empatía necesaria para que el espectador se sienta atormentado e indefenso.
Paranormal Activity perdura en la memoria porque se aprovecha del terror post-medio: después de ver la peli, quién no tendría reparos en ir a por un vaso de agua en mitad de la noche, o en escuchar el insoportable silencio de la casa tras apagar la televisión.
El vídeo amateur de la pareja protagonista es una ventana abierta al miedo, y su lente capta un paisaje cotidiano que se ve perturbado por unos fenómenos que se escapan de toda lógica, enrareciendo la atmósfera de la película de forma gradual e implacable.
El excelente trabajo de Katie Featherston y Micah Sloat consigue transmitir toda la empatía necesaria para que el espectador se sienta atormentado e indefenso.
Paranormal Activity perdura en la memoria porque se aprovecha del terror post-medio: después de ver la peli, quién no tendría reparos en ir a por un vaso de agua en mitad de la noche, o en escuchar el insoportable silencio de la casa tras apagar la televisión.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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