Me resulta difícil opinar sobre ¡Oliver!, ya que la vi cuando tenía 11 años y me produjo un impacto enorme. Mi nivel de identificación con los niños protagonistas era absoluto. Realmente me veía pidiendo más comida, integrándome en una banda de pillastres o cantándole a una mañana deliciosa, sincopada de proletarios transfigurados en airosos bailarines. Todo ello durante la proyección y en numerosos sueños posteriores. La película no me asustaba, simplemente me obsesionó. Por supuesto ni la orfandad ni la redención de Oliver tenían nada que ver con mi vida real, pero jamás me he implicado emocionalmente en una película como en ésta. Sospecho que detrás de ello hay una dirección y una puesta en escena impecables.
Olvidé el film durante muchos años y lo recuperé recientemente, experimentando una cierta ternura por la inocente mirada infantil.
Y descubrí ¡Oliver! como lo que es: un magnífico musical que toma una realidad social terrible y la transmuta en belleza; tal vez como West Side History (salvando las distancias). Por eso no me apunto a la sensación de traición al espíritu dickensiano que denotan otras críticas, sino que acepto revisitar el clásico desde una óptica risueña y relativamente optimista, aunque la película no oculta la sordidez de la sociedad victoriana, ni la fetidez de los espacios urbanos degradados.
Maravillosos, por este orden, Moody, Wild, Reed (los dos), y Shani Wallis, de la que se habla menos. Lester, bueeeno bien.

Influido por las apabullantes críticas positivas decidí ver esta peli, a pesar de la insoportable presencia de Carrey.
La única conclusión pertinente es que hay que obedecer el mandato del título. Escribir esta crítica parece una contradicción palmaria a lo dicho pero...es una cuestión de profilaxis social. ¿Dónde está la diferencia entre Memento, por poner una temática y una estructura narrativa comparables, y esta peli?
NOLAN RESPETA AL ESPECTADOR.
GONDRY-KAUFMAN SE PITORREAN A DÚO DEL OBSERVADOR.

¿Estamos ante un western crepuscular? ¿Tienen alma los caballos? La primera pregunta es impertinente; la segunda no, pues las películas están obligadas a hacernos preguntas cuyas respuestas son necesarias para vivir.
George es un buscador (The Searchers). La anécdota que de él cuentan en comisaría respecto a su persecución a unos delincuentes no es trivial; lo define. Es callado, metódico y si empieza algo...lo acaba. Sin perdón.
Margaret es una abuela coraje con más redaños que la Vienna de Johnny Guitar. Su mundo es telúrico, rural y plagado de certezas. Como la de que los caballos tienen alma.
El amor conyugal es pétreo, berroqueño, auténtico y total. Viven en la bucólica Montana y deben desplazarse a los badlands (malas tierras) de Dakota del Norte; es una auténtica misión de audaces y, solos (casi) ante el peligro, acometerán su destino sin sentimentalismos.
Supongo que se nota que me gustan los matrimonios maduros, serenos y otoñales, que me gusta mucho Diane Lane y que admiro a Kevin Costner. Bueno, y también me descubro ante Lesley Manville.
Magnífica película sin héroes Marvel ni malvadas disneysianas redimensionadas.
Mi mujer y yo estábamos solos en el cine ¡Qué triste!

La película comienza con un recurso manierista para lo que luego será una realización bastante clásica. Se trata de un largo travelling que, mientras aparecen los títulos de crédito, nos proyecta hacia un PUNTO DE FUGA que focaliza nuestra atención en el inicio de la grabación del DISCURSO. Este DISCURSO atraviesa toda la historia hurgando con saña en las debilidades del sistema occidental, presuntamente en caída libre hacia la decadencia. Es un "proceso general de erosión de la existencia".

Ante semejante debacle ¿cuál es el PUNTO DE FUGA de los personajes? La desbordada inmersión (con hombre rana incluido) en el sexo aleatorio, promiscuo y desvinculado. "Como no voy a ser ni Toynbee ni Brodel (iconos de las historiografías anglosajona y francesa) me dedico al sexo". "las discusiones entre Freud y Young se reducían a sexo". Las relaciones sexuales se constituyen en un escape de las existencias mediocres y periclitadas, por lo que los personajes están siempre A PUNTO PARA LA FUGA.

Todo esto puede resultar agotador para el espectador. Apetece decirle a Arcand, guionista-productor-director, ¡vale tu tesis es!: DATE A LA FUGA SEXUAL Y PUNTO. En consecuencia, el film podría resultar repelente, machista y racista en algunas expresiones; pero no hay que quedarse aquí. Hay un CONTRAPUNTO (y tal vez alguna FUGA Haendeliana): a pesar de la entronización del nihilismo, del cinismo, del sarcasmo y del orgasmo (Allen dixit), aparecerán los sentimientos y algunos rudimentos de amor, o de la necesidad del mismo.

Estos intelectuales quebequeses no pretenden adoctrinar, sino sobrevivir a pesar de su pesimismo vital. Desde mi perspectiva de 32 años de feliz matrimonio me divierten y no me inquietan. Allá ellos. Y encima nueve años después perdieron el referéndum, no pudiendo darse a la FUGA de Canadá. PUNTO FINAL.