No sé si los actores son buenos o malos pero la historia no da más de sí: es tan aburrida que me dormí a mitad de película y no me importó lo más mínimo. Es posible hacer películas con un escenario simple y sólo uno o dos actores - vease por ejemplo "La Huella (J.L. Mankiewicz, 1972) o "Enterrado" (R. Cortés, 2010) - pero para eso hace falta cierto talento del que carece esta película.
Pretenciosa y falta de interés hasta el hartazgo.

Otra tontería pretenciosa, émula de engendros como "El código Da Vinci" que pretende, con un batiburrillo de religión, supersticiones y efectos especiales, crear una gran película. Pues no lo consigue: para que fuese una buena película de terror sobrenatural, a esta película se falta tanto de ideas claras como le sobran medios materiales (y el dinero no suple un buen argumento). Entiendo que hay a quienes les gustan estas fantasías seudomísticas, seudoreligiosas y seudosatánicas; a mí no: más bien me aburren. Y más aún cuando alargan innecesariamente durante varias horas lo que bastaría mucho menos tiempo para relatar (¿saben estos directores lo que es la elipsis?). Películas como "Angel's Heart" (El corazón de Ángel), "La escalera de Jacob" y tantas otras consiguen muchísimo más con muchísimo menos. Pero en España hace tiempo que se dejó de hacer cine.

Hay películas o series TV, dignas de llamarse como tales, que consiguen que nos importen hechos lejanos o inverosímiles; ésta serie tiene la dudosa virtud de conseguir lo contrario: que algo cercano y aparentemente realista no nos importe lo más mínimo. Pero así son los productos precocinados de las grandes multinacionales: su parecido con una película de verdad es la misma que entre una hamburguesa de autoservicio y un jamón ibérico.
El argumento es tontorrón, tópico y simplista, repetido hasta la saciedad con variantes desde series como Falcon Crest (eso sí, aquí trufado de los mensajes buenistas correspondientes sobre el ecologismo y los nativos índios). Los protagonistas son de cartón piedra y tan expresivos como una máscara de teatro griego. En cuanto a los actores, Kevin Costner nunca ha sido Marlon Brando pero aquí consigue superarse a sí mismo en falta de recursos interpretativos.
En resumen, una maravilla para los entusiastas de los culebrones y de Costner; para los demás, no sirve ni para dormir en el sofá.