Es posible que uno se pregunte el motivo por el cual está película no fue estrenada en nuestro país, pero una vez vista se resuelve esta duda totalmente, es muy floja. La idea en la que se basa es que un pueblo, y posiblemente el mundo entero, se ha sumido en una noche perpetua, y si caes en la oscuridad dejas de existir.

A partir de ahí ya no cuentan mucho más y todo consiste en que unos personajes estereotipados interpretados por actores de segunda fila sobrevivan el mayor tiempo posible sin absolutamente nada interesante ni original que contarnos.

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Largometraje con una trama de espionaje cargada de corrupción, amor, asesinatos, engaños y sobre todo, un continuo devenir de acontecimientos que no te dan un respiro y que te meten de lleno en la piel del personaje interpretado por un Kevin Costner que hasta nos deleita con una actuación más que aceptable junto a unos soberbios Will Patton y Gene Hackman y la siempre reconfortante presencia de Sean Young.

Un contra podría ser el tufillo "ochentero" que destilan algunas situaciones y la simplona puesta en escena, pero eso todavía la hace más auténtica haciéndonos recordar que en el mundo del cine hubo tiempos mejores donde solo nos querían sorprender y enganchar con una buena historia.

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Desconsolador drama que gira alrededor de la donación de órganos que si bien en lo que cuenta podría catalogarse de telefilme de sobremesa, el modo de hacerlo sí que goza de un potente estilo visual que sitúa un previsible guión por encima de otras producciones similares.

En lo referido a actuaciones hay algunas bastante buenas y comedidas aunque otras resultan un tanto sobreactuadas pudiendo llegar a sacarte de la película. Al final lo que realmente destaca y te mantiene en vilo es una realización que se centra en mostrar unos hechos trágicos del modo más realista y sincero posible.

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Después de varios cortos y micro cortos, todos ellos interesantes y con algo original que contar, el director Carlos Bigorra se consolida con este último trabajo en el que refleja la madurez alcanzada durante años, ofreciendo un guión que va más allá de lo que se ve a simple vista y que no cae en lo obvio tratando al espectador con un mínimo de inteligencia.

Y no sólo brilla en contenido, también cuenta con un acabado visual digno de producciones con mayor presupuesto y un elenco con caras conocidas en el que brilla su dúo protagonista, Jordi Coll y Andrea Dueso, quienes plasman a la perfección unos personajes llenos de claroscuros cuya historia plantea debates éticos que trascenderán más allá de unos magníficos títulos de créditos acordes a la calidad del resto del cortometraje.

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Un drama sobre la homosexualidad y la supervivencia que avanza a base de conversaciones con las que iremos conociendo los miedos y motivaciones de los personajes, y que incluye alguna que otra escena impactante. Entre medias tenemos momentos de transición donde la historia y las imágenes deambulan al ritmo de los actores, lo cual puede llegar a cansar dada la reiteración de este recurso.

Además, al igual que su protagonista, la cámara se muestra titubeante e inquieta, dando la impresión de que alguien está grabando los sucesos a escondidas, o más bien para hacernos sentir como mirones impávidos de unos hechos que por desgracia todavía tienen cabida en nuestra sociedad y que quienes los sufren no tienen más remedio que intentar superarlos por sus propios medios.

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