Aunque parezca que no venga a cuento, esta modesta crítica amateur ha de ir precedida por la exposición de un fenómeno que vengo observando estos días en algunos paseos y avenidas del lugar costero en el que vivo, fenómeno que “Boogie el Aceitoso” me ha ayudado a entender en su totalidad.

De un tiempo a esta parte estoy viendo muchas chicas jóvenes desplazándose en monopatín, sobre lo que ingleses y americanos llaman “skateboard”, esa estrecha tabla con ruedas que obliga a un admirable ejercicio de equilibrio y destreza. Estas chicas suelen vestir con holgadas ropas deportivas, antaño propias del género masculino, con un rictus serio, como ausente, que no abandonan ni siquiera las que se aventuran a hacer acrobáticos “slaloms” sorteando a los transeúntes. Si por accidente, o buscándolo, he interceptado sus miradas, acrecientan su seriedad o la transforman en un leve gesto de repulsión; con el renovado impulso de una de sus piernas se alejan como idas, indiferentes, solas… surcando el asfalto sobre el monótono sonido de los cojinetes amplificado por la madera de la tabla. Ayer mismo volví a ver esa escena y el pensamiento me brotó espontáneo, íntimo y sincero: “el día menos pensado les crecerá una polla”.

Y ahora, vamos a la película. Insisto en que al final de la crítica entenderán el porqué de los párrafos precedentes.

Seré claro y directo: el que escribiera el guión de esta basura tiene un estercolero en el cerebro o en el alma; y lo mismo puedo decir de la porción de la sociedad, argentina o de donde sea, que ríe este tipo de gracias ultra machistas y violentas.

En su forma, Boogie el Aceitosos quiere parecerse a “Sin City”, una película más violenta si cabe, que he visto ya en dos ocasiones y siempre me ha dejado un regusto malsano y desagradable tan sólo paliado por lo fascinante de su estética, por el acertadísimo ritmo narrativo, por lo bien adaptado que está el cómic que es su origen, y por la profundidad e imbricación final de los episodios que contiene. Boogie el Aceitoso es un relato plano, un refrito de novelas policíacas en el que el protagonista es una aberrante mezcla de Mike Hammer con John Rambo, de José Luís Torrente y Terminator. Bueno, entonces ya nos podemos reír cuando Boogie se rasque los huevos o se tire pedos, cuando disfrute en la guerra matando y matando, cuando trate a todas las mujeres como objetos, como carne hecha puta que sólo tiene cabida en la cocina o la cama. Podremos reír también cuando las mate.

(sigo en "spoiler" por falta de espacio)

Una profesora de piano, seria y envarada como todos los profesionales que manejan sentimientos y optan por sobrevivir, topará con el muro de su sexualidad chirriante en el momento en que la ha de compartir. Eso es esta película, amén de la exquisita interpretación de Isabelle Huppert, hasta que el guión la obliga a perder los papeles y se va todo al carajo. Qué lástima.

No es nuevo que los asuntos de los hombres con frecuencia fracasen porque no se presta la misma atención al final que al principio. Y esta película, más que prometedora y deliciosa a ratos, se pega la gran leche al final. Insisto: que lástima. Te lo cuento en el “spoiler”, no hay más remedio.

Esta película retrata un espanto de país. Desfilan por ella multitud de agrios funcionarios y personajillos que esgrimen aquello del “no sabe usted con quien está hablando”. Si la crítica se ha empeñado (ya tradicionalmente) en decir que es la mejor película de Berlanga, bueno… supongo que se ha de ver. No obstante, encuentro mucho más interesante el neorealismo italiano, descarnado y poético, que esta mezcla -extraña y cañí- de humor y crítica a la pena de muerte. Respecto del cine italiano que comentaba, me permito recomendar la grandísima película “El Empleo” {Il Posto, 1961} de Ermanno Olmi.

Con todo, en este caso tanto la vertiente crítica como la humorística funcionan bastante bien. Supongo que quedan para la historia gags como el que muestra al bueno de Pepe Isbert acertando a ojo la talla de camisa de su yerno, de tantos cuellos como ha quebrado con el garrote. O las imágenes impagables de los guardias civiles en barca, en la Cova del Drac de Mallorca, reclamando al nuevo verdugo.

Respecto de las interpretaciones, todas son más que correctas, aunque comparto con Berlanga la extrañeza de los gestos y movimientos de Nino Manfredi, que se mueve como lo que es: un italiano y no un español.

No sé, amigos… en literatura antes fueron Larra, Luís Martín Santos… y ahora Berlanga poniendo el foco en todo lo que no quiero para mi propio pueblo (que no es el español). Ah… pero el cielo sigue enverdugado. Cada día me pregunto con más ganas quién lo desenverdugará…¡¡y sobre todo cuándo!!

Hitchcock (poco) + Kurosawa (menos aún) + Gore duro + Gore en plan Mortadelo + Bruce Lee + Amor de Gavilanes +… = Old Boy

“Ay, mi amor, entonses resulta que tú eres…” Ahora mismo no sé si reir o llorar. Como ya dije con “Avatar”, mezclar no es crear.