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España España · L'Olleria ( Valencia )
Críticas de Grijander
Críticas 1.060
Críticas ordenadas por utilidad
2
24 de julio de 2013
3 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
La posesión es la segunda película de la longeva saga de películas basada en los hechos de la famosa casa de Amityville y es, además, un ejemplo magnífico de todo lo que no se debe hacer con este tipo de películas.

Damiano Damiani fue un director italiano al que conocía de oídas y desde hoy dudo que vuelva a querer ver algún trabajo suyo. Damiani hace su primera y última incursión en las américas dirigiento Amityville 2. Su trabajo es... esto... cómo decirlo... ¿una puta mierda? Sí, creo que he conseguido no ser demasiado duro. Pues bueno, el hombre da a entender, al menos para los que no hemos visto más trabajos suyos, que tiene tanto gusto a la hora de hacer cine como un caballo a la hora de hacer calceta. Vista la temática de su filmografía tal vez sea precipitado decir eso sin haberme adentrado en su mundo, pero lo que sí puedo decir sin miedo a pisarme los dedos es que el pobre hombre era un negado en el cine de terror. El error en Amityville 2 parte de la base de toda película: el guion, escrito por Tommy Lee Wallace y Dardano Sacchetti, dos personajes que deciden pasarse por el forro de los cojones cualquier parecido con la historia real de la familia DeFeo (la de los horrores de Amityville, a la que cambiaron el nombre para la película por razones legales). Viene siendo que el 90% del guion es pura invención y que solamente se vale de la base de la historia para convertir la película en un homenaje a otro bodrio del cine de terror como es El exorcista 2: El hereje. Ahí parece que la pareja de guionistas encuentra continuidad en el director italiano, que se pone a fliparla con planos que giran sobre sí mismos sin ninguna finalidad, además de tener una percepción del tiempo similar a la que pueda tener cualquier invertebrado, bien sea un caracol o bien un objeto inanimado como, por ejemplo, esos monos tan graciosos de peluche que tocan los platillos.

El reparto es también mandanga de la buena. James Olson y Burt Young son los únicos que se salvan. El segundo empieza como protagonista y el primero acaba en ese mismo rol. Lo de Rutanya Alda es para darles un premio a los encargados del casting, porque o bien esa mujer es una auténtica diosa en el arte de devorar el Calippo o no se entiende qué coño hace ahí, más allá de que siga la que intuyo que fue la única instrucción del director a los actores: "abrid los ojos, estáis muy asombrados. Más. Más. ¡Más asombrados!". La tipa esta, la Rutanya, protagoniza con involuntaria comicidad todas sus apariciones y está cerca de convertir la (ya de por sí graciosa) película en una comedia. Jack Magner, dentro de lo que cabe, está correcto, igual que su "hermana" (follahermana, o lo que sea, seguro que hay algún término moderno para describir esa relación), una Diane Franklin que, por lo menos, entiende a su personaje. A ratos, eso sí.

Resumiendo, que es gerundio: más allá de las faltas de respeto (que justifico diciendo que ver a gente tan poco cualificada haciendo cine me cabrea) que he cometido contra gran parte del equipo, poniéndome serio y educado diré que el error de Amityville 2: La posesión, no es otro que el de dar un enfoque equivocado basado en lo puramente sobrenatural y mostrarnos los sucesos incluso desde el punto de vista del ente maligno que vive en la casa. Ahí, la culpa, es de los productores, tanto si fueron los que quisieron aportar su punro de vista tan personal (algo respetable, pero equivocado en esta ocasión) como si aceptaron que los responsables de guion o dirección inyectaran en vena a la película una sustancia no permitida para conseguir un producto que, de tan dopado que está, no se sostiene por ninguna parte. En plan Poli Díaz.
Grijander
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4
17 de julio de 2015
2 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
El misterio de Salem's Lot es la segunda novela de ese escritor inflado por la prensa y el público y con el pelo raro llamado Stephen King. Titulada originalmente en la mente del escritor como Second Coming, al final llevó el título de El misterio de Jerusalem's Lot, quedando acortada a la postre para no quedar tan religiosa.

Tobe Hooper era una elección bastante buena a priori en aquella época. Cinco años antes, había deslumbrado con La matanza de Texas y todo parecía indicar que era el elegido para hacer algo gordo con esta miniserie. Al final, resultó que no. La cuestión parte de una base sencilla: no hay miedo en El misterio de Salem's Lot. Y no es que no se intente, qué va, simplemente es que no se consigue. Hay unos cuantos intentos puntuales de sustos instantáneos y se intenta crear una atmósfera cargada de inquietud, pero todo resulta excesivamente cómico como para ser tomado en serio. Si bien es cierto que El misterio de Salem's Lot se ha visto maltratada a un nivel bárbaro por el paso del tiempo, también lo es que, más allá de sus precarios medios para lo visual y su escaso talento para lo sonoro, el trabajo de Hooper deja muchísimo que desear en cuanto a ambientación, dejando que en las escenas relativamente irrelevantes salga a relucir su aire de director de slasher adolescente y, en los momentos cumbre, lo que brille sea una enorme incapacidad para sobresaltar. El hecho de que los personajes resulten aburridos tampoco ayuda a que nos preocupemos por los acontecimientos. El desarrollo, dejando solamente la columna vertebral, es bastante correcto hasta que llega el clímax, momento en el que todas y cada una de las historias de Stephen King (salvo tal vez Cadena perpetua) se convierten en un chiste malo.

David Soul (el rubio de Starsky & Hutch) protagoniza la película haciendo el clásico trabajo para televisión, sobreactuado, tenso y poco natural. Tras él, un sinfín de secundarios se van dando cita, unos con una labor aceptable (un joven Lance Kerwin, el gran Lew Ayres o la afinada Bonnie Bedelia) y otros con un desempeño bastante regulero (el robótico Ed Flanders, un acartonado James Mason o la nada acertada pareja formada por George Dzundza y Julie Cobb).

Resumiendo: El misterio de Salem's Lot son 3 horas de película sin mucho que contar más allá del planteamiento que, como siempre, le vino a su creados Stephen King así de repente a la cabeza. Como en la gran mayoría de sus relatos, tras una idea interesante, no hay más que paja. Y ni un director con la capacidad de Tobe Hooper, con lo que había sido solamente cinco años atrás, puede arreglar eso.
Grijander
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3
15 de noviembre de 2014
2 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dredd es la adaptación moderna del populas comic de 2000 AD y un nuevo intento por sacarle partido a un personaje tan amado por los fans de la historieta gráfica como pasado por alto por los que lo conocen a través del cine.

Pete Travis es el encargado de intentar levantar el ánimo a aquellos que vemos en la primera película (esa cosa rara de Stallone) una mierda como un piano. Por lo que a mí respecta, la película que nos ocupa compite con aquella por ver cuál de las dos es más mala. De Dredd, de esta, la de 2012, destacaría un planteamiento interesante que ocupa el inicio del metraje, pero a partir de ahí la cosa se derrumba en un alud sin fin de tópicos que beben, directamente, del agua contaminada de la primera adaptación del comic, en 1995. La estética, así como la narrativa, es un batiburrillo de Riddick y 300, pero a años luz de la segunda y bastante lejos, también, de la peor película del universo "riddickiano", que es la tercera, al menos para quien suscribe. Lo jodido de Dredd es que los villanos no tienen peso, que el protagonisma tiene tan poco carisma como personalidad y que la situación que ocupa la mayor parte de la película tiene, siendo generosos, muy poco atractivo. Sin cuerpo ni alma, una película no puede llegar a absolutamente nada, por mucha violencia potente (y en ocasiones bien rodada) que tenga y mucha tensión que quiera meter, puesto que todo pasa a ser gratuito, en el primer caso, e indiferente, en el segundo.

Karl Urban saca, de nariz hacia abajo, la interpretación del primer Dredd por parte de Stallone, consistente en apretar la mandíbula, torcer ligeramente el labio superior y dejar la línea de la boca curvada hacia abajo. Nada más. Olivia Thirlby está bastante mejor que su "instructor", pese a que tampoco haya nada demasiado destacable en su trabajo. Lena Headey, pese a interpretar a una vilana con la misma chicha que el hueso de una aceituna, o tal vez por eso mismo, es la única que consigue sacar a relucir sus virtudes interpretativas.Wood Harris está ahí como quien ve llover, pasando el rato y tal, sin implicarse mucho pero sin dejar que te olvides de él, haciendo lo justo para cumplir.

Resumiendo: pese a que, en su presentación, Dredd promete oscuridad y reflexión, durante el desarrollo cae en un pozo que parece no tener fin hasta que, llegado el desenlace, nuestra caída toca el suelo con un hostión importante. Será cosa de la droga esa que hace que el tiempo pase a una velocidad del 1% respecto a la realidad, pero a mí la película se me ha hecho eterna y, lo que es peor, no me ha quitado el mal sabor de boca de su predecesora, alcanzando niveles similares de fetidez.
Grijander
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6
7 de septiembre de 2012
2 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Octava y última entrega de la gran saga Hellraiser, una franquicia que, si bien no tiene ninguna película digna de considerarse obra maestra (como las primeras partes de La noche de Halloween, Pesadilla en Elm Street o La matanza de Texas o la segunda de Viernes 13), es la más regular de todas.

Rick Bota cierra su particular trilogía con Hellworld. Desde que Bota asumió el mando, la saga dio un salto enorme y se reinventó de forma espectacular. Aquí, con guion de Carl Dupré, Hellraiser vuelve a ser una película bastante buena. Dupré ya escribió el guion de la sexta entrega, resultando éste ser el mejor de toda la saga y, en Hellworld, el guionista nos sorprende de nuevo con una historia que comienza presentando un slasher convencional y que poco a poco se va adueñando del espectador hasta tenerlo a su merced. Bota aprovecha esa fenomenal historia y distribuye a los personajes de forma fantástica, sabedor de que tiene que entretener a un espectador que espera a que pase lo que está viendo para encontrarse con un final que se ve venir de lejos. Sin embargo, cuando todo parece dicho, Dupré suelta una nueva "bomba" y Bota lo oculta hasta el último instante de forma inapelable gracias a que utiliza parte del metraje para distraernos. Desvía la atención y, cuando el espectador está despistado, zas, sorpresa.

Katheryn Winnick ayuda a que la película esté bastante bien con un trabajo solvente que encabeza a un grupo de jóvenes típicos en el cine slasher y cuyas muertes sabemos en qué orden van a suceder. Christopher Jacot la secunda con buen hacer. Los otros tres, que están para hacer los papeles estereotipados que todo slasher tiene (y debe tener), son un muy deficiente Henry Cavill, un Khary Payton excesivamente teatral y una Anna Tolputt que disfruta tanto de lo que hace que se olvida de hacer disfrutar a los demás. El reparto lo completa Lance Henriksen, un hombre cuyo talento está muy por encima de la mayoría de productos en los que ha trabajado a partir de cierto punto de su carrera y al que la edad difícilmente le brindará una nueva oportunidad en el cine de alto nivel.

Resumiendo, que es gerundio: Hellworld llegó al videoclub (no pasó por los cines) el mismo año que Deader, la anterior entrega de Hellraiser. Mucho trabajo en muy poco tiempo para Rick Bota que, no obstante, sale airoso del agobio. Aquí, en principio, finalizaba la saga Hellraiser (aunque el verdadero final lo vemos en Bloodline, que es la cuarta entrega), pero unos añitos después, la historia de Pinhead volvió con Hellraiser: Revelations.
Grijander
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5
21 de abril de 2014
0 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un plan brillante es la enésima película de atracos perpetrados por personal que trabaja en eso que se está robando. Una idea refrita como base que intenta hacer de la sencillez su sello distintivo. Eso lo consigue, de hecho, pero el problema radica en que no hay nada más.

Michael Radford dirige y Edward Anderson escribe. El guion de Anderson se establece sobre una base sólida, de eso no hay duda, pero donde sí surgen preguntas es en hasta qué punto es respetable simplificar la trama para montar un relato fluido. Lo que ocurre con el guion de Anderson es que lo que se nos cuenta es lo que hay, la historia principal es la que es y por muchas bolas de navidad a modo de añadido absurdo (que si politiqueo, que si guerras...) que se le coloquen, la película no puede dar más de sí. Al director Michael Radford, por su parte, hay que reconocerle una elegancia majestuosa, que pronto se convierte en el verdadero eje para el espectador, puesto que sin ningún tipo de floritura, la película seduce mucho más en el plano visual que en el narrativo. Radford consigue, además, salvar con disimulo los notables baches del guion y logra también que la simplicidad pretenciosa y de ambición casi infantil de Anderson quede ligeramente cubierta por una puesta en escena y una sucesión de planos verdaderamente interesantes.

Demi Moore, que ya tiene una edad, interpreta aquí a un personaje más joven que ella pero que parece ser más viejo. Una de esas idas de olla de directores de casting, vamos... Moore está correcta, como si pretendiera cumplir con lo que se le pide sin calentarse demasiado la cabeza. Michael Caine, por su parte, está a su nivel, lo que es lo mismo que decir que desborda inteligencia por los cuatro costados con solo aparecer en el plano. Del elenco de secundarios, habría que destacar a Lambert Wilson, muy fiel a su personaje. Joss Ackland aporta fiabilidad en un personaje bastante extremo (por motivos obvios) y Constantine Gregory cierra de forma brillante el elenco principal.

Resumiendo: Un plan brillante es una película de atracos que opta por la sencillez para desmarcarse del resto. La cuestión es que si no vas a montarte un superatraco de la leche con un plan inteligente, al menos deberías dejar que la sencillez reposara sobre unos personajes con peso y motivaciones que impliquen al espectador. A mí, sinceramente, al terminar la película, me sudaba el nardo quién había pasado de quién en el tema de las aseguradoras.
Grijander
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