No todas las sagas tienen el mismo nivel, comparar “Arma letal” con “La jungla de cristal” se hace difícil incluso poniendo buena voluntad. Esta cuarta y última parte ya no sólo es la peor, sino que recoge de un plumazo todos los vicios del cine norteamericano de los últimos diez años: Vacuidad, inverosimilitud y escaso nivel cultural.

La saga de “Arma letal” me pareció siempre un contubernio de amistades, lo cuál está muy bien para tomar unos pinchos de tortilla y unas cañas cualquier domingo, pero que llevado al cine -eso que llamaban séptimo arte-, se convierte en un sin fin de majaderías ofrecidas por el dúo Donner-Gibson, que han ganado mucho juntos, pero que poco han aportado a este medio.

La concatenación de secuencias de acción, sin la menor preocupación por hilar la historia, demuestra la voracidad de la industria y la falta de escrúpulos comerciales de las productoras. Se trata de pegar tiros mientras se pone cara de ganso.

Lo peor de todo es que Gibson en demasiadas ocasiones no tiene ni la más mínima gracia. Algo que sí posee Bruce Willis.

Desde que Fred Zinneman hiciera aquella maravilla titulada “Solo ante el peligro”, el tema de un hombre abandonado a su suerte contra un grupo de malhechores en un pueblo perdido del oeste se puso de moda.

André De Toth también tiene su película sobre el tema, “El día de los forajidos”, un apreciable western pero alejado de otro suyo de más nivel como “Pacto de honor”. Lo mejor es la presencia de un incombustible y creíble Robert Ryan, con mucho oficio, representando un perfil de antihéroe muy convincente y secundado por un grupo de actores cumplidores que es lo que se pide en este tipo de producciones.

La película tiene una puesta en escena y estructura demasiado teatral y televisiva, que no ayuda mucho a quererla, y el doblaje en castellano es simplemente espantoso. Es muy probable que en V.O gane más, espero poder echarla un vistazo si la encuentro.

El desarrollo de su trama es muy previsible, y esa ausencia de sorpresas argumentales únicamente es soportada por las interpretaciones, que repito es lo mejor del film.

Para la amplia, variada y elevada historia del western, “El día de los forajidos” no pasará a la posterioridad, pero al menos resulta un producto hecho con pulso, en una de esas historias que siempre ofrecen más de lo que se puede esperar.

Como suele pasar en Hollywood, la vanidad es una actitud muy extendida entre los actores. Todos ellos creen en uno u otro momento de sus carreras que podrán escribir, componer, fotografiar, producir y dirigir ante todo.

Hay algunos casos muy meritorios, que incluso tienen magníficas películas, pero siendo justos hay que reconocer que lo que más abunda es el quiero y no puedo. Kevin Spacey también está dentro de ese grupo.

Un actor solvente, que ya tenía una larga carrera, pero que hasta “Seven” y sobre todo “L.A. Confidential” no pasó a ser reconocido por el público

Y este no esperó mucho, en cuanto pudo y tuvo un nombre, embaucó a un grupete de productores y a los amiguetes para rodar su historia. El resultado económico fue espantoso. La recaudación mínima, sólo cuatro semanas en cartel y cinco millones y medio de dólares de pérdidas.

En la parte artística, lo mejor que podemos decir es que es convencional y discreta. No descubre nada nuevo, suena a mil veces vista y carece de verdadero interés. Incluso está desaprovechado el casting, muy buenos actores, pero hay que poner más ganas chicos, no vale con tener un nombre.

Lo que más pena me da es ver a una gran actriz y mito erótico como Faye Dunaway, en una de sus peores interpretaciones.

Una de tantas que se pueden ver sin más y olvidar de la misma forma.

Siendo el planteamiento más que interesante, un escenario sugestivo como la Universidad de Heidelberg, un comienzo más que esperanzador, y unos primeros elementos acertados como la logia, la película se va perdiendo en tics del género a cuál peor. Mi opinión es que es una gran oportunidad desaprovechada y que no cumple con los mínimos para poder hacer una segunda parte como se hizo. Menos mal que Stefan Ruzowitzky no representa el verdadero cine alemán actual porque si no...Se salvan los primeros veinte minutos, el resto que se lo cuenten.

Todos nosotros tenemos en nuestros hogares, algún que otro libro que lleva acompañándonos casi toda la vida, pero que jamás por la razón que sea hemos leído.

Uno de los que podría citar en mi caso es “El perfume” de Patrick Süskind. Ahí está. Descolorido. Una de las primeras ediciones en castellano de la novela a mediados de los ochenta. Ni caso. Tomo una biografía de von Humboldt que se encuentra a su diestra y más tarde la siempre controvertida “Gog” de Giovanni Papini a su siniestra.

Nunca parece llegar el turno para Süskind.

Veinte años después hacen la película. Alemana por supuesto.

Voy a verla como algunos feligreses van a misa, para limpiar mi conciencia.

Salgo del cine y vuelvo a casa recordando que la colonia se me terminó hace más de una semana y que el aftershave no puede ser un sustitutivo como los parches de nicotina al cigarrillo.

Dos años después vuelvo a rondar cerca de la estantería donde se encuentra “El perfume”. Elijo otra vez a Papini. Coloco una escultura comprada en Jan el-Jalili delante de la obra de Süskind.

Es la representación de Abu Simbel. Uno de los templos más bellos del mundo que en los años sesenta hubo que reubicar 65 metros más arriba para que las aguas de la presa de Assuán no se la tragara.

Con mi réplica no pasará lo mismo. Jamás se moverá.