Dos amigos, Ander (Andrés Herrera) y Manu (Paul Berrondo), y las respectivas parejas de éstos, Clara (Àgata Roca) y Vicky (Vicenta N'Dongo), son los únicos protagonistas con que cuenta esta comedia romántica de enredo basada en una obra de teatro y adaptada por Cesc Gay, director de Krámpac y En la ciudad.

La trama se centra en las idas y venidas de dichos personajes, mostrando cómo ambos amigos se acaban enamorando de la misma chica y con la peculiaridad de que, además, todos ellos interpretan a actores en pleno rodaje, lo que da pie a que se mezcle, con desigual fortuna, realidad y ficción.

Pero son los actores los que llevan el peso de la cinta. Afortunadamente, éstos ya habían trabajado en la obra teatral que sirve de base a la misma y se les nota cómodos con el texto. Y aunque el resultando final no sea del todo satisfactorio, lo cierto es que se agradece que de vez en cuando se rueden comedias románticas tan poco convencionales.

Antes de hacerse cargo de la primera parte de la Saga Crepúsculo (Twilight), y de despertar las iras de muchos críticos que sólo ven en ella a una directora sin gancho y con poco que decir, Catherine Hardwicke ya había llamado la atención de mucha gente con este interesante drama juvenil.

Desoladora y durísima, Thirteen nos relata la amistad entre dos chicas, Tracy (Evan Rachel Wood) y Evie (Nikki Reed), centrándose, sobre todo, en cómo la segunda inicia a la primera en el depravado mundo de las drogas y del sexo juvenil…

A la inquietante dirección de Hardwicke, cuya cámara, siempre de un lado para otro, no da tregua al espectador, habría que sumar el trabajo de todo su elenco (Holly Hunter fue nominada al Oscar, pero todos están fantásticos). Eso sí, su dureza y falta de concesiones es posible que asuste a los espectador más sensibles.

Hace no mucho tiempo leí una noticia cuyo titular decía algo así como que George Clooney era el rey de Hollywood. Y es verdad. El protagonista de la no suficientemente valorada Up in the Air sigue copando las listas de los hombres más sexys (y eso que compite con otros mucho más jóvenes que él), su carrera como director no puede ser más interesante y con cada nueva actuación nos recuerda lo magnífico actor que es.

En esta ocasión Clooney interpreta a un padre ausente que tiene que hacerse cargo de sus dos hijas, Alexandra (Shailene Woodley) y Scottie (Amara Miller), cuando su mujer (Patricia Hastie) sufre un accidente que la deja en coma. Al mismo tiempo también ha de resolver una importante venta de terrenos familiares que le trae de cabeza.

Los descendientes podría haber sido un drama familiar convencional, pero Payne logra la perfecta combinación entre drama y comedia sin caer en falsos sentimentalismos. Además, todo sus actores están perfectos, sobre todo un George Clooney que, sin estridencias, realiza una interpretación que se merece todos y cada uno de los premios habidos y por haber. Puede que la trama peque de simplista o que tanto bombo recibido (en forma de premios y nominaciones) juegue en su contra, pero estamos ante un trabajo francamente recomendable.

Podría decirse que estamos ante una especie de versión española de la maravillosa 500 días juntos (500 Days of Summer), ya que ambas narran (de manera no lineal) una ruptura amorosa y la salpican con varias (y excelentes) canciones de pop-rock alternativo. Pero lo cierto es que las similitudes no van más allá.

Además, esta película recuerda más a una producción francesa (por aquello de su tono intimista, por su manera de enfocar las relaciones sentimentales, por su, a veces extenuante, sensibilidad…) que a una americana o española.

De entre sus actores me gustaría destacar a su protagonista, Oriol Vila, quien debido a su guapura y carisma resulta creíble en su papel de tímido galán sin caer antipático, algo que podría haber ocurrido fácilmente. Y aunque puede que Todas las canciones hablan de mí no sea ni tan fresca ni tan alternativa como pretende, lo cierto es que acaba resultando una propuesta sincera y recomendable.

Las últimas películas de Woody Allen pueden ser fácilmente divididas en dos grupos: las que se consideran obras menores dentro de su extensísima filmografía y las que recuperan al director de los primeros años y son alabadas por los críticos, quienes no tardan en señalar que el genio neoyorquino ha vuelta a dar en la diana. La que nos ocupa pertenece, afortunadamente, al segundo grupo.

En esta ocasión es Owen Wilson quien tiene a su cargo al hipocondríaco y apocado protagonista de turno. Un escritor con bloqueo creativo que se encuentra en París con su snob prometida (Rachel McAdams) y con los estirados (y republicanos, lo que da mucho juego) padres de ésta, John (Kurt Fuller) y Helen (Mimi Kennedy). Un escritor al que todo parece irle mal hasta que una buena noche conoce a algunas de las más importantes personalidades de todos los tiempos…

Midnight in Paris, cuyo encantador guión debería ser su mayor reclamo, no sólo es la mejor película del director en años, sino también su mejor comedia desde la maravillosa Todos dicen I Love You (Everyone Says I Love You).