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España España · Valencia
Críticas de Jon Alonso
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Críticas 27
Críticas ordenadas por utilidad
7
21 de abril de 2017
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
A veces, las locuras son lo más ingenioso del tedioso mundo del espectáculo. Evidentemente, nunca serán del agrado de todo aquel que arriesga su capital; pero cosas más absurdas se han visto en este mundo del entretenimiento. Una manera de romper moldes; es contar con gente atrevida y sobrada de talento. Si bien, el género de detectives de los 70 se caracterizó por un relativo conservadurismo, nuevamente, la excepción la encontramos en la CBS. Una cadena fiel a su estilo y tradición diferenciadora del dial manual. Apostó todo al rojo en la ruleta rusa, con un comodín debajo de la manga; el mago Quinn Martin. Mientras la competencia estaba por la labor de satisfacer a un público mucho más joven de la sempiterna franja entre 18 a 30 años—consumidores natos de TV—, Mr. Martin y el guionista Edward Hume desarrollaron un show, donde el protagonista era lo más antagónico visto hasta entonces, en el mundo del crimen televisivo. Algunos críticos definieron la serie como Cannon detective del geriátrico. Cannon (William Conrad), actor de largo recorrido como secundario en Noirs tanto de la clase A y B, así como en alguna producción de renombre y a la postre, reconvertido en actor de doblaje; le llegó su hora. Tarde, pero acudió a su puerta. Cannon era la antítesis del detective privado visto en el cine y la TV hasta entonces. A día de hoy, estaría haciendo cola en la consulta de su médico de cabecera, hastiado de las recomendaciones de cardiólogos y endocrinos. No obstante, Frank Cannon pese a su lejanía de la imagen del ideal masculino televisivo; gustaba a la gente. Ya que no estaba tan lejos de la cercana realidad, del día a día, en una agencia de detectives de los 70 Made in Usa. Tenía conquistados los corazones de todos los americanos entre 40 a 70 años. El 14 de septiembre de 1971 se emitía el primer episodio de esta divertida y entretenida serie hasta finalizar, el 3 de marzo de 1976 tras 124 capítulos. FC era sagaz, concienzudo, sibarita y tenía malas pulgas. Inicialmente, trabajaba en el departamento de policía de los Angeles hasta que abandonó el cuerpo debido al fallecimiento de su esposa e hijo en un accidente de tráfico y así terminó convertido en detective privado. Obviamente, las causas de las muertes de su esposa e hijo no estuvieron muy claras durante las primeras cuatro temporadas. En el primer episodio de la quinta y última temporada se centra en la investigación de Cannon sobre el hecho y descubrimiento de la razón de ambas muertes. Una de las características por las que identificamos al detective Frank Cannon es por su automóvil. De igual modo, que Colombo iba con el cochambroso Peugeot y ese aspecto de no haberse lavado en una semana.
Cannon es un esteta del buen gusto y exquisitas formas. Siempre lo recordaremos, cuando se bajaba de su flamante, plateado y reluciente Linconln Continental Mark III del 71. Igual que su adicción por los buenos habanos, el tabaco de pipa o las fondues. En la tercera temporada, la pipa tan Conandoyleana terminó por desparecer. Una de las curiosidades, que hacía las delicias del personal, más adelante lo veríamos en Miami Vice en el super Ferrari Daytona de Don Johnson, es el teléfono móvil de nuestro inquieto detective. Auténtica rara avis, a principios de los 70, FC nos estaba haciendo un guiño de lo que vendría en muy poco tiempo. Cannon comenzaba la llamada pidiéndole a la operadora que le localizara un número y rápidamente tenía conexión directa desde su Cadillac. Aquel teléfono era un modelo Motorola IMTS. Incluso, no sería aventurado pensar en una campaña de telefonía móvil pensando en este personaje digitalizado. En fin, la cosa no será por ideas. Alguna que otra vez, Canon terminaba herido por un tiroteo o alguna pelea con el malhechor de turno. También podían dejarlo inconsciente en el trabajo por motivos espurios.




Sin embargo, mantenía a buen recaudo a los sospechosos con golpes de karate, llaves de Judo, o sus auténticos golpes de tripa (Estos muy conocidos y heredados por el personaje Homer Simpson). Suena chocante, pero tan real como un euro alemán. El panzazo era infalible contra los malvados. No podemos pasar por alto el hecho del modus operandi del detective Cannon a la hora del cobro de honorarios. Su negocio se financiaba, esencialmente, por las fuertes minutas que cobraba a sus clientes más acomodados y con ese dinero podía llevar casos complejos de personas sin recursos. Reiteramos, un personaje en toda regla. La serie fue nominada al Emmy en dos ocasiones, dentro de la categoría de drama y William Conrad una vez. Así, como sus dos nominaciones al Globo de oro como mejor actor. No pudo ser, pues en aquellos 70 el overbooking de detectives era la tónica generalizada. ¿De verdad van a volver a esperar otros 43 años para ver las andanzas de Cannon?
Jon Alonso
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9
9 de octubre de 2016
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
En medio de la guerra fría de aquellos desangelados 50/60. Cuando el sudeste asiático bramaba su inminente estallido. Aquí en la pacata península ibérica, el flamante ministro de información “il capo”, Mr. Fraga iba vendiendo las bondades —de este castigado país— por la vieja Europa con aquello del “Spain is different”. La libertad de prensa hacía ejercicios gimnásticos porque la premisa era el silencio a golpe de garrote vil. A los feligreses pocas alegrías les quedaban; el guateque en petit comité del domingo, la radio retrasmitiendo al Madrid galáctico de Di Stéfano y la utopía del frágil canal UHF. Lugar donde rebuscar y encontrarse con un personaje que tenía un mundo a su alrededor, pleno de ambiente vanguardista, relleno de una espuma tan asfixiante como la tristona Hispania. El totalitarismo disfrazado de Avant Garde y con nuevo estabilizador bitensional para las ondas hercianas. Hasta que el ITV Channel se le encendió la bombilla.Aquellas mentes creativas de la televisión británica dieron luz a una de las joyas más cool, enigmáticas y seductoras del siglo XX. Un bostezo de aires bizarros, herméticos y surrealistas repleto de cultura LSD —solapado tras un agente secreto—, que avivó la acción de la cultura pop, como nunca se había visto hasta entonces. El prisionero (1967), estaba protagonizado por el gran Patrick McGoohan. A su vez, creador de este singular show junto a la ITV. El propio McGoohan habló de ella en términos de una alegoría a la sociedad del siglo XX: la salvaje industrialización, la opacidad gubernamental, el individualismo contra el colectivismo y la búsqueda del individuo hacía Iusnaturalismo moderno. Resumiendo, la variable filosófica del clásico enfrentamiento teórico y jurídico de los dos modelos por antonomasia: ComunismoVsCapitalismo. The Prisioner, se convirtió en serie de culto, pues fue flor de un año, de 1967 a 1968. Una herencia de 17 episodios en un orden aleatorio. Patrick McGoohan es un espía que renuncia a su puesto para pasar a un retiro apacible. De repente, es secuestrado y llevado a la aldea, una comunidad de prisión, a modo, concepto idílico-falso donde los nombres son reemplazados por números. Estos adquieren nuevas identidades y acatan las nuevas reglas de supervivencia, tan raras como reales.El refinamiento de la propuesta; interrogatorio/lavado de cerebro, alcanzando un clímax de aureola entre lo Orweliano, lo misterioso y onírico: es sencillamente magistral. Un último puzzle sin solución: metáfora de la vida en su Big Brother sempiterno. La ilusión de un mundo feliz, donde todo está planificado. En el fondo, la serie es la manifestación más contundente de la mentalidad sin tapujos a saco del espionaje como forma abstraída de locura masiva, mientras el hedor de experiencia totalitaria, consigue llegar la paranoia desde el posicionamiento del más puro juego de mesa. Conceptualmente, la televisión inglesa nunca había llegado a un refinamiento tan preciso de la sensación, pesadilla kafkiana, como pura expresión de entretenimiento. Producto, esencial en la carrera de cineastas como Lynch o Kubrick y creadores de series de esta última década en la nueva ficción Made in Usa; “24”, “Fringe”, “Lost” o “Walking Dead”. Así, como en otras disciplinas de la pintura, fotografía, escultura, música (Iron Maiden le dedicó un tema del álbum, The number of the beast/1982), cómic o fotografía artística se han acercado a esta alucinación. A posteriori, el canal de cable AMC hizo una miniserie con Jim Caviezel de protagonista, junto a Ian Mc Kellen sin demasiado éxito. TVE la pasó en el año 1967 y en los 80 se volvió a reponer. Actualmente, se puede adquirir en su nueva edición Blu-Ray, con una gran cantidad de extras que harán las delicias de coleccionistas y mitómanos. Seguir leyendo
Jon Alonso https://200mghercianos.wordpress.com
Jon Alonso
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7
8 de noviembre de 2016
15 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si somos honestos con la realidad de la ficción actual, diríamos, que el fenómeno zombi de Walking Dead ha arrasado y, de algún modo, ha abierto nuevos senderos —en la nueva ficción norteamericana— del nuevo siglo, por el género terror. Obviamente, uno de los creadores más prolíficos y culpables de este hype/revival por las crónicas sórdidas y las leyendas urbanas; es Ryan Murphy. Eso sí, con permiso del maestro Stephen King. RM es un tipo, de esos, a los que amas o detestas fervorosamente. Empero, la industria audiovisual le debe mucho —ese plus— no es otro; que mucho dinero y gloria. La popularidad, en la solidificación de la serie, por antonomasia y antología: American Horror Story. Archiconocida y famosísima ficción, donde toda una generación de teleadictos ha crecido junto a ella. A partir de su repaso a la historia más escabrosa y oscura de la violenta Norteamérica, por itinerarios, que han hecho mella en el aluvión de nuevas propuestas. Desde los revival 70/80,s con psychokiller fugado de un manicomio. Hasta el fenómeno poltergeist, pasando por las casas encantadas y los salvajes habitantes de esa profunda América con motosierra en ristre. Los ecos del nuevo terror bizarro Made in UK con Black Mirror en Netflix, el tennager de Scream, en la MTV, FOX y su Scream Queens. Nuevamente, Netflix con sus dos —novísimas— apuestas; Hemlock Grove/ Strange Things. La hermana pequeña de HBO, Cinemax, con Outcast, de la mano, del rey de los zombis: Robert Kirkman. Y por último, el terror policíaco, en HBO de Pizzolatto y su adictivo, True Detective. Evidentemente, la lista podría ser todo el artículo, pero no me quiero exceder, y terminaría el recorrido, tras la huellas de Noah Hawley con los remakes de Fargo, mitíco film de culto de los hermanos Coen. Desde el fragor de esta larga subasta —permítanme el deseo— he sucumbido al canal Syfy (caracterizado por su clara apuesta por la ciencia ficción y por producciones de perfil correcto-pasable) con el tráiler de Channel Zero. Obviamente, el interés que ha suscitado esta historieta de terror virtual, es embelesador. Syfy propone con CZ un buen homenaje al género de horror y el buen suspense de los 80. Su adaptación del conocido creepypasta sobre una serie infantil de televisión de los años 80. La pesadilla de Candle Cove parte de una idea de Kris Straub conocido por su web y actividad en la red social. El guionista Nick Antosca (forjado en Hannibal, Last Resort y The Forest). Hace un planteamiento —ad libitum— que no deja indiferente a nadie.


Y uno se pregunta: ¿qué demonios es Candle Cove? Pues, eso, una serie de televisión hecha con marionetas —que narraba las aventuras— de un joven pirata que viajaba en su barco junto a sus compañeros, una pandilla de compinches piratas de rasgos infantiles, pero con unos sentimientos muy retorcidos. Y es que, en los foros y rediles del corral social se afirma que varias personas aseguraban haberla visto en televisión en esa época. Un material que provocaba infinidad de pesadillas y terrores nocturnos al recordar algunas de las angustiosas imágenes emitidas durante la serie. Evidentemente, las inquietantes marionetas, son la constante fuente del escenario perturbador y grotesco del show. Pero es lo que hay, es decir, el concepto creepypasta es eso. Tan sencillas, como los chistes más castizos de tradición oral: historias creadas en la webesfera y compartidas por las redes sociales. Un terror que es horrorífico, desde el plano más ingenuo de la vida, en muchos casos con resultados dañinos. El capítulo piloto mostró visos muy prometedores y, finalmente, Syfy ha firmado dos temporadas de 6 episodios, por entrega. Cada una de ellas se centrará en una nueva historia de terror. El protagonista —absoluto— Mike Painter (Paul Schneider visto por Elisabethtown, The Assassination of Jesse James by the Coward Robert Ford o Café Society) es la cara que da vida, a la estrella de Channel Zero. Un actor de reparto —muy solvente— de mirada penetrante. Painter está obsesionado con un misterioso programa de televisión de los años 80, y, como influyó, en los acotamientos mortales, de un grupo de chavales que vivían en la localidad de Iron Hill (Ohio). Mike Painter ejerce como psicólogo infantil y se ve obligado a volver para investigar lo que realmente pasó en su ciudad; el cómo, cuándo, dónde y el porqué de esas desapariciones y muertes de su hermano gemelo Eddie y junto, a él, cuatro niños más del pueblo, aquel día, de 1988. Todo ello bajo la pretensión de escribir un libro.Comenzando a revisar documentación y lugares donde ocurrieron los acontecimientos in situ. El primer conocido con quien topa, es su viejo amigo, de aquella infancia, ahora sheriff de la localidad: Gary (Shaun Benson). Un tipo que, en el fondo, mostrará entusiasmo por el retorno de MP y con los días —cierto agobio— por la idea de sacar todo aquel traumático pasado. La madre de Mike, una de las mejores actrices de la serie, Marla (la irlandesa Fiona Shaw) veterana actriz de reparto de largo recorrido; El Árbol de la vida, Harry Potter o la Dalia Negra. En su reencuentro con Mike, deja muy claras sus intenciones, por no revolver el desgraciado pasado de la muerte del pequeño Eddie. Luego está la esposa de Gary, Jessica (Natalie Brown). La amiga de la infancia de Mike, Amy (Luisa D’Oliveira). Todos susceptibles de dejar, en el baúl del trastero, el tormentoso affaire. En el fondo, la herida sigue abierta, y de algún modo, la vuelta de MP no hace más que entorpecer el proceso de cicatrización.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Jon Alonso
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8
21 de abril de 2017
9 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Finalizado el visionado del último episodio de Peaky Blinders, uno no puede que pensar en la suerte que tienen los británicos con su maravillosa BBC. Harto de escuchar a políticos de tres al cuarto, mientras se llenan el bolsillo con los dineros públicos que pagamos los sufridos ciudadanos y su perpetua milonga del futuro de TVE. ¿Cuántas veces habré escuchado el redundante mensaje petado de humo vacío? —“Nuestra meta es fijarnos en el modelo público británico de su televisión: la BBC.” Pues, lo siento muchos Sres. Pero va a ser que no. Si el Reino Unido se caracteriza por su altanería y la hipocresía a la hora de tomar el té. La BBC es suya y no hay otra, con tan particular idiosincrasia en el mundo entero. A la vieja Hispania se nos conoce —de sobra— por nuestro carácter envidioso y esa incansable voracidad de “trincasubvenciones”. No sabemos hacer televisión. A pesar de que algunos se empeñen en vendernos “Cuéntame” como “Aquellos maravillosos años” e “Isabel” como los Tudor Vs Austrias. Si me permiten el exabrupto,… Creo que empieza por “M” y no digo más por decoro británico. Evidentemente, La BBC vuelve otra vez a ser el canal que nos enamora, crea, innova y para mayor inri; entretiene a la ciudadanía con una ficción que es una mina de Coltán. Mantiene el espíritu vivo de lo que fue uno de sus viejos estatutos: la formación de profesionales del audiovisual. Y qué plantel de profesionales: guionistas, directores y futuros productores ejecutivos, que se mueven como peces en el agua. Desde las Islas a la utópica USA, no paran de trabajar. Bien sea adaptando sus propias creaciones Made in UK a la ficción USA o viceversa. Lo dicho, bendita BBC y todos sus canales multiplex. Luego, una vez dejada y expuesta mi pataleta de turno, hemos de ir al análisis de una de las series que más devotos ha encontrado a lo largo del viejo continente y allende del nuevo. Esta vez de la mano de BBC2 aterriza un producto apasionante. Partiendo de las viejas leyendas urbanas del vetusto Cheshire Quarry Bank en la década de 1830, saltando unas cuantas lunas en el calendario hasta llegar a 1919, asistimos a una mezcla fascinante de epopeyas familiares y gansteriles. Un drama criminal, en torno a una pandilla —cuasi idéntica, a las de Asbury— muy Gangs of NY versus England; los Peaky Blinders. Personajes tal como hemos precisado de corte histórico, que surgieron a finales del S. XIX. Tipos que marcaban su territorio y las condiciones de supervivencia, que imponía el clan, rasurando en la reyerta al personal con sus hojas de afeitar, que cosían en los bordes de sus gorras de paño. Un producto muy imaginativo que ha escrito, producido y dirigido Steven Knight a un público moderno y en general, cualquier amante de la buena ficción. Uno de los mejores creadores de su generación.
Un tipo que se maceró en programas de entretenimiento y similares, que ha acabado realizando guiones de películas tan excelsas como “Negocios Ocultos” (2002) o “Promesas Del Este” (2007). Es más, este último año, ha dirigido otro de los films más notables que hemos podido ver por nuestras pantallas Locke (2013), siendo un éxito de crítica con una discreta taquilla, donde su actor fetiche Tom Hardy interpreta un papel memorable. Steven Knight es ya un valor seguro, reclamado a ambos lados del Atlántico. En Peaky Blinders nos adentra en el Birmingham de principios del 20. Partiendo de una trama con fuerte componenda histórica (como hemos citado anteriormente) de una banda de ladronzuelos que con el tiempo irán convirtiéndose en auténticos gangsters de finales del Siglo XIX, en las zonas industriales del Noroeste de aquella alquitranada GB. El hilo conductor de los Peaky Blinders parte de un protagonista absoluto, Thomas Shelby, interpretado por el excelente actor irlandés (Cillian Murphy), primoroso donde los hayan. Llevando las riendas de la mayor organización criminal de la ciudad y alrededores de Birmingham. Su gran negocio son las apuestas clandestinas de las carreras de caballos (posteriormente, con el paso de los capítulos serán legales). Así como el trapicheo de alcohol, comida, armas o lo que se tercie. Su forma de tomar las decisiones tiene una gran dosis de compromiso tribal. Pues se reúnen, torno a la mesa del local de apuestas y votan todas las disposiciones que tome el clan (familia al completo). En la primera temporada descubriremos las relaciones puramente comerciales y puntuales de esta banda con el negocio de las carreras de caballos y un affaire con el IRA.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Jon Alonso
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6
4 de julio de 2016
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Últimamente, tras revisar un par de veces la octava maravilla de HBO… Cada vez tengo menos dudas: True Detective está sobrevalorada. Todos los que somos adictos a la novela negra y hemos leído a grandes autores del género, sabemos de sobra que cuesta hacer una excelente adaptación desde el negro sobre blanco al 35mm. Ahora, digital con alta fidelidad. Véase el caso de David Goodis y la retahíla de adaptaciones de sus extraordinarias novelas. Texas Killing Field (2011) es el mayor plagio de la historia por parte de la televisión de culto, HBO. Digámoslo claro y con contundencia: True Detective, no es The Wire. A pesar de tener unos intérpretes maravillosos y algunas citas en boca de ellos excelsas— aunque, alcancen cotas de histrionización que forman parte de las comidillas del divertido Youtube— no exentas de una pose para una sesión fotográfica de Vogue. No voy a ser yo quien diga que las novelas de Nick Pizzolatto sean malas, ni un mal escritor. No las he leído. No conozco al autor. Pero sí que pongo en duda la solvencia como realizador de Gary Joji Fukunaga: normalito. No pasa nada. En HBO, hay talento a raudales, como excelentes asesores. Difícil y complicado fue aquel plano/secuencia de Welles en “Sed de Mal”, y, más en aquellas añadas (1958). Luego, hay una sospechosa enumeración de casualidades —postmodernas— con nuestra protagonista; Ami Canaan Mann. A la postre, hija del ínclito Michael Mann. Bien, en el año 2011 se presentó este film en el festival de Venecia, el cual, recibió hostias a tutiplén por parte de la crítica oficialista. Quiero pensar que cuando ven el apellido de alguien con luminoso, estos excelsos y doctos críticos le entra el berrinche del gato. Recordemos el caso de Jennifer Chambers Lynch, hija del magnífico David Lynch. Exceptuando algunos chiflados—entre los que me incluyo— donde atisbamos un film muy interesante que en manos del padre de la criatura, Michael Mann se hubiera convertido en algo grande. El modus operandi, marca de la casa; teleobjetivos, plano detalle, ambiente sudoroso y el contexto carnal. La magia sureña de los EE.UU. De fondo, la música electrónica de Dickon Hinchliffe acaba enganchándote.Los protagonistas, una pareja de polis que no se acaban de caer del columpio: Sam Worthington (el australiano de Avatar y Terminator) junto a su compañero, el televisivo, Jeffrey Dean Morgan un actor brillante y desconocido (Anatomía de Grey, Magic City etc.) Inician la búsqueda de un asesino de las niñas entre una infestada telaraña Neonoir en un mundo criminal y obsesivo donde Worthington quiere llevar la batuta como poli prota. Él, viene por un traslado forzoso desde New York y cree conocer más la tipología del criminal. Es ahí donde entra, la siempre exquisita, Jessica Chastain —otra policía que está en un proceso excedencia—, a su vez (la ex esposa de Worthington) quien llevará el peso de la claves del caso. La investigación aluniza en un vecindario cercano a la localidad de texana, Houston donde aparece la criatura; Chloë Grace Moretz y la olvidada actriz, Sheryl Lee. No muy lejos, de todos ellos: la bestia inglesa, Stephen Graham (Boardwalk Empire), en un papel para enmarcar. Y un personaje oscuro y canallesco que tiene demasiadas papeletas para llevarse el marrón, Jason Clarke (Brotherhood, Lawless, Zero Dark Thirty) que atrapa.
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Jon Alonso
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