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España España · Barcelona
Críticas de LaChicaB
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Críticas 15
Críticas ordenadas por utilidad
8
5 de diciembre de 2008
11 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
El dr. Mabuse, como película, refleja un micromundo social que se transforma en un buen ejemplo de aquello en lo que estaba la sociedad después de la 1ra guerra mundial. Frente al cansancio, la carencia y el sufrimiento que implicó la guerra, la tendencia fue buscar el desesperadamente el lujo, lo lúdico, el exceso y la superficialidad. No queremos que nos sigan hablando de miseria y dolor.

Ese deseo de abundancia como aspiración individual, sumado a la intolerancia e indiferencia al dolor ajeno nos habla de un momento de expansión de límites, con una carga amoral, donde afloran personajes como el dr. Mabuse, un ladrón refinado y un excelente actor.

El doctor Mabuse es un perfeccionista dedicado a las artes del timo. Es un gran maestro de la ambición en un mundo de los débiles, capaz de poseer vidas y manipular los destinos de quienes están a su alrededor. Mabuse encarna con exquisitez y delicadeza a diferentes personajes dentro de él. Los escoge con detalle, como si escogiera un papel guiado por el destino; y así cada día es otro diferente a sí mismo. Su vida es un juego en el cuál sólo él conoce las reglas. Él es el contenedor de todas las posibilidades. El juego es su medio y su fin.

Como en muchas historias de la época, la ambición traspasa la frontera de lo posible y comienza a perder el control, a dejar cabos sueltos, a perder su refinamiento... comienza a hacerse notar.

Mabuse se equivoca y pierde la partida, situación habitual para el mundo y el cine del año '22, pero ya vendrán decenas de ladrones refinados que no harán más que perfeccionar sus pasos hasta aquello que parecía imposible. Hoy está lleno de ellos. En el cine y fuera de él.
LaChicaB
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8
2 de diciembre de 2009
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Huacho viene de la lengua quichua y significa solitario, aunque es más común la acepción de hijo/a no reconocido por el padre, o cría sin madre (también guacho). Aunque en la película Huacho al que mejor le queda el (des)calificativo es al niño que no tiene padre, aquí huacho tiene una connotación simbólica: Todos los personajes son, en algún sentido, huachos.

De ahí la paradoja. Los cuatro protagonistas (abuelo, abuela, hija y nieto) son integrantes de una familia pobre del campo del sur de Chile. Una familia que vive, duerme y come junta; pero... y aquí radica la belleza y tragedia de la historia, es la sociedad la que los ha dejado. La sociedad capitalista donde cada sujeto se enfrenta solo a sus pequeños dilemas y grandes fantasmas, porque lo social está fragmentado, y en cada nivel el silencio y la desconfianza se vuelve una forma de resistencia.

Algunos de los protagonistas luchan por “incorporarse”: a través del consumo, la madre del niño lucha por quedarse con un vestido nuevo y no tener que devolverlo para pagar la luz con el dinero; el niño lucha por conseguir jugar con el juego de pantalla con los que juegan sus colegas en el cole. Los abuelos en cambio -pertenecientes a una época en que la vida no se juega en el consumo- luchan por la supervivencia: la abuela por vender su queso a un precio en que valga el esfuerzo y el abuelo tala árboles para construir con la velocidad del campo y de sus años una cerca de madera para un terreno que probablemente no es suyo.

Y así, en una historia sencilla, intimista y bien contada, se nos presentan los más crudos detalles de los conflictos a los que se ven sometidas las personas en un mundo capitalista que los dejó fuera (ver spoiler). Con la fuerza que otorga la sutileza, mediante los pequeños secretos y mínimos márgenes de resistencia de cada personaje, el director nos muestra la desigualdad naturalizada en el Chile actual.

No sé vosotros, pero yo me acostumbro a pensar que lo que es porque siempre ha sido así es lo que tendría que seguir siendo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
LaChicaB
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8
29 de octubre de 2008
12 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Definitivamente es una película que llama la atención por varias cosas. Primero, por ser blanco y negro y hablada en polaco, lo que no es muy común para el universo del cine occidental. También por el constante cuestionamiento que se hacen los protagonistas respecto a su misión vital y, por tanto, al destino que les ha sido dado.
Me parece un filme enigmático, donde los primerísimos primeros planos seducen por las miradas de confusión y apremio de los protegonistas. El director hace una apuesta por retratar el dolor que significa que el diablo se apodere de los cuerpos y las almas de fervientes creyentes de dios; tanto como de lo que están dispuestos por amor. El amor, que es el origen y todo lo mueve, también todo lo permite?
Hay tramos muy interesantes del guión. Cuando la misión religiosa y el significado de lo que ocurre es cuestionado. También lo es el encuentro entre un sacerdote católico y un rabino, ambos buscando respuestas. En muchos momentos la cámara se vuelve subjetiva y actúa desde la mirada de los involucrados. Se abren las puertas y se mueven las ropas cubriendo a negro la cámara por largos segundos. Arriesgado. Especial detalle merece la actuación de la madre Juana de los Ángeles. Una apuesta sugerente.
LaChicaB
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8
14 de diciembre de 2008
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Comienza la película. Las letras color arándano en fondo negro anunciando el film de Wong Kar-Wai provocan de entrada un efecto seductor. Cada toma y cada encuadre nos recuerda a In the mood for love, a Happy Together, a 2046, pero esta vez en occidente. El color rojizo domina el inicio, la cámara traspasa cristales envolviendo al espectador en un viaje afectivo, cálido, estéticamente bello.

La historia es sencilla: un desamor y un encuentro, que para transformarse en amor requiere un viaje de olvido y crecimiento. Wong Kar-Wai nos cuenta la historia de ese viaje. Y ese viaje está hecho de otras historias de desamores, y de pequeños detalles. Detalles físicos y detalles etéreos.

El viaje está hecho de postales que ayudan a no olvidar, de llaves que se guardan para no cerrar puertas que alguna vez pueden abrirse, de trenes que van hacia algún sitio y de un pastel de arándanos que queda intacto al final del día, y sin embargo se sigue haciendo. Todo eso en la impresionante forma estética de Wong Kar-Wai, de imagen granulada, de (sobre)encuadres que valoran la profundidad, de reflejos, vitrinas y neones. Por otro lado, la preciosa técnica de la imagen ralentizada nos ayuda a captar mejor ciertos momentos sublimes, la banda sonora del cadencioso Ray Cooder nos acompaña de nostalgia y el guiño musical de una versión del tema principal de in the mood for love nos regala el sentirnos parte.

Pero a veces -por milésimas de segundo- resulta demasiado. Un demasiado que se intuye bastante claro. Demasiados trenes, demasiados cristales traspasados, demasiada gente guapa, demasiados encuadres perfectos… demasiado helado bien puesto en los labios de Nora. Un pick estético que a partir de aquí puede comenzar a agotarse.

Y otro demasiado. La película deja entrever una cierta ansiedad por hacer cine en hollywood, aprovechando tópicos, atrezo y escenografía del “estados unidos profundo”. En oriente pueden ser novedad, pero aquí, un poco cansados del cine estadounidense, tienen el peligro de volverse reiterativos y restar la frescura demostrada de una puesta en escena en oriente. Un casino, un jaguar, un viaje por el desierto… no olvidemos que la road movie fue inventada allí.

Con lenguaje, temática y puesta en escena "de occidente", su virtuosa combinación estética se vuelve, a ratos, un poco insistente, un poco menos novedosa, un poco más dulce de la cuenta.
LaChicaB
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10
15 de enero de 2010
9 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
La Cinta Blanca es una película sobre el poder que se ejerce y circula en una “comunidad” (un pueblo rural de Alemania pre-guerra). Los tres grandes hombres del pueblo aportan las únicas verdades existentes: El Barón, el Pastor y el Médico son los magnas figuras de las relaciones de dominación en el trabajo (o del dinero), la religión y la ciencia. Al mismo tiempo, el poder de los hombres del pueblo al interior de sus extensas familias es magistralmente mostrado. Mujeres y niños son subalternos, cuasi objetos funcionales, sometidos y dominados, carentes de poder alguno de palabra o decisión.

Sin embargo, más allá de lo evidente la Cinta Blanca parece ser una película donde los niños son los protagonistas. Decenas de niños, niñas y adolescentes semi-invisibles que deambulan por los rincones a lo largo la historia. En concreto la Cinta Blanca es el objeto que se ata al cabello o al brazo de los hijos mayores del pastor, para recordar su pureza e ingenuidad infantil y expiar sus malas acciones. Pero mucho más allá, la cinta blanca es la historia de la rabia contenida (y a punto de desbordarse del todo) de una generación que se lleva todo lo malo: es objeto de abusos por parte de la autoridad paterna, pero también es objeto de un sinnúmero de obligaciones de comportamiento y acción, como si de adultos maduros se tratara. Exigencias como adultos, maltratos como niños.

De esta forma, los extraños sucesos narrados estupendamente por Haneke, no son más que los inicios de formas de sublevación frente a años de dominación del patrón y de la iglesia, verdades sedimentadas que no admiten un ápice de diversidad ni diferencia, y que la castigan por sobre todo. Buena parte de los actos de insurrección se hacen por personas anónimas hacia los dueños de estas verdades, pero también hacia los diferentes niños indefensos, los que de algún modo no forman parte de un “nosotros, los de la comunidad de toda la vida”.

Haneke mantiene el enigma y la tensión hasta el final, tal como ocurriría en un pueblo donde todo son rumores. Incluso de manera muy sutil nos propone dudar de la corrección del personaje protagónico, el profesor, un buen hombre que pareciera estar dentro y fuera de la narración. Al invitar a su novia al lago para comer algo y, frente a la negativa de ésta, nos hace manifiesta la pequeña gran incertidumbre y desconfianza que está a la base de las relaciones sociales de la sociedad alemana de inicios del 1900. Una desconfianza que, fuera de campo, crecerá con las guerras y hará ampliar el listado de enemigos posibles, transformando la idea de “comunidad” en una nueva forma de gestión y defensa acérrima de una pureza malentendida que tuvo como efecto años de horror y exterminio.
LaChicaB
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