Interesante producción cuya trama salta con naturalidad desde el thriller hasta la semblanza cotidiana y desde el recogido ambiente familiar hasta el universo amplio de la perspectiva social.
Su carga psicológica impregna el celuloide como un espacio propio y en ello hay que reconocer el gran trabajo de los guionistas para que la dirección de J. Pevney haya sacado el mayor partido de la trama.
Está estructurada con buen criterio cinematográfico y posee todos los elementos para no pasar desapercibida.
Buena interpretación de T. Curtis y del resto del elenco.

Los minutos iniciales de la película resultan reveladores para el espectador porque presentan credenciales muy atractivas y despiertan el interés acerca de lo que sucederá en las escenas siguientes.
Y la primera impresión no engaña.
O. Preminger ha sabido disponer todos los elementos para que la intriga se vaya infiltrando con suavidad a través de situaciones con elevada carga psicológica.
La faceta del hipnotismo, tan del agrado del cine durante aquellos años, hoy puede resultar algo fuera de contexto pero poseía pleno sentido cuando se rodó el film.
Gran aportación de la banda sonora y también del elenco, en el que hay que destacar tanto a G. Tierney como al resto de protagonistas.

Divertida comedia de J. Calvo Sotelo que sabe combinar un acendrado sentido del humor con una rotunda prestancia teatral.
Y en la pantalla de televisión presenta su faceta más desenvuelta gracias a la magnífica adaptación y dirección de J.A. Páramo.
Al interés intrínseco de la obra se une el ingenioso uso del lenguaje, la pertinente ocurrencia de las situaciones y la utilización hábil de una interesante línea psicológica.
Algunos lances poseen menor enjundia pero, en general, hay que destacar la agilidad de la acción y su impecable empleo del ritmo.
Convincente interpretación de A. Closas y de C. Velasco.

Una densa trama carcelaria enseguida deja sobre la pantalla su opresiva carga psicológica y social para que el desasosiego se apodere del patio de butacas..
La historia fluye con facilidad, su ritmo es adecuado -acaso algo lento- y su estilo narrativo resulta sencillo y eficaz para que cobre fuerza un melodrama intenso.
Pero los detalles de la ambientación no acompañan porque están poco cuidados y un aire maniqueo planea sobre el celuloide. Ambas circunstancias restan credibilidad al argumento.
La película, a pesar de todo, es entretenida y hay que valorar la estupenda interpretación de I. Lupino y, en general, de todo el elenco.

En el poderoso argumento de S. Fitzgerald se encuentran las bases de la historia que E. Roth -guionista- y D. Fincher -director- nos presentan.
Esta versión para la pantalla grande recoge su fuerza y rotundidad, su inquietante proposición, su visceralidad y su hondura psicológica pero sin ánimo de seguir al pie de la letra el relato del novelista americano.
Hay que agradecer también su voluntad de elaborar un proyecto ambicioso, su resuelta apuesta por el compromiso, su vocación con el mundo de las ideas y todo ello en un contexto de excelente factura cinematográfica.
No hacía falta ser tan prolijo y una mayor capacidad de síntesis habría favorecido la fluidez de la acción, pero, por encima de todo, hay que destacar que la película se inscribe por méritos propios en ese ámbito privilegiado de las obras especiales.