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Críticas de Sergio Berbel
Críticas 835
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
9
28 de julio de 2020
0 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
A veces (demasiado pocas) entre campos y campos de cardos, el género de terror te ofrece una preciosa amapola. Es tan raro lograr entusiasmarse con una cinta del género… Pero esta tarde me ha ocurrido con “Para Elisa”, la ópera prima de Juanra Fernández, lección magistral de cine con escasísimos recursos pero toneladas de inteligencia y atrevimiento.


Un film de terror en el que no hay sustos fáciles, golpes de música ni elementos irracionales inexplicables. Todo encaja en la (terrible) lógica más absoluta. Es un cuento gótico sobre los mundos angustiosos que hay en la puerta de al lado de nuestra casa y en los que podemos caer cualquier mal día. Es una maravilla. Pasa al elenco de mis escogidas junto con “Déjame entrar” de Thomas Alfredson, “A ghost story” de David Lowery, “Thelma” de Joachim Trier, “Verónica” de Paco Plaza. Y, dicho sea de paso, conserva la cinta de Juanra Fernández cierto aire a “La madre muerta” de Juanma Bajo Ulloa absolutamente irresistible y conseguido.


Con ecos bastante expresos de “¿Qué fue de Baby Jane?” de Robert Aldrich y “Misery” de Rob Reiner, ambas homenajeadas con dignidad y capacidad artística que ennoblecen el momento más allá del mero tributo, el enorme cineasta nos sorprende con una historia angustiosa que ocurre en el mismísimo centro histórico de Cuenca, en el piso desasogante y decadente donde una señora mayor (otrora niña prodigio pianista) vive con su hija y a donde acude la protagonista, Ana, estudiante universitaria, a una oferta de trabajo para cuidadora de la menor. Pero… Por cierto, su plano final antológico que supone la guinda del pastel y la cuadratura del círculo, es absolutamente magistral.


Cuanto menos sepas del argumento antes de verla, mejor, pero haz por encontarte con ella porque la película depara una gratísima sorpresa cargada de calidad y cualidades cinematográficas. Sostenida por una dirección brillante, algunos planos sobrados de calidad, una tensión ambiental perfectamente diseñada y unas situaciones angustiosas precisas, que lógicamente requieren de la entrega de su elenco actoral, entre quien destaca de forma mucho más que notoria la gran Ona Casamiquela ejerciendo de víctima de la función de forma estelar y robando desde el primer plano de la película todo el protagonismo al resto, perfectamente secundada por Ana Turpin, que borda un papel bastante complejo de llevar a la práctica.


Juanra Fernández ha estrenado ahora su segundo largo, “Rocambola”, que lógicamente estoy deseando ver.
Sergio Berbel
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9
28 de julio de 2020
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Qué duda cabe que Andrew Dominik es poseedor de uno de los lenguajes cinematográficos más superdotados, personales y reconocibles del cine de nuestro tiempo. Y el que crea que exagero que eche un vistazo a “El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford” (su esteticista aterrizaje en el western) o “Mátalos suavemente”, una cinta de gangsters canónica con una capacidad visual deslumbrante.

Dominik, también responsable del guión que adapta la magnífica novela homónima de George V. Higgins, nos sumerge en los entresijos de unos delincuentes de tres al cuarto que son contratados para dar un palo en mitad de una timba llena de gente poco recomendable. Lógicamente, lo que sucede después es que están sentenciados a muerte. Todo ello con un trío de características poco habituales y brillantes en este tipo de cine:

1. Una contextualización histórica impresionante. Durante toda la película radios y televisiones nos acompañan de fondo contándonos de primera mano la crisis bancaria de 2008. Constantemente, por debajo de la acción y de los personajes, siempre se está hablando de la crisis (estafa) provocada por la banca norteamericana.

2. Los diálogos de sus personajes. Sus mafiosos son más de hablar que de acción. Analizan mucho antes de disparar y vienen de vuelta de todo. Son melancólicos, están tristes y cansados de su forma de vida, están desencantados del mundo (ojo a la última frase de Brad Pitt que cierra brillantemente la cinta con un análisis político brillante resumido en una sola y certera frase).

3. Su casting, absolutamente apabullante. Desde el inmortal James Gandolfini encarnando a un personaje quizás no muy lejano de su eterno Tony Soprano, pasando por un Brad Pitt antológico, o las impagables aportaciones de Ray Liotta o Richard Jenkins (notable su creación del abogado), todos sus actores están en estado de gracia y sostienen unos diálogos filosóficos y profundos impropios de unos gángsteres de poca monta resultando creíbles en todo momento.

Y, como siempre, la capacidad plástica de Dominik, un virtuoso de la creación de belleza artística a través de imágenes que nos deja en la escena del tiroteo entre coches una de esas que jamás vas a olvidar una vez vista. Cine de muchos kilates para una historia tan violenta como adictiva.
Sergio Berbel
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9
27 de julio de 2020
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Es evidente que la hicieron para mí. Desde la adolescencia, siempre he estado fascinado por la oscuridad agreste de Patricia Highsmith como persona y como novelista. Sus “Extraños en un tren” o “Carol” siempre me apasionaron (por cierto, dieron lugar a dos de las más grandes películas de la historia del cine, las homónimas de Alfred Hitchcock y Todd Haynes, respectivamente). Pero entre toda su creación literaria, el personaje que más me enganchó fue Tom Ripley, ese malo absoluto que siempre quieres que gane la partida, que todo le salga bien, que no haya obstáculo que no destroce para llegar a la meta, que no tenga escrúpulos ni moral ante nada ni ante nadie… Pocos antihéroes de ese calado.

Y resulta que hace 20 años (cumple ya 20 años) se estrena en cines la novela que más me gusta de Tom Ripley (“El talento de Mr. Ripley”), dirigida por el enorme Anthony Minghella (un artesano de esos que, desde la humildad, empuja las fronteras del cine con obras maestras de la dimensión de “El paciente inglés” o “Breaking and Entering”). Pero la cuadratura del círculo viene cuando conozco que Ripley será interpretado por Matt Damon (el acierto de casting no puede ser más descomunal, el mejor Ripley jamás habido) y el reparto se completará con Jude Law, Gwyneth Paltrow, Cate Blanchett y Philip Seymour Hoffman (clavando, como siempre cum laude. un personaje despreciable).

La ambigüedad moral que la obra de Patricia Highsmith consiguió por encima del resto, la confusión de la línea entre el bien y el mal, el ambiente malsano, la ausencia de personajes buenos, la ruptura de estereotipos por explosión de las costuras… La genialidad de la obra literaria de Highsmith está respetada al milímetro y pulcramente por un profesional de la talla de Minghella.

Una película inquietante, que te tiene aferrado a los brazos del sillón en sesión continua, de una tensión que se masca, observando cómo una persona va dinamitando uno tras otro todos los obstáculos hasta llegar a convertirse en otra para ascender en el escalafón social. Sin límites ni prejuicio alguno, sin renunciar a ninguna vía legal o ilegal, como siempre fue Tom Rimpley. Como ocurre con los mafiosos de película, un malo malísimo al que se llega a amar y desear que todo le salga bien. Por eso es tan inmortal esta cinta.

Y, por supuesto, nos queda el “Tu Vuo´ fa L´Americano” de Carosone cantado por Matt Damon y Jude Law en una de las grandes escenas de la historia del cine.
Sergio Berbel
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8
27 de julio de 2020
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Hablamos de una obra menor del genio (que ya de por sí es mayor que la mayor parte del cine que se rueda) pero divertidísima. Quizás la única comedia de su última época que no es más amarga que divertida, y que más directamente entronca con su peculiar humor clásico de gags. Hablamos de “A Roma con amor”, la más discreta de las cintas surgidas de su periplo europeo, pero tiernamente hilarante. Un bello homenaje alleniano a las comedias de episodios del cine italiano de la década de los sesenta.

Una película coral siempre es desigual, interesando más unas historias que otras, unos personajes que otros. Para sí mismo, el genio neoyorquino se reserva la mejor y la más divertida con diferencia. Ese misántropo norteamericano que descubre la capacidad innata para cantar ópera de su consuegro italiano en la ducha y rápidamente ve el negocio que se esconde tras semejante descubrimiento guarda algunos de los gags más divertidos de los últimos tiempos allenianos.

Siempre profundizando en las idas y venidas de las relaciones sentimentales, el triángulo que forman las maravillosas Greta Gerwig (por muy mágica que sea como actriz, yo ya siempre la quiero en la dirección tras enamorarme de su “Lady Bird” para siempre y admirarla por la mejor versión de “Mujercitas” que haya visto), Ellen Page (siempre espléndida) y Jesse Eisenberg (que suele funcionar como alter ego de Allen) es de esos que llevan el sello indeleble de Woody Allen. Ojo al papel de Alec Baldwin como consejero sentimental imaginario de Eisenberg, autohomenaje expreso a “Sueños de un seductor”.

Lo de Penélope Cruz como prostituta no tiene precio. Lo más lucido de la función. Entra en escena a revolucionar la película como ya hiciera en “Vicky Cristina Barcelona”. Sin duda, Allen sabe sacar su mejor vena cómica y la hace trascender en su faceta humorística. Esta historia de joven pareja pueblerina perdida (en todos los sentidos) en la gran ciudad, es el más expreso homenaje de Allen a la comedia italiana.

Más floja me parece la historia de Roberto Benigni (puede ser que quizás me deje llevar por mi incompatibilidad expresa con ese señor), una historia un poco tontorrona pero aunque esconde un mensaje de fondo de enorme calado.

Y luego está la dirección de fotografía, llena de colores saturados que enamoran, de nuevo en manos de Darius Khondji, directo herededero de Storaro.
Sergio Berbel
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10
24 de julio de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las más grandes obras maestras de Lars Von Trier cumple casi un cuarto de siglo, “Rompiendo las olas”, cinta con la que el genio danés inició una época nueva y dejó boquiabierto al planeta entero con esta lectura especial (tan especial como su autor) a la santidad entendida según Lars Von Trier. Las religiones no ofrecen senderos fáciles, y Lars Von Trier las descuartiza tirando del escalpelo de la humanidad y la bonhomía para ello. Película que en 1996 abre su conocida como Trilogía del Corazón Dorado (ya sabemos de la querencia de Lars Von Trier por los retos normativos nuevos para empujar las barreras de la narración fílmica) junto con “Los idiotas” y “Bailar en la oscuridad”.

Porque esta película dividida en capítulos (siete y un epílogo en concreto) como es marca de la casa, es la historia de Bess, una santa de nuestro tiempo según se accede por los tortuosos caminos de la santidad que marca Von Trier. Bess es buena por naturaleza, es el bien, entregada en cuerpo y alma a la felicidad de los demás en el seno de un pueblo ultraconservador y ultra religioso en el que los sabios de la parroquia deciden el destino de sus habitantes en función de su comportamiento más o menos acorde con el cristianismo.

Pero Bess es especial, siempre lo fue, porque Bess ha estado internada un tiempo en un centro psiquiátrico y porque tiene serios problemas de estabilidad mental. Bess es un alma cándida y seguramente una niña perpetua, pero ama y se entrega más que nadie. Especialmente a Jan, un joven forastero con el que se va a casar y que tiene que volver a trabajar a una plataforma petrolífera poco después de la boda. Bess no está preparada mentalmente para perderlo tan pronto, y mucho menos para afrontar un grave accidente laboral de Jan que lo devolverá a casa tetrapléjico.

Pero Bess tiene conexión directa con dios, la divinidad habla con ella a través de su propia boca, y su entrega y su sacrificio (incluido el sexual) tendrán que aumentar para lograr la curación de Jan según el plan preconcebido en la cabeza de ambos, ninguno especialmente sano desde el punto de vista mental.

Dura, descarnada, violenta en ciertos momentos hasta lo insoportable, es decir, puro Lars Von Trier en vena, “Rompiendo las olas” es su primera gran obra maestra absoluta, la ruptura con su creación anterior para comenzar un camino que lo llevaría a firmar una tras otra un catálogo de obras maestras inconmensurables que lo señalarían como el gran creador europeo del cine de nuestro tiempo (para mí, junto con Michael Haneke, Yorgos Lanthimos, Paolo Sorrentino, Jacques Audiard y Pedro Almodóvar) y que culminaría con “Melancolía”, la película más especial en mi vida.

Pero más allá del genio danés, nada hubiera sido posible en esta obra maestra sin la interpretación de Emily Watson, una de las mejores que haya visto en todos los días de mi vida, que hace creíble un personaje totalmente increíble con una capacidad innata inexplicable.
Sergio Berbel
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