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Voto de Sergio Berbel:
10
Drama. Romance A principios de los años 70, Bess (Watson), una ingenua joven de un pueblo costero de Escocia, se enamora de Jan (Stellan Skarsgård), un hombre mundano que trabaja en una plataforma petrolífera. A pesar de la oposición de la rígida comunidad puritana a la que pertenece, Bess y Jan se casan. Tras la boda, él vuelve a su trabajo, y ella cuenta los días esperando su vuelta. Bess, una creyente devota, cree que su amor está bendecido por el ... [+]
24 de julio de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las más grandes obras maestras de Lars Von Trier cumple casi un cuarto de siglo, “Rompiendo las olas”, cinta con la que el genio danés inició una época nueva y dejó boquiabierto al planeta entero con esta lectura especial (tan especial como su autor) a la santidad entendida según Lars Von Trier. Las religiones no ofrecen senderos fáciles, y Lars Von Trier las descuartiza tirando del escalpelo de la humanidad y la bonhomía para ello. Película que en 1996 abre su conocida como Trilogía del Corazón Dorado (ya sabemos de la querencia de Lars Von Trier por los retos normativos nuevos para empujar las barreras de la narración fílmica) junto con “Los idiotas” y “Bailar en la oscuridad”.

Porque esta película dividida en capítulos (siete y un epílogo en concreto) como es marca de la casa, es la historia de Bess, una santa de nuestro tiempo según se accede por los tortuosos caminos de la santidad que marca Von Trier. Bess es buena por naturaleza, es el bien, entregada en cuerpo y alma a la felicidad de los demás en el seno de un pueblo ultraconservador y ultra religioso en el que los sabios de la parroquia deciden el destino de sus habitantes en función de su comportamiento más o menos acorde con el cristianismo.

Pero Bess es especial, siempre lo fue, porque Bess ha estado internada un tiempo en un centro psiquiátrico y porque tiene serios problemas de estabilidad mental. Bess es un alma cándida y seguramente una niña perpetua, pero ama y se entrega más que nadie. Especialmente a Jan, un joven forastero con el que se va a casar y que tiene que volver a trabajar a una plataforma petrolífera poco después de la boda. Bess no está preparada mentalmente para perderlo tan pronto, y mucho menos para afrontar un grave accidente laboral de Jan que lo devolverá a casa tetrapléjico.

Pero Bess tiene conexión directa con dios, la divinidad habla con ella a través de su propia boca, y su entrega y su sacrificio (incluido el sexual) tendrán que aumentar para lograr la curación de Jan según el plan preconcebido en la cabeza de ambos, ninguno especialmente sano desde el punto de vista mental.

Dura, descarnada, violenta en ciertos momentos hasta lo insoportable, es decir, puro Lars Von Trier en vena, “Rompiendo las olas” es su primera gran obra maestra absoluta, la ruptura con su creación anterior para comenzar un camino que lo llevaría a firmar una tras otra un catálogo de obras maestras inconmensurables que lo señalarían como el gran creador europeo del cine de nuestro tiempo (para mí, junto con Michael Haneke, Yorgos Lanthimos, Paolo Sorrentino, Jacques Audiard y Pedro Almodóvar) y que culminaría con “Melancolía”, la película más especial en mi vida.

Pero más allá del genio danés, nada hubiera sido posible en esta obra maestra sin la interpretación de Emily Watson, una de las mejores que haya visto en todos los días de mi vida, que hace creíble un personaje totalmente increíble con una capacidad innata inexplicable.
Sergio Berbel
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