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Críticas de Chris Jiménez
Críticas 2.188
Críticas ordenadas por utilidad
4
11 de marzo de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Adónde ir? A ninguna parte, nada hay allí que sea peor que lo que hay aquí. ¿Sentir?, ¿para qué?, ¿donde, cuándo y a quién? Mejor desaparecer, no estar, no ser...
Quizás el mejor ejemplo de angustia social nos lo ha brindado Kiyoshi Kurosawa en sus obras, ésta la más destacada en dicho tema y la menos conocida.

Parecía ser un síntoma; a mediados y finales de los '90, igual que en el cine norteamericano, en Japón también había bastantes directores comprometidos a plasmar la triste realidad que vivía su sociedad. Echando la vista atrás, eran los últimos años de la llamada Década Perdida, tras el estallido de la burbuja económica del país y alcanzando la recesión financiera y la caída del P.I.B. su máxima cúspide; la joven generación, por supuesto, no podía atisbar un futuro claro ni prometedor en este entorno, y el índice de criminalidad y abandono de estudios aumentó.
Los incipientes Aoyama, Koreeda o Toshiaki Toyoda saben reflejar a la perfección este clima reinante, al igual que los más veteranos Kitano, Miike, Ishii o el nombrado Kurosawa, quien tras la enorme recepción de "Cure" fue un recurrente en los festivales internacionales, si bien no iba a volver a conocer el éxito masivo hasta la llegada de "Kairo"; entre esos dos pilares de su carrera, "License to Live", proyectada en Berlín, abre una nueva vía en ella, pudiendo expresar por fin sus ideas sin tener que acogerse a géneros cinematográficos como tal. "Barren Illusion", proyecto independiente y limitado que realiza con la ayuda de pequeñas productoras, es un paso lógico a dar.

Pero encararlo es muy distinto, incluso para el fan acérrimo del nativo de Kobe. Un escenario interior solitario bañado con el relajante sonido de ambiente exterior y los tonos ásperos y apagados de la fotografía de Takahide Shibanushi (frecuente colaborador del director y de Takashi Shimizu); Kurosawa compone frente a nosotros a un joven atento al silencio sepulcral del entorno para luego descomponerlo lentamente. Este es un motivo esencial de una película la cual se acoge al minimalismo de arte y ensayo de la manera más concienzuda y extraña posible.
Pues tal vez jamás llevó ni llevaría a cabo una más críptica y forzando tozudamente al espectador a interpretarla en base a la intuición como ésta; de hecho la intuición es vital, al igual que la ausencia de trama. En "License to Live" y la posterior "Charisma", muy conectadas a la que nos ocupa, priman unos motivos argumentales perceptibles o descifrables; toda oportunidad de esclarecer aquí una interpretación coherente es bloqueada al instante, pero no de intuirla. Dos jóvenes, un productor musical y una trabajadora de mensajería, mantienen una relación, pero determinada por la ausencia y la carencia de verdaderos sentimientos...

Así es el mundo que vuelve a construir el cineasta. A través de la tensión silente, de espacios vacíos, de planos largos practicando la distancia y desemejanza con los seres humanos que pululan por el escenario; esta es una sociedad fría y oscura deudora de James Ballard o Kafka, de espectros deambulantes, estériles e incapaces, una sociedad distópica (se supone que los hechos se dan en un futuro próximo, alargando la crisis de la Década Perdida) donde la joven generación, presa de un hastío desasosegante, no puede expresar sus emociones salvo por medio de la violencia, la destrucción y autodestrucción, el odio y la locura.
El chico anónimo es el perfecto reflejo de esta situación, quien prefiere desvanecerse a seguir existiendo; la chica proyecta una visión de futuro, esperanza y huida, un anhelo de escapar, a todas luces imposible de realizar (al final el más allá desconocido que figura el océano sólo trae muerte). Kurosawa nos fuerza a ser testigos de esta nada en la que todo está inmerso en una gran depresión emocional, todo está muerto o encaminado a la muerte, a veces haciendo imposible discernir qué pertenece al mundo real o al proyectado desde la mente de sus simbólicos protagonistas.

Pues aquí todo es pura simbología y metáfora; la presencia de un polen nocivo para la salud quizás escora el relato hacia la ciencia-ficción distópica y la de una medicina experimental a la paranoia conspiratoria (explica el doctor al muchacho que los de su generación son más proclives a enfermar que los adultos, ¿la solución?: una droga experimental que causa vértigo, impotencia y problemas psicológicos). En realidad esa es la droga de la sociedad: la impotencia emocional.
Provista de instantes escabrosos que presagian el horror sobrenatural de "Kairo", pasajes oníricos, encuadres extrañísimos con predominancia de los planos generales, un extremo cuidado para modelar atmósferas de tensión difusa y un dudoso anticlímax, "Barren Illusion" es al fin y al cabo una de las odas más radicales y crípticas al vacío, en tierra de nadie como sus protagonistas, sin pertenecer a una auténtica categoría, aunque perfecta muestra del llamado "estilo Kurosawa", lo único vigente donde poder enmarcar esta rareza (evidentemente) desconocida para la inmensa mayoría.

Para entrar en ella es preciso dejarse engullir por los mecanismos de su ininteligible universo, dejarse arrastrar a sus coordenadas intransferibles, dejarse contagiar por su gélida desafección y emociones huecas, pero el resultado quizás diste mucho de ser satisfactorio...
Chris Jiménez
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7
11 de marzo de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El Mundo no es un lugar seguro, la sangre derramada por la guerra se extiende a países enteros, es un caos global, y el terrorismo continúa lanzándose sobre las vidas de personas inocentes.
Un escenario que se plasma continuamente en el cine.

Y de un modo mucho más serio en la sociedad post-11-S; en 2.008, año en que Barack Obama aún es senador en Illinois, muchos conflictos se reparten por el Planeta, y en Oriente Medio destacan especialmente los de Afganistán, Turquía y cómo no esa Guerra de Irak que lleva activa desde hace un lustro y que en ese momento vive el levantamiento de los chiíes y la todavía presencia de las tropas norteamericanas. Estas tensiones internacionales y terror por la seguridad toma protagonismo, con menor o mayor acierto, en films como "La Sombra del Reino", "Rendition", "Secretos de Estado" o "Red de Mentiras".
"Traidor" se estrenará unos meses antes que la exitosa película de Ridley Scott pero sin la misma repercusión en taquilla, y su historia, que increíblemente fue idea de Steve Martin, tuvo que modificar mucho sus puntos de vista, discursos y escenarios desde que naciera allá por 2.002; historia que casi cae de rebote en las manos de Jeffrey Nachmanoff, guionista recordado por su trabajo en "El Día de Mañana". En esta ocasión, y gracias a Dios, no está Emmerich al timón para destrozárselo; él mismo dirige, aunque cueste distinguir un sello personal sobre su estilo a lo largo de todo el film.

Uno de los muchos escenarios por los que cruzará la trama es Yemen, ahí se origina de la mano de dos personajes que a partir de ahora se seguirán y evitarán sus pasos: el agente del F.B.I. Clayton y el nativo de Sudán pero devoto musulmán Samir, experto en contactos con grupos terroristas radicales. El director, que expone la acción y la violencia como por ejemplo harían Tony y Ridley Scott o Michael Mann, enfoca esta historia desde los dos bandos pero sobre todo se acerca a su protagonista y expone en pantalla, con una honestidad cruda y, por qué no, algo de farragosa moralina inevitable, el fundamentalismo islamista.
Tras una primera parte de gran carga dramática dentro de un campo de prisioneros y una huida espectacular (lo cual disimula bien el algo limitado presupuesto con el que contaba la producción), Nachmanoff sabe absorbernos en ese típico cúmulo de intrigas y apariencias que tan bien caracterizan a los "thrillers" de temática terrorista internacional; de hecho el siempre solvente y nada excesivo Don Cheadle carga todo el peso del film sobre sus hombros gracias a la creíble ambigüedad de su personaje, quien se debate entre su total pacifismo, su fe inquebrantable y su deber en la lucha contra el enemigo (el norteamericano, cómo no).

Guy Pearce, una especie de joven Sam Gerard, tiene poco que ocultar y su agente federal se revela blanco y plano como una pizarra de oficina, por lo que es el anterior quien acapara la atención del espectador, y más aún al descubrirse que las identidades son sólo tapaderas ante agencias gubernamentales enfrentadas y armas de doble filo que sobre todo sirven para corromper el espíritu y los principios individuales; un decente Jeff Daniels que aparece brevemente es el principal culpable de ello, perfecta figuración de esos individuos que mueven los hilos en la oscuridad y organizan las guerras y las deshacen al precio que sea, incluso derramando la sangre de compatriotas.
Con audacia, aunque no pocas concesiones al cliché, "Traidor" trata la debilidad social y gubernamental, además del cruel radicalismo y el adoctrinamiento en el asesinato de inocentes por pura ideología; no se libran los musulmanes de ser tachados, todos ellos, de terroristas, pero el guión impone una sabia distancia sobre este peliagudo punto de vista al introducir a la madre y la ex-novia de Samir y enfrentarlas cara a cara con Clayton (más comprensible que ese violento e innecesario compañero suyo, papel que le han dado convenientemente a un Neal McDonough de pelo rubio y ojos azules...ejem).

Remitiendo completamente a "U.S. Marshals" (al darse el clásico encuentro entre el supuesto villano y el agente que lo persigue) y "Estado de Sitio" (al proponerse una operación terrorista usando bombas en una gran cantidad de autobuses públicos), el film parece ganar velocidad durante su 3.er acto, abocándose mucho más al frenesí de las fábulas de espionaje modernas en la línea de la saga Bourne, siempre arrastrando al espectador de un lugar a otro en un devenir intenso, sin darle un respiro, pero con una poderosa precisión narrativa que no lo hace caer en el exceso o la inverosimilitud, y por ello Nachmanoff ya merece un elogio.
Por ello y por no recurrir al típico final donde la acción desenfrenada prima sobre la oscuridad y la carga dramática, y en este caso el argumento se somete a un clímax/anticlímax que deja al espectador con una áspera reflexión: ¿cuántas vidas inocentes son necesarias para lograr la paz con una nación en guerra?, ¿cuántos deben sacrificarse a nivel personal por una causa global?, y lo más importante: al final...¿habrá merecido la pena? Carter, el personaje de Daniels, lo expresa de forma expeditiva, pero de poco sirve para convencernos; desde luego no quedan bien representados los agentes gubernamentales encargados de la seguridad nacional (pues se prestan a atentar contra ella a ojos cerrados...).

"Traidor" utiliza bien sus bazas, juega bien sus cartas y sabe equilibrar la carga política y religiosa con el suspense y la intriga a un ritmo perfecto para considerarla como un inteligente entretenimiento. Además está Cheadle, que brilla desde el principio hasta el final.
Gustó a los críticos a pesar de no ser un bombazo en taquilla, y en cuanto se estrenó el "thriller" de misma temática de Scott la obra del neoyorkino quedaría eclipsada y rápidamente olvidada...injustamente, todo hay que decirlo.
Chris Jiménez
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3
11 de marzo de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Parecía que aquellos invasores del Espacio no tuvieron suficiente ni tampoco que pudiera volver su horrible máquina de destrucción, su Godzilla mecánico.
Pero sí, han regresado, planeando una conquista marcada por la destrucción. Esta será la última de las grandes batallas que veremos librar al saurio atómico...

¿Iba a aguantar mucho más la saga iniciada en 1.962 (la obra original la considero excluida de todo el colorido disparate que aconteció después)? Eso es lo que quizás se preguntaba la gente a mitad de unos años '70 donde ya otros géneros dominaban los cines por encima de los "kaiju-eiga"; pero Toho proseguía incansable con las aventuras de su monstruo estrella, aunque las recaudaciones en taquilla no brillaran precisamente. Jun Fukuda ha ofrecido, gracias a Dios, su última aportación, "Godzilla contra Mechagodzilla", despertando el interés de los fans por ese gigante doble mecánico en una época en la que los robots conquistaban los corazones de los jóvenes nipones.
Ishiro Honda, benevolente, se encarga de una nueva entrega como favor a Tomoyuki Tanaka, cuyo guión estará escrito por una mujer, cosa extraña (y es algo que se notará sobremanera), Yukiko Takayama; por otra parte, con el retorno del cineasta, también se incorpora el gran compositor Akira Ifukube. Pero la idea que se nos trae, y a pesar de la fuerte inversión de los señores de Toho, no es precisamente motivo de alegría; para empezar la primera aparición monstruosa de "Mekagojira no Gyakushu" corresponde a Titanosaurio, otra incorporación a la larga lista de criaturas, que les hace la pascua a los de la Interpol hundiendo un submarino de reconocimiento.

Entonces el guión vuelve al mismo planteamiento de la película anterior, haciendo del presente film su secuela directa; es decir, otra vez están aquí los incompetentes y patéticos alienígenas del Tercer Planeta, a quienes no les importa que las cosas no les salieran bien la última vez. Para seguir regurgitando elementos, un muy caracterizado Akihiko Hirata se pone en la piel de Mafune, esta vez añadiendo a la misma historia de hostiles invasores el típico "mad doctor" sediento de venganza; pero la señorita Takayama aborda pasajes más oscuros al dar a este doctor una hija, Katsura, muerta tiempo atrás y resucitada como cyborg.
De hecho la mayor parte de la película está centrada en las subtramas de los personajes humanos, que se mueven entre intrigas, conspiraciones y su lucha contra los persistentes extraterrestres antropomórficos, pero todo el drama reposa sobre este personaje femenino tocado por la desgracia y sin más remedio que el autosacrificio para salvar a la Humanidad, dando al film un aire ciertamente melancólico, más aún cuando el científico Akira se enamora de ella. Sin embargo todo esto podría ser aceptado de mejor gana si no fuese parte de un argumento utilizado y reutilizado hasta la saciedad en la saga de Godzilla.

Y hablando de éste, ¿dónde está?, no lo veremos aparecer hasta casi pasada la mitad del metraje, y cuando lo haga será en plan "guest star" y para enfrentarse al Titanosaurio (quien un servidor creía y sigue creyendo es la criatura protagonista) en una de esas batallas que desde hace mucho se convirtieron en marcas de la casa de la serie: llenas de humor absurdo y delirio y alcanzando el puro ridículo al comportarse los monstruos como campeones de lucha libre. Incluso puede que nunca la condición heroica del bicho estuviese tan pronunciada como en esta ocasión (al horrorizarse con la visión del Titanosaurio, unos chavales pedirán ayuda a gritos a Godzilla).
Y el resto del film se limita a darnos eso, un colorido festival de peleas disparatadas y gran cantidad de efectos especiales, donde Honda y Teruyoshi Nakano se explayan a gusto con la destrucción material, las explosiones y, sobre todo, la violencia, en algunos casos extrema teniendo en cuenta a qué público iban dirigidos estos productos, todo ello redondeado con la épica banda sonora de Ifukube, quien recupera algunas piezas perfectamente reconocibles (por su carga dramática y terrorífica) del "Godzilla" original. En estos enfrentamientos espectaculares destacan las intervenciones del Mechagodzilla y su tan diverso arsenal.

En fin, un producto en el que si bien sus artífices le pusieron mucho empeño resultó ser una absoluta decepción en cines; esto significó ni más ni menos que el carpetazo a una era tan única como convulsa. Ishiro Honda, cansado, hasta las narices de la industria y de lo que le habían hecho a su querido monstruo, se retira para siempre de la dirección, quedándose en la comodidad de las segundas unidades y la asistencia, sobre todo junto a su colega Kurosawa; paralelamente, la criatura que inició su ascenso a la fama, la que cambiaría para siempre el cine japonés y lo llevaría a su era de modernidad, también prefiere marcharse.
Su último plano, bajo los últimos rayos del sol del atardecer, es literalmente eso, un definitivo adiós, conmovedor y cálido, del mayor de los horrores de la nación hecho héroe por sus propios habitantes. Aunque retornaría casi una década después de la mano de Koji Hashimoto, para un servidor jamás volvió...Godzilla se quedó por siempre refugiado en la calma placentera de aquel fondo marino de 1.975 tras su fatídica lucha contra los elementos; ya había luchado bastante, y ahora le tocaba descansar y dejar que nosotros continuásemos disfrutando de su inmortal legado.

El dragón de los tiempos remotos se retira.
さよなら、ゴジラさん...
Chris Jiménez
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2
11 de marzo de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
En un mundo asfixiado por los gases contaminantes de las chimeneas de las fábricas, símbolo de la industrialización, por el incremento de delincuencia y de la crueldad infantil, por el desapego paterno...el único lugar seguro en el que se puede refugiar un niño son sus sueños...
¡Y si es al lado de Godzilla mejor que mejor!

Si bien "Invasión Extrarrestre", con el regreso de Ishiro Honda a la saga de Godzilla, podría haber supuesto el broche de oro perfecto para ella, los señores de Toho no cesaron en su manía de seguir reinventando las aventuras del saurio debido a la buena respuesta en taquilla. Pero las cosas habían cambiado; la competencia de las "kaiju-eiga" era tan grande a finales de los '60 que el público estaba ya perdiendo interés, por otro lado Gamera, pese al escaso presupuesto de sus películas, atraía a gente (mayormente padres con hijos) a las salas, y para colmo las series de televisión explotaban de mejor manera lo que antes ofrecía el cine.
Dicho y hecho. Se reclama en la compañía la presencia de Honda, quien, aunque hasta la coronilla de los films de Godzilla, se amolda a la propuesta que idea Shinichi Sekizawa...¿pero qué es lo que se inventa exactamente? Ya que eran los niños el principal interés de la rival Daiei, ahí decidieron apuntar también en Toho, destinando la nueva hazaña de su monstruo estrella a un programa llamado Toho Champion Festival, consistente en ofrecer series, dibujos animados y retocar todos sus "kaiju-eiga" para el público infantil.

Por eso mismo "Oru Kaiju Daishingeki" se estrenaría a finales de Diciembre, un producto perfecto para fechas de Navidad; otro aspecto importante fue el descenso del presupuesto y la imposibilidad del genio Eiji Tsuburaya de participar como encargado de los efectos, por su cada vez peor estado de salud y sus compromisos en televisión. Honda, con la sola supervisión del anterior, tuvo que administrarlos como pudo bajo su mando, además de reducirse el personal de rodaje. Un interesante punto de partida: tenemos a un niño (Ichiro) atrapado en el Japón del "boom" económico y de la alta criminalidad, solo y desamparado.
Maltratado por sus compañeros y sin padres que lo consuelen, como muchos de su edad (un afable vecino hará de abuelo sustitutivo), opta por abandonar su mundo real y habitar el de la fantasía; la idea nos recordará a la de "La Historia Interminable", sólo que ésta llega quince años antes. Por supuesto es vital ver esta historia con los ojos de un niño, como sucede con todos los films de aventuras protagonizados por ellos, pero lo propuesto por Sekizawa, además de hacer por primera vez que los monstruos de Toho sean sólo cosa de fantasía, nos da pocas opciones de aceptación. Una vez más, ¿qué se inventa aquí exactamente?

Nada en absoluto, pues se coge la mitad de secuencias de otras entregas de la saga y se regurgita lo ocurrido en la horrible "El Hijo de Godzilla", que dirigía Jun Fukuda; lo peor de todo es que al niño no se le concede una historia propia en esta aventura, le basta con ver reflejado todo su mundo real en los acontecimientos que suceden en esa isla plagada de miles de criaturas. Y Godzilla únicamente aparece liquidándolas (que tengo que intuir que son villanos) mientras da lecciones a su hijo sobre cómo hacerlo...escenas durante las cuales un servidor prefería taparse los ojos para no contemplar tamaña muestra de ridiculez.
Paralelamente, ya que lo de la isla viene de un argumento reciclado, se introduce una intriga donde dos ladrones se cruzan por casualidad con Ichiro y le secuestran; se suponía que los enemigos eran unos niños acosadores, pero éstos aparecen porque sí, y demostrando su extrema torpeza y estupidez contra las "ingeniosas" artimañas del pequeño...que también tengo que creerme. El escaso metraje lo dice todo, aquí no había entusiasmo para nuevas ideas; lo peor del asunto es que Toho obligó a rodar un epílogo muy imbécil al pobre Honda, quien prefería terminar con un final más melancólico y realista (en Zona Spoiler).

Lejos de este desastre que fue recibido con la mayor de las indiferencias, mola (porque sí, porque mola) ver a Godzilla derribar a tantos y tantos enemigos imaginarios, incluso batallar con los viles humanos (no olvidemos que la bestia se volvió buena). El elenco, con Hideyo Amamoto en un extraño papel no malvado y Yoshifumi Tajima apareciendo por última vez en la saga hasta su muy tardío regreso, no merece ni recordarse.
Para colmo de males, el 25 de Enero de 1.970, un mes después del pobre estreno del film, Tsuburaya fallece de un ataque al corazón dejando un tremendo vacío en el género, en la compañía y sobre todo en Honda, quien cree que las peripecias de Godzilla han de acabar definitivamente...por desgracia no será así, pero él ya no estará allí para verlo; tardará mucho en volver, y cuando lo haga será por última vez.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
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4
11 de marzo de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde más allá del Espacio exterior un nuevo peligro se cierne sobre todos nosotros; de este modo el ser humano va a presenciar una espectacular guerra entre criaturas terribles.
El causante de todo: Ghidorah, el dragón espacial de tres cabezas.

Toho se frotaba las manos con el éxito que estaba teniendo en cines, dejando fuera de competición y sin problemas a otros títulos que intentaban atraer a la gente con las propuesta de los bichos gigantescos; la última peripecia del lagarto atómico, "Mosura contra Godzilla", fue realmente beneficiosa y los ejecutivos no querían dejar pasar la oportunidad de que acabara el año sin ofrecer otra entrega, de este modo las fechas de Diciembre se establecieron como perfectas para atraer de nuevo al público. Esto trajo consigo algunas consecuencias considerables.
Dado que un nuevo estreno se preparaba para la época navideña, el productor Tomoyuki Tanaka propuso a Shinichi Sekizawa cambiar la actitud de su criatura estrella, no levemente sino de manera radical; en efecto, al sr. Ishiro Honda se le empezaron a remover las tripas cuando el guionista le habló de estas decisiones. "Estamos escogiendo el camino más fácil...los adultos se burlarán de la película y nuestros jóvenes fans no tolerarán este tipo de historias, que por ridículas no quiere decir que vayan a ser entretenidas". dijo furioso. Pero pocas elecciones tuvo ante la manada de los productores (los verdaderos monstruos de la compañía).

Así que esta 5.ª entrega de la saga, con el jugoso título "San Daikaju: Chikyu Saidai no Kessen", viene a reinventarlo absolutamente todo, a establecer las directrices que habrá de seguir en los siguientes años; es la primera gran revolución de "Godzilla" en su era original. Para empezar son introducidos invasores extrarrestres en la trama, algo casi lógico teniendo en cuenta que este subgénero de la ciencia-ficción era muy popular no sólo en EE.UU., sino en todo el Mundo; Sekizawa imagina una intriga fantástica y no poco risible acerca de una conspiración contra una princesa de otro planeta (Selina), que llega a La Tierra casi por accidente.
Pero entonces algo chirriante: las intenciones de Toho acerca de asumir el nuevo rumbo se expresan literalmente en pantalla a través de un programa de televisión que ven los protagonistas (Shindo, detective encargado de proteger a la princesa, y su hermana Naoko, periodista) con su madre. En él unos niños están deseosos de volver a ver a Mosura, y aparecen de la nada las hermanas Ito ofreciendo a los teleespectadores esa posibilidad; sin trampas ni cartón los productores nos están diciendo que todo esto se ha convertido en un espectáculo de entretenimiento, para niños y mayores.

Mientras, la princesa cambia de parecer y ahora hace las veces de profeta para alertar a la población acerca de un gran peligro mientras unos mafiosos (¿?) intentan asesinarla; esforzándose resignado, Honda trata con mucha velocidad y un delirante colorido no poco deudor de "James Bond" toda esta intriga atestada de acción y sinsentido (más aún cuando nos quieren dar detalles científicos o brota el aspecto dramático acerca de Selina). Y si bien es cierto que la recuperación de Mosura y sus dos pequeñas amigas no es santo de mi devoción (jamás me gustó la historia de la película orginaria), amén de tampoco guardar conexión alguna con el enredo de la princesa y sus captores, sí tiene su explicación.
¿Cuál? El entretenimiento, ¿y qué mejor que el proporcionado por la intervención de más y más bestias en pantalla? Porque la polilla (aquí en su estado de larva) no es la única en tomar protagonismo; así como así regresa el pterodáctilo Radon, y Godzilla emerge del fondo marino en su forma más clásica. Si bien se mantiene la esencia destructiva y despiadada con ambos batiéndose y al mismo tiempo haciendo añicos pueblos y ciudades enteros, el giro absoluto se produce con la presentación de Ghidorah, dragón llegado del Espacio y el más legendario villano que hubo en la saga, gracias al increíble diseño que logró Eiji Tsuburaya y su equipo.

Aprovechando la inclusión de cuatro monstruos en el film, éstos no escatiman en dar al fan lo que desea: hay destrucción masiva y explosiones por doquier...sin embargo el error más grande será "humanizar" a dichos monstruos y despojarles de su actitud terrorífica. Y con Mosura actuando de mensajera de la paz y la benevolencia, cómo no, tendremos el placer (¿o la desgracia?) de ver a todos estos bichos terrestres uniéndose contra el dragón cósmico, convirtiéndose en todo un festival tan surrealista y absurdamente "kitsch" que resulta delicioso, pese a la enorme cantidad de humor introducido de por medio (impagable ver a la larva enganchada a la cola de Godzilla mientras éste fríe a puñetazos cual boxeador furioso a Ghidorah).
Impensable, ¿verdad? Los antiguos destructores de la Humanidad son ahora sus salvadores, batallando contra fuerzas externas; ni más ni menos que un espectáculo destinado a divertir a padres e hijos. Los protagonistas humanos (a excepción del inesperado rescate de Takashi Shimura, capaz de aportar solemnidad y fuerte carga dramática incluso al peor de los productos) no merecen ni mencionarse; parecen estar haciendo todo lo posible para soltar con credibilidad sus disparatados diálogos y creerse las acciones de sus personajes; en especial Akiko Wakabayashi, quien para mi desgracia no es triturada en las fauces de Ghidorah, como deseaba...

La respuesta no fue un bombazo pero sí lo suficientemente buena como para seguir abordando hazañas increíbles con Godzilla al frente, a partir de ahora aliado, claro. Lo siguiente sería verle nada menos que en el Espacio junto a Radon dejándose la piel para vencer de nuevo al dragón de tres cabezas.
La saga toma derroteros realmente surrealistas...pero Honda se está hartando muchísimo con ello. Esta fue, por cierto, la última vez que aparecían las Peanuts como sacerdotisas de Mosura.
Chris Jiménez
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