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Críticas de Revista Contraste
Críticas 1.351
Críticas ordenadas por utilidad
5
4 de agosto de 2022
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es posible que la mayoría de la gente que ve el tráiler de Un héroe samurái: la leyenda de Hank inmediatamente piense en su similitud ambiental y argumental con Kung Fu Panda. Y, en efecto, los dos títulos vertebran su trama en la formación de un protagonista patoso en artes marciales por parte de su maestro. Sin embargo, aquí acaban sus parecidos.

En esta película, la historia gira en torno a la rivalidad y al odio entre colectivos por tradición, en este caso, entre los perros y los gatos. A partir de esto, el largometraje intenta funcionar a modo de moraleja, concluyendo que la discriminación y el desprecio al otro por costumbre o solo por ser diferente no tiene sentido.

Dejando de lado el aspecto argumental, la cinta falla al definir al público al que se dirige. Mientras su trama y diseño de animación es infantil, el relato está plagado de chistes y escenas graciosas formuladas y dirigidas a una audiencia de más edad. Aunque son bromas inocentes, hacen referencia a conceptos y palabras de las que los niños probablemente no captarán su comicidad.

En conclusión, la propuesta cuenta con elementos interesantes, como juegos de anacronismos que incorporan elementos modernos en la época ancestral en la que se sitúa la crónica. No obstante, su fallo en el guion baja la calidad del film, pues impide a los más pequeños disfrutar al completo de la experiencia.

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Revista Contraste
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5
18 de julio de 2022
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
¡Hasta siempre, Don Glees!, es una sorprendente apuesta de animación muy apropiada para este verano que comienza. La aventura de tres amigos adolescentes, peculiares los tres, correteando por un bosque del Japón rural en busca de un dron que han perdido y cuyas imágenes esperan que puedan librarles de la acusación de haber provocado un incendio forestal, tiene un agradable punto de surrealismo fresco, positivo y diferente.

Este film viene firmado por Atsuko Ishizuka, una realizadora japonesa que, a pesar de su juventud, tiene a sus espaldas una larga experiencia como diseñadora de series, películas y videojuegos. Sigue la línea de la animación tradicional japonesa en cuanto al dibujo de los personajes pero despliega una imaginación inusual en cuanto a los paisajes, reales, oníricos o simbólicos, con una paleta de colores muy variada e inevitablemente subyugante.

Es cierto que ¡Hasta siempre, Don Glees! es su primer trabajo como guionista y, a pesar de sus buenas intenciones y de la sinceridad manifiesta del relato, el largometraje acusa una incómoda falta de ritmo, que, unida a lo críptico de algunas de las metáforas, hace incómodo su visionado y confusa la comprensión de la trama.

Ajusta, por lo menos, la duración y, paulatinamente, el espectador se va encariñando con unos protagonistas torpes y metepatas a los que, entre golpes y discusiones, vamos acompañando en su abandono de la infancia: una transformación vital que se muestra sin agresividad y con bastante normalidad.

A lo largo de la película, Ishizuka nos habla del valor de la amistad verdadera, de la necesidad de vivir al día disfrutando de los pequeños detalles y de buscar algo profundo que constituya el sentido de la vida e impulse a luchar por ello. Los temas no pueden ser más aleccionadores y positivos para todo tipo de público, aunque la inexperiencia de Ishizuka se empeñe en transmitirlos muchas veces en discursos que rompen en ritmo y resultan forzados. Aún así, esta cinta es una muy buena opción para deleitarse con una buena historia y unas preciosas imágenes.

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Revista Contraste
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4
13 de abril de 2022
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las cartas de amor no existen sigue los pasos de Jonas, un hombre de mediana edad en plena crisis sentimental, a lo largo de un día mientras trata de escribir una carta a su expareja en un último intento desesperado por reconquistarla. Un pequeño bar parisino constituye, prácticamente, la única localización del film, a los que se añade la calle de enfrente y el piso de Léa.

Jonas se erige como un personaje odioso, anclado en las idas y venidas del pasado. Grégory Montel hace un trabajo estupendo en la representación de un hombre corriente y ordinario, poco destacable e incapaz de decidir a tiempo. En el momento en que opta finalmente por dejar a su mujer, su amante ya no quiere estar con él. Además, tiene conductas problemáticas, puesto que concibe el amor de una manera encolerizada que le conduce por aciagos derroteros. Asimismo, el resto de personajes poseen poca profundidad, postergados a ser reflejos banales de Jonas, y cuyo infructuoso trasfondo hace perder credibilidad a la narrativa.

Por lo que respecta a la ejecución, Jérôme Bonnell utiliza el espacio, acompañado de una abundancia de primeros planos, para empatizar y adentrarnos de lleno en el universo del protagonista, mediante una puesta en escena teatral. Del mismo modo, las secuencias a través de la ventana hacen imposible no rememorar La ventana indiscreta de Hitchcock.

Un aspecto interesante del largometraje es cómo existe una tentativa del director por derribar ciertos comportamientos masculinos y cuestionar la virilidad latente en la sociedad para poner sobre la mesa la necesidad de expresar la vulnerabilidad y los miedos varoniles. Sin embargo, es peculiar y digno de mencionar, precisamente, cómo los personajes femeninos (encarnados por Anaïs Demoustier, Léa Drucker y Nadège Beausson-Diagne) tienen apenas un par de escenas y todo el potencial de sus roles está desaprovechado. De hecho, quedan relegadas a un segundo plano, casi anecdótico. Oímos hablar de ellas, pero siempre a través de una mirada masculina.

En definitiva, Las cartas de amor no existen se alza como una comedia romántica, o se podría decir de desamor, ligera y sencilla. No obstante, los hechos avanzan de manera inverosímil, haciendo que un metraje escueto se torne monótono. Se agradece su honestidad y rectitud en el mensaje, aunque se echa de menos un equilibrio entre lo absurdo y lo melancólico del relato.

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Revista Contraste
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Belle
Japón2021
6,8
2.686
Animación
9
7 de marzo de 2022
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La obra de Mamoru Hosoda delinea un mundo de realidad y fantasía en el que conviven el amor, el dolor, la superación y los traumas. Belle es un fascinante y emotivo proceso de crecimiento personal y empoderamiento femenino; una historia de amor propio que podría vincularse con cualquier relato de Disney, pero desde la perspectiva tradicional japonesa. Su potente imagen y su envolvente banda sonora se convierten en el alma del largometraje.

La cinta comienza con una estética que nos recuerda a producciones anteriores de Hosoda como Summer wars o Mirai, mi hermana pequeña. No obstante, evoluciona hacia lugares imprevisibles. Aun así, Belle no es una propuesta innovadora en sí misma. Su estructura en cuanto a la trama es relativamente simple yconsigue destacar gracias a un conjunto de pe-culiaridades que hacen de su mensaje algo único.

Suzu es una adolescente insegura tras la pérdida de su madre. Desde entonces, su vida consiste en deambular de casa al colegio y del colegio a casa. Cuando descubre el espacio virtual de U y asume el alter ego de Belle, vive un proceso terapéutico de autodesarrollo y sobrepone sus miedos hasta sentir-se capacitada de ayudar a otras personas.

La película simboliza los efectos nocivos del bullying y del odio creciente en las redes sociales que provoca alienación y angustia en los jóvenes. Se refleja con eficacia cómo estos pasan horas conecta-dos a la red como refugio ante las amenazas de la realidad, creando así un trastorno de identidad.

U se presenta como una aplicación en la que podemos conseguir todo aquello que no nos ofrece nues-tra vida real garantizando el anonimato. Es una especie de segunda oportunidad para ser libres y trans-formarnos en lo que deseamos, dejando de lado lo que la sociedad espera de nosotros.

Aunque internet está lleno de desconocidos con la capacidad de herir sensibilidades sin consecuencia alguna, Mamoru Hosoda advierte que también puede ser un lugar donde encontrar tu voz y esparcir empatía. Para Suzu, se convierte en una vía de escape donde expresar su dolor a través de la música.

A priori, el film se asemeja a la historia clásica de La Bella y la Bestia de Beaumont con una actuali-zación al siglo XXI. Sin embargo, lanza un poderoso mensaje sobre cómo no subestimar la fortaleza de nuestro interior y el valor de mostrarse como uno mismo.

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5
4 de febrero de 2022
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Durante los años setenta y ochenta, resurgió el Mod, una subcultura de rebelión juvenil que se caracterizaba por conducir las motocicletas scooters. Del mismo modo, Destino a Brighton resucita el movimiento a través de la nostalgia con la historia de John, un joven que se embarca en un viaje en moto para esparcir las cenizas de su padre en la ciudad de Brighton, y reencontrarse con el pasado de su progenitor.

Los jóvenes Patrick McNamee y Sacha Parkinson hacen un buen trabajo encarnando a un chico apenado y afligido por la pérdida, y a una chica descarada e independiente respectivamente, frente a un guion un tanto endeble. Sin embargo, el resto de personajes son plenamente estereotipados y las interpretaciones dejan mucho que desear. De hecho, el largometraje se sostiene en su mayoría gracias a una banda sonora que incluye éxitos clásicos de Paul Weller, The Jam, The Style Council y The Cords. Es inevitable pensar que la mayoría del presupuesto de esta pequeña producción independiente británica se haya destinado a los derechos de las canciones. Por otro lado, la música melodramática en las escenas con una mayor carga emocional queda algo redundante y le quita credibilidad a la propuesta.

Por lo que respecta a su ejecución, Chris Green, escritor y guionista, no aprovecha lo suficiente el recurso del paisaje característico de las road movies, al emplear planos que no favorecen al desarrollo del viaje y al abusar del uso de la cámara en mano. El arco de transformación del protagonista queda desdibujado por una predictibilidad en el desenlace. Asimismo, el montaje por el Brighton Pier –con una estética clara de videoclip que se alarga demasiado– no ayuda a eximir a esta cinta de estar sobrecargada, incluso con solo una hora y media de metraje.

Destino a Brighton no es necesariamente un título para el recuerdo, es más una película de confort y especialmente dirigida a los nostálgicos, pero es simpática y agradable de ver. Funciona como un coming-of-age film, con un encanto ingenuo y cándido engalanado con el estilo motero de la década de los setenta y ochenta.

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