La presencia en pantalla de Nicole Kidman siempre será motivo para ver una película. La verdad es que tengo debilidad por ella. Su estupendo porte, ergida, remilgada como las que tienen clase, todo ello al servicio de un metraje excesivo. Tan excesivo que da la impresión de que has visto dos películas.

La historia del comercio de ganado cansa y es un poco farragosa; luego llega la guerra y, ocupando ambas, una historia de amor cantada, y poco trascendente. Afortunadamente, todo ello se nos muestra a través de un esmerado álbum de fotos en el que Australia es la protagonista.

Magnífica historia a cerca del racismo en la América contemporánea. Se trata de una película dura, aunque no podía ser de otra forma teniendo en cuenta el tema se que se trata. Propone un claro alegato por la igualdad social, en un mundo donde aún persisten aquellos que piensan que las personas estamos jeraquizadas en función del color de nuestra piel, o de nuestros orígenes raciales o étnicos. No obstante la moraleja no es todo lo contundente que se esperaría, ya que el personaje de Norton, que se reforma de su pasado nazi, evoluciona en función a sus vivencias, y no en función a las ideas. Me explico: siente que se distancía de su familia, se ve obligado a pasar tres años en la cárcel donde sufre todo tipo de vejaciones, compromete el futuro de su hermano, etc. Esto le hace pensar: "Estoy cansado de estar cabreado", y decide acabar con su pasado para intentar otra vida mejor.

Es de agradecer lo hondo que cala el guión en el problema social. No pasa de puntillas, sino que lo aborda con toda claridad. Y si no recordemos ese mitín pseudo-político que Derek (Norton) proclama en la cena en casa con su familia. Éste culpa a los inmigrantes de todos los males sociales del país, y al menos vemos que su postura, aunque deprabable, es fiel a los pensamientos de un ultraderechista. Esto aporta veracidad y rigor a la historia.

El director plantea así una trama compleja en cuanto al fondo, pero nítida en cuento a la forma. Nos da una lección de cómo y cuándo utilizar los flash-back en una historia. Nos presenta el comienzo en el punto clave de la trama, y a partir de ahí va retrocediendo al pasado en el momento aportuno, tal y como lo pediría el espectador.

Edward Norton me ha vuelto a sorprender. Es un actor impresionante. Este papel está hecho a su medida. Su rostro refleja en cada momento la rabia, el odio, la pausa, el drama... Cuando quiere da miedo, y cuando quiere cambia de registro de forma natural. Posiblemente tarde en olvidar aquella sonrisa de odio que lucía al ser detenido. Impactante.

Parece como si el director hubiera cogido al azar un barrio cualquiera, y hubiera filmado con detalle los problemas más significativos de sus habitantes, sin escatimar realismo (me recordó a American Beauty). Es una película dura, que saca a relucir lo dificil que es ser feliz para la mayoría. En este retrato hiperrealista de la vida cotidiana, vemos que arriesgar una vida estable, aunque infeliz, es una apuesta tan arriesgada que casi nadie osa llevar a cabo, más aún si hay niños por medio. Por otro lado, con el personaje del "pervertido", el mensaje emanado, o por lo menos, el que yo he captado, es que el enfermo psicológico no elige su patología, ni la merece, sino que simplemente es marginado por la sociedad, una sociedad que en la distancia no conoce la verdadera naturaleza del que sufre. Con estas piezas el director forma un puzzle que encaja a la perfección, con vidas que se cruzan por momentos, historias paralelas conectadas por un guión de cine, en un filme que seguramente te hará reflexionar sobre la vida, la felicidad y la fatalidad.

Puede que sea la más convencional de las historias de amor, en la que dos adolescentes viven su primer romance, y luego la diferencia de clases los separa. Sobre esta base sencilla, la historia está bien dirigida, sin grandes alardes, pero ofrece la dosis justa para que el espectador se conmueva e identifique claramente el significado del amor verdadero. Este último concepto está muy bien trabajado, y provoca una agradable sensación en el espectador, que comprueba cómo la concepción idealista del amor, también es posible.

Amelie es una película de ingenio, parece como surgida del sueño de alguna niña, la cual se hace mayor y consigue hacer feliz a los que la rodean. Narrada a modo de cuento, nos ofrece unas originales artimañas de las que la protagonista se vale para conseguir sus fines, con una creatividad que sorprende al espectador. Destacaría especialmente la manera de acercarse al hombre del que se enamora, al cual sumerge dentro de un laberinto de juegos y acertijos, que hacen que todos deseemos que al final se encuentren. Excelente actuación de Tautou, cuyos enormes y preciosos ojos ofrecen una inusual ternura y consiguen expresar todo tipo de sentimientos.