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Críticas de Chris Jiménez
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Críticas 2.192
Críticas ordenadas por utilidad
8
22 de febrero de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La habitación está iluminada por un rojo intenso. La prostituta corre asustada a esconderse detrás de la cama. De pie, en la entrada, está Peter Egermann, poco a poco penetrando en el cuarto. La cámara enfoca el rostro de la mujer durante 25 segundos y de repente unas manos la agarran y tiran de ella, estrangulándola en última instancia.
Sin lugar a dudas asistimos a una de las más escalofriantes secuencias jamás rodadas por el maestro Ingmar Bergman.

Tras haberse producido el brutal asesinato vamos atrás en el tiempo y nos disponemos a entrar en la vida de un matrimonio, Peter y Katarina Egermann, un matrimonio que se encamina a su autodestrucción por culpa de la indiferencia, las vacías emociones, las infidelidades, las mentiras, las inseguridades, la falta de confianza y de verdaderos sentimientos. Entre "flashbacks" y "flashforwards" somos testigos de cómo se radiografía la crisis de una pareja paralizada por su propio malestar, en la cual se ha instalado una distancia infranqueable sin posibilidad de arreglo, mientras que los distintos conocidos y familiares de Peter dudan y se sienten dolidos con respecto al crimen que se ha perpetrado.
Un inspector va recolectando información psicológica del asesino y así conocemos el mundo en el que éste habitaba: un mundo frío y sórdido, dominado por la hipocresía, la insatisfacción, el odio, la tediosa rutina y en el que un arrebato emocional "se considera casi como una obscenidad y un atentado a las buenas costumbres". Factores que han conducido inevitablemente al estallido de violencia de Peter y al posterior homicidio de la joven "Ka".

62 años contaba el sr. Ingmar Bergman cuando se dispuso a abordar la que sería la penúltima obra, cinematográficamente hablando, de una extensa filmografía iniciada en 1.946 con el melodrama "Crisis" y que otorgaría algunos de los títulos más emblemáticos al cine, como "Fresas Salvajes", "El Manantial de la Doncella", "Gritos y Susurros" y muchos más, una filmografía reflejo del universo íntimo y alimentado por una profunda inquietud existencial que ha trasladado este sueco a la pantalla y que envuelve obras maestras de una intensidad tanto más excepcional por cuanto porta en ella cuestiones fundamentales que todo ser humano se plantea algún día, como pocos cineastas habrían tenido el valor de hacer.
Instituciones, obsesiones, motivos y figuras de estilo que determinan el marco físico/metafísico en el horizonte de unos cincuenta largometrajes realizados. "De la Vida de las Marionetas" se rueda en Alemania (Bergman aún está fuera por el problema de los impuestos) e introduce al director en la década de los '80, quien decide brindarnos un profundo análisis de aquellos personajes secundarios que hacían acto de presencia en "Secretos de un Matrimonio": una pareja, Peter y Katarina, que exhibe su odio en público durante una cena, los cuales estaban interpretados por Jan Malmsjö y Bibi Andersson.

La película escudriña nuevamente en el universo tan personal de Bergman (repitiéndose patrones ya vistos en otros trabajos), ese en el que tantas veces se nos han desnudado matrimonios cuyos pesares les colocaba un paso más cerca de la ruptura; es un recurrente para este hombre, presa de una erotomanía galopante que le llevó a casarse con seis mujeres y relacionarse con otras muchas. El realizador prosigue con la línea trazada en su cine a partir de la década de los '70, revelándose en él de manera más violenta, agresiva y áspera, la misma que alcanzó su culmen con "Gritos y Susurros". No obstante, con "De la Vida de las Marionetas" va un poco más allá.
Se construye un drama con sus miras puestas en el horror de la cotidianidad y centrándose en el paulatino resquebrajamiento de una pareja en crisis, que se halla estancada en un infierno sin salida donde el contacto repugna, las palabras son como espinas y las miradas se proyectan calculadoras y carentes de emoción. La clave es el pesimismo; el sexo, la psicología, los sueños, la familia, los miedos, las emociones, la amistad, la sociedad, todo esto se analiza para poder extraer lo más abyecto y corrupto de cada elemento, confluyendo en la misma atmósfera hostilidad y sordidez, morbo y frialdad, violencia y delicadeza, compasión y crueldad, en un extraño equilibrio que seguramente no alcanzaría la misma perfección en otras ocasiones.

La noción de angustia y malestar es perpetuamente interrogada por los personajes, como locura devoradora, ilusión irreductible, cara a cara entre el deseo y la muerte, prueba última de la verdad. Mientras tanto se realiza un estudio anacrónico del método "hitchcockiano" alrededor de un escabroso crimen cometido, que se nos presenta a modo de falso documental y fragmentado en un puzzle visual, algo que otorga un tono de crudo realismo, que hemos de juntar en tanto en cuanto más información se nos da de los protagonistas.
En este apartado no encontramos a los actores predilectos del sueco, aunque esto lo cubre la solvencia de un soberbio reparto en el que destacan Robert Atzorn, Christine Buchegger, Martin Benrath, Lola Müthel, Walter Schmidinger, maravilloso en el papel de Tim, el amigo homosexual, y por supuesto una Rita Russek magistral dando vida a "Ka", desencadenante de la furia de Peter cuyo final será evidentemente trágico.

Desde la impactante escena inicial ya se puede intuir la tónica predominante de la película. Se trata de la evocación de una agonía: deslumbrante como un fuego último, rojo como la sangre, y posteriormente negro como la muerte y blanco como el olvido.
"De la Vida de las Marionetas" pasa por ser de los films más viscerales, demoledores, explícitos, ácidos, sobrecogedores y desagradables de Bergman. No se ubica en la nómina de sus obras maestras, sin embargo posee una fuerza tan arrolladora que merecería considerarse seriamente.
Chris Jiménez
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8
19 de febrero de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
En efecto, porque así es como se sirve la venganza, y en Japón también se predica con el ejemplo.
Dicho refrán toma su máxima expresión en esta moderna película nipona que, pese a mis bajas expectativas iniciales, ha sido todo un hallazgo para mí.

Los acontecimientos de esta historia dan comienzo cuando la joven Asuza se lanza desde la azotea de uno de los edificios del instituto Tokumeikan, frente a sus profesores y compañeros, donde se halla el misterioso Shigeo. Algunos días más tarde, unos chicos penetran alegremente en el mismo centro cubriéndose las caras con unas extrañas máscaras que tienen forma de flor, obligando a cuatro maestros que se habían quedado a trabajar allí a participar en un juego: resolver un puzzle en 30 minutos o una de las profesoras será brutalmente torturada y asesinada.
Ese espantoso acto únicamente significará el principio de una serie de sucesos que sumirá a todos en el terror y la confusión, reanudando el psicópata de la máscara, el artífice, sus desafíos y juegos mientras más personas son asesinadas del modo más salvaje...pero lo más interesante es que una razón bien comprensible se esconde tras los homicidios, una razón donde toman parte la venganza, la justicia y la podrida moralidad humana. Asuza, que falló en su intento de suicidio, el cual fue el desencadenante principal, está a punto de descubrirlo.

Yusuke Yamada es conocido en tierras niponas por sus relatos y novelas de terror para adolescentes con significativas cargas morales, siendo aquella en que se basa el film una de las mejores. Habiéndose llevado otras novelas del escritor a la gran pantalla y con la gran cantidad de "thrillers" situados en ambientes escolares que se estrenan en Japón recientemente, la ocasión fue la idónea para adaptar "Puzzle". El casi recién iniciado director Eisuke Naito, responsable de un par de proyectos de bajo presupuesto enmarcados en el "j-horror" sin repercusión alguna, como la mediocre "The Crone", parte de una antología llevada a cabo por los productores de "The Ring", escribió el guión junto a Makoto Sasaki para llevar a cines la novela de Yamada.
Como he dicho antes, mis expectativas eran bastante bajas, sobre todo porque creí que iba a ver la típica cinta de terror japonesa de estudiantes y colegialas con los típicos personajes de estas historias, pero bien que me equivoqué cuando, apenas pasados cinco minutos, una chica se tira de cabeza desde lo alto de un edificio. Un comienzo suave, sí señor, y hecho para dejar boquiabierto...bien, pues eso no es nada comparado, pero nada nada, a lo que viene después.

Y es que Naito, demostrando una gran destreza como director pese a no tener una gran carrera a sus espaldas, nos mete de cabeza y sin anestesia en un brutal, oscuro y vertiginoso "thriller" que coge por sorpresa todo el tiempo por sus giros de guión. La estructura de la trama se muestra fragmentada y va todo el rato hacia delante y atrás, de ahí el doble sentido del título, presentándonos un pueblo tranquilo donde brilla el Sol y todo está lleno de color pero que encierra en sus hogares secretos espeluznantes (de esos que le gustan a Lynch). Cuando estos secretos son desvelados también vamos conociendo a los personajes y sumergiéndonos en una intrincada historia donde se exponen problemas tan actuales como el maltrato, la pederastia, el abuso escolar y sexual y la cual trata un tema básico: todo ser humano puede ser un monstruo, vil, retorcido y carente de ética.
Un detalle interesante es que, al igual que el americano solía hacer en sus films, Naito compara al hombre con el animal (obsérvese la escena en donde Asuza y Shigeo miran fijamente a la iguana comiéndose el ratón). En "Puzzle" se demuestra que esto es una gran verdad (y es que aquí no se salva ni el apuntador); todos los personajes, ya sean por un motivo u otro, se transforman en instrumentos de ira y venganza y se olvidan de que existen códigos morales. Por lo tanto podemos ver a Shigeo de primeras como un puto psicópata, pero luego, cuando conocemos sus intenciones y su proceder pues como que ya no queda tan claro.

Es un reto que nos propone la película: ¿quién es la víctima y quién el culpable pese a las apariencias? Buscadlo, porque os sorprenderéis cuando las cosas se tergiversen. Aparte de saber imprimirle un buen ritmo, el director posee talento para ponernos el estómago del revés con el uso de una violencia gráfica extrema y con esa atmósfera tan llena de extrañeza que pulula por toda la película, amén de ese humor negrísimo que la vuelve más siniestra si cabe, lo que en más de una ocasión puede traernos recuerdos del estilo de Sion Sono o de Takashi Miike...de hecho, me extraña que esta historia no la pillara Miike para dirigirla, con lo que le gustan a él estas movidas.
Los actores están al límite, todos y cada uno de ellos. La joven intérprete y modelo Kaho Indo sorprende en el papel de Asuza al igual que Shuhei Nomura, Ryuzo Tanaka, Kazuya Takahashi y la pobre Kokone Sasaki, quien encarna a la profesora Yasuda y que tuvo que soportar lo que no está escrito en la escena de la tortura.

¿Qué más se puede decir? Un "thriller" brutal, desconcertante, sórdido, hecho para cortarnos la respiración. Nunca sabes qué va a ocurrir (el final no te lo esperas), y eso hoy en día es difícil de ver en el cine.
Veremos con el tiempo, pero por ahora podemos decir que Eisuke Naito ha firmado su obra maestra.
Chris Jiménez
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8
12 de febrero de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Steve Judd y Gil Westrum, dos veteranos que ya han visto de todo, que ya se han enfrentado con la peor calaña imaginable, que ya han cabalgo muchas millas a lo largo y ancho de los vastos territorios que el salvaje Oeste ofrece, se aproximan decididos a lo que puede ser una muerte más que segura.
Pero allá se encaminan como valientes contra tres jóvenes cobardes, en lo que promete ser uno de los duelos cara a cara más memorables del "western".

Howard Hawks, John Sturges, Anthony Mann, John Ford. Nombres que significaron mucho para el que fue el género por excelencia de la industria americana. Nombres de realizadores que ayudaron a asentar las bases y definir las pautas de un estilo que durante los años '60 ya empezaba a caminar hacia su ocaso entrando en una crisis de la que muy pocos serían capaz de sacarle. Era la época del crepúsculo, anunciada muy amargamente por Ford en "El Hombre que Mató a Liberty Valance", estrenada, para más inri, el mismo año que la que nos ocupa.
Un joven de 35 años llamado Sam Peckinpah ya se empezaba a hacer un nombre tras haber trabajado como guionista y director en varias series de televisión, de culto para los aficionados al género, como "Flecha Rota", "El Hombre del Rifle" o "La Ley del Revólver". Aparte de eso, capitaneó como creador "The Westerner" para la NBC, con Brian Keith como protagonista, una serie que tuvo mala suerte con las audiencias, pues los programadores la enfrentaron en horario infantil con "Los Picapiedra" (¿pero a quién coño se le ocurre?).

Sea como fuere, aquella corta experiencia le llevó a la que fue su primera película, "Compañeros Mortales", donde no le dejaron encargarse ni del guión ni del montaje final, lo que acarreó tener serias disputas con los productores y un muy discreto paso por la taquilla, aun contando con Maureen O'Hara de protagonista. Gracias a que el productor Richard Lyons disfrutó con "The Westerner", ofreció a Peckinpah la oportunidad de dirigir el guión de otro "western", quien aceptó, trabajando mucho para reescribirlo incluyendo referencias autobiográficas (el personaje que interpreta Joel McCrea está basado en su padre David).
De este modo, aunque no figurara como uno de los guionistas, dio vida a una de esas magníficas obras del género. En ella nos encontramos a Judd, un veterano contratado para custodiar un cargamento de oro desde un pueblo minero asentado en la sierra hasta California, lo que parece ser una tarea complicada, pues varios hombres han muerto en esos terrenos en su intento de transportar el dinero. En otro tiempo habría aceptado solo, pero ahora, a comienzos del siglo XX, se ve mayor y necesita ayuda, y sólo se le ocurre pedírsela a su antiguo compañero Westrum, quien accederá llevando consigo al joven Longtree, aunque sus planes no sean proteger el oro, sino otros bien distintos.

Durante toda la historia nos cruzaremos con un importante dilema moral entre los protagonistas. Uno de ellos sólo quiere permanecer honrado, honesto y morir como un hombre decente; para el otro, sin embargo, la ética y la dignidad no importan absolutamente nada si no se tiene una buena cantidad de dinero cerca, pues el dinero influye en el respeto y el porvenir. Ideas que pondrán en conflicto a dos amigos que siempre habían permanecido fieles el uno al otro, ideas que han estado muy presentes en el cine de Peckinpah.
Esa es la clave de "Duelo en la Alta Sierra", cuyos primeros minutos, y tras un plano de apertura con el paisaje natural de montañas como protagonista que recuerda a los inicios de los films de Mann, nos muestran una ciudad tomada por guardias urbanos con casco y porra, coches atravesando las calles y hasta un camello venciendo en una carrera al animal icónico por excelencia del género, el caballo. Es decir, el director nos brinda un arranque que es todo un homenaje al "western", pero al mismo tiempo un preámbulo del ocaso del mismo. Sin duda lo es también la condición de los protagonistas, dos hombres a quienes todos tildan de carcamales y son llamados "abuelos" por una juventud maleducada e indisciplinada; así, Peckinpah crea un enfrentamiento entre la estoica generación del pasado y la actual, más rebelde y lista para tomar el mando (no se nota que son los '60, no).

No pueden estar más claras las intenciones del director. Mucho antes de llegar Leone, este poeta con alma de guerrero indio, usando su cámara como un puñado de papel de lija, desnudó el mundo del "western" que tan grandilocuente e ingenuo se veía en las obras de Ford y Hawks, adornándolo de amargura, cinismo, violencia descarnada, esporádicas dosis de humor negro y un sentimiento fatalista que sólo se puede describir como descorazonador. Un buen ejemplo es esa escena en la que vemos al padre de Elsa rezando ante la tumba de su mujer mientras vemos por el fondo a los tres hombres partiendo a por el cargamento de oro.
A la cabeza tenemos dos icónicas figuras como Joel McCrea y Randolph Scott, éste en la que sería su última actuación tras una longeva carrera cinematográfica, junto a unos eficientes Ron Starr, Mariette Harley, James Drury, Warren Oates y L.Q. Jones, quienes, por muy jóvenes que sean, no eclipsan ni por un momento al veterano dúo.

En mi opinión, "Duelo en la Alta Sierra" no alcanza el apelativo de obra maestra que sí se lleva la apocalíptica "Grupo Salvaje", pero de todas formas puede ser recordada como uno de los "westerns" más brillantes, de poderosa influencia para gente como Leone, Eastwood, Siegel, Michael Winner, Walter Hill o el más posterior Quentin Tarantino, que en más de una ocasión lo ha admitido.
Sí, una de las mejores películas del Oeste...y todo sin dispararse una sola bala hasta que llega ese primer duelo entre el trío protagonista y los hermanos Hammond en la montaña.
Chris Jiménez
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5
7 de febrero de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Trágica aventura la del "Asesino de cientos", una que se extiende a través de las décadas hasta convertirse en leyenda viviente de una tierra que se queda tras sus pasos igual que los cadáveres con los que la ha ido alfombrando.
Y por fin podemos verla, en carne y hueso.

Tarea complicada. Ni aquella adaptación anime estrenada en 2.008, con sus más de 300 minutos totales, pudo hacer verdadera justicia a "Mugen no Junin", obra magna de Hiroaki Samura cuya extensión abarca desde 1.994 a 2.013, nada menos, y eso que sólo se concentra en una cuarta parte de toda su historia. Por tanto más peliaguda se ha presentado la tarea para Takashi Miike cuando encantado (ya que es un gran fan del manga) accedió a encargarse del "live action", carísima coproducción asiático-británica celebrada con cohetes por tratarse según algunos (erróneamente) de su 100.ª película.
Pero éste le confiere un toque mágico aun desestructurando la narrativa desde el mismísimo comienzo en que vemos al perseguido Manji junto a su desequilibrada hermana Machi ganándose por la fuerza el apodo de "asesino de cien hombres" durante una agobiante y frenética secuencia de sangre por los aires y katanas restallando; y al estar filmada en viscoso blanco y negro tanto se impregna de la esencia del "ken-geki" clásico como del imaginario híperestilizado y pintoresco del manga. El director logra un equilibrio visualmente atractivo, y la labor a la fotografía de Nobuyasu Kita contribuye a ello; el color llega, entonces, con la legendaria sacerdotisa Yaobikuni y los gusanos de inmortalidad que ofrece al moribundo Manji...

Y Tetsuya Oishi (responsable también del libreto del "live action" de "Death Note"), en su simplificación de las historias de cada personaje, que incluso el anime se tomaba tiempo para ir revelando capítulo tras capítulo, me planta en la cara la de Rin, cuyo dojo familiar ha sido asaltado por los singulares bandidos del Itto-ryu, siendo sus padres asesinados...pero ha pasado medio siglo desde la presentación del protagonista, de quien sólo sabemos lo que hemos visto. Este recurso tan usado de una trama en funcionamiento cortada de repente por otra es irritante, ya que la invade sin permiso.
Aquí la joven viene con su fatalidad personal a interferir en la existencia de Manji, que a cuentagotas conocemos gracias a pequeños "flashbacks" sin alcanzar la compleja riqueza del manga. En la unión de ambos se pierde algo de esa magia, aunque entre la superestrella Takuya Kimura y una improbable aunque visceral Hana Sugisaki (tal vez Fumi Nikaido o Erina Mano hubiesen sido mejor opción) haya cierta entrañable química, y Oishi construye el guión, porque no hay más remedio, a base de seguir un argumento, introducir otro de la nada y desarrollarlos en paralelo, hasta llegar a una confusa acumulación que ni siquiera Miike puede arreglar (de hecho esto es "marca de la casa" en sus "live actions").

En la historia principal (cruce nada disimulado de "Lady Snowblood" y "Valor de Ley" (el pistolero Cogburn por el ronin, ambos a falta de un ojo; Mattie por Rin, valientes y testarudas) en el universo bizarro, grotesco, feudal y medio fantasioso de "Ninja Scroll") van entrando uno por uno los diversos villanos del Itto-ryu, desgajados por la katana y los malos modales de Manji. Por otra parte conocemos la intriga conspiratoria que pergeña Kagimura, político de alto rango del Shogunato, contra Amatsu, líder del mismo Itto-ryu (Sota Fukushi no transmite su enfermiza ambición y oscuridad).
Así, mientras esos villanos llegan y son derrotados, o se van y no los volvemos a ver, y cuyas subtramas propias abarcan demasiado para el ajustado metraje, siendo reducidas a la nada (la maravillosa Makie y su tristísimo pasado, es menos que una sombra), en la obra original las maniobras de Kagimura se trataban poco a poco, pero aquí se muestran de repente y con el film muy avanzado. La luz y la oscuridad, la ambigüedad, la violencia, la moralidad siempre en desafío, la lealtad, la culpa eterna, son ideas que quedan y llegan a cierto nivel dramático, pero da la sensación de ser observadas sin toda la profundidad que merecían (Machi, por mucha importancia que pretendan darle, no significa nada en comparación con su análogo original).

Y esto enlaza con el trato que dan al misterioso grupo Mugai-ryu, increíble en el manga, cuyos actos también eran recuperados en el anime, estos extraños mercenarios que realizan actividades de espionaje y asesinato, nunca del todo claro a qué bando pertenecen; en el film, a más de la mitad de metraje, se meten con calzador en una historia donde ya no caben más personajes secundarios, por lo tanto detalles como qué leches hacen aquí quedan en el aire (un desperdicio de mi amada Chiaki Kuriyama en el papel de la pérfida Hyakurin).
Aún peor, se revela, de golpe y en boca del mismísimo Anotsu, toda la subtrama sobre los viejos odios entre las familias de éste y Rin, en una escena de encuentro con la niña en el bosque del todo gratuita y ridícula. Sin embargo Miike se recrea haciendo uso del abultado presupuesto y la refinada técnica en ese extenso clímax que recuerda al de "Trece Asesinos" o "Azumi" donde se nos arroja a un espectáculo descarnado y colorido de movimiento incesante y feroz violencia hecho para hipnotizar al fan del cine de samuráis, con todos los personajes enfrentados y volando miembros humanos, katanas, sangre, pólvora y kilos de humor negro aquí y allá.

¿Pero tiene sentido? En una ingeniosa broma metafílmica, Manji (al que por cierto quitan la significativa cruz gamada de su kimono para no ofender al público) confiesa a Rin no tener ni idea de a quien matar. Ni siquiera el protagonista sabe qué hacer (¡!).
De planearse una secuela, Oishi podría haber profundizado en las historias de mejor forma...pero no sucedió y, aunque visualmente impactante, volvemos a estar ante un "live action" que no adapta bien el material original, y que borra todos los instantes memorables del manga y el anime.
Chris Jiménez
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6
1 de febrero de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si, un grupo de pistoleros comandado por un despiadado gangster que no tienen ni puñetera idea de lo que están haciendo y está claro que la jugada les va a salir mal.
El pobre Charles Bronson estaba ahí, tan tranquilo con su huerto de sandías, sin molestar a nadie, y tienen que venir a fastidiarle. Pues en cuanto empuñe un arma los otros van a desear no haber nacido, porque...¡el día del melonero ha llegado!

Mr. Majestic era un superhéroe de la DC Comics que empezó sus aventuras a mediados de los '90, pero no es de él de quien estamos hablando ahora. Hablamos de Vincent Majestyk, un antiguo ranger y veterano de la guerra de Vietnam que ahora pasa sus días apaciblemente centrado en su campo de sandías y melones; un hombre cuya ambición es recoger su cosecha para ganar dinero, no se mete con nadie ni quiere problemas...más bien los problemas parecen venirle.
Y es que, desde que el maleante de tres al cuarto Bobby Kopas le ha hostigado y presionado para que se asocie con él, lo único que gana es una mala suerte que se acrecienta a pasos agigantados; denunciado por agresión con arma de fuego, es enchironado, pero el destino ha querido que comparta el autobús de la prisión con el famoso criminal Frank Renda. Tras una malísima decisión para lograr su excarcelación, Majestyk se convierte en el objetivo del gangster, quien sólo desea verle muerto antes de marcharse de Colorado. Aquél lo puede tolerar todo, que le amenacen, que le persigan, incluso que lo acusen injustamente...pero, joder, el que se atreva a tocar su cosecha de sandías lo pagará muy caro.

¿Qué nos podemos encontrar en "Mr. Majestyk"? Ni más ni menos que lo que uno ya se espera: la clásica película de acción de los '70 con Bronson haciendo de Bronson. Aunque el argumento no vaya más allá de la típica historia de enfrentamiento y venganza, hay que reconocer que como producto de entretenimiento el film es bueno. Si algo tienen los "thrillers" de esta década es brusquedad, aspereza y agresividad, heredado de las clásicas novelas negras americanas sobre criminales y tipos duros.
Y esto es algo que el sr. Leonard, como brillante escritor del género que es, sabe reflejar muy bien en las situaciones y diálogos que inventa. Fleischer dota de un ritmo ameno y un tono violento y descarado a la película, y aunque en ciertos momentos parezca que pretende imitar a Siegel o Peckinpah, su talento de realizador veterano hace mucho, poniéndolo de manifiesto, sobre todo, en las buenas secuencias de acción del film, siendo la mejor esa excitante persecución entre Majestyk y Renda.

Poco a poco, el sr. Bronson se estaba ganando a pulso el convertirse en el héroe de acción por excelencia de los '70, el más implacable y estoico, y eso que muchos lo consideraban un Clint Eastwood de garrafón (hasta que "El Justiciero de la Ciudad" cambió todo eso). Pero así era, gracias a "thrillers" como "América Violenta" o "Fríamente...sin Motivos Personales" y a los numerosos "westerns" que llevaba haciendo desde hacía tiempo, siendo "Hasta que Llegó su Hora" el más memorable, el buen hombre ya contaba con una sólida base de fans, y no sólo en EE.UU..
Después de estar a las órdenes de John Sturges y Duilio Coletti en "Caballos Salvajes", Bronson se volvía a meter en la piel del implacable hombre de acción que luchaba contra el crimen, al que ya se había acostumbrado, en "Mr. Majestyk", un film que contaba con el guión del gran autor Elmore Leonard (cosa que se nota bastante) y con Richard Fleischer tras la cámara, quien llegó tras haberse inmiscuido en los entresijos del mundo de la mafia con "El Don ha Muerto". Fleischer, ya habiendo demostrado su valía en otros notables "thrillers" de acción de la década, y "Fuga sin Fin" es un buen ejemplo de ello, era el perfecto para ocupar la silla de director.

Curioso sí que es el personaje al que da vida Charles Bronson; no le veo en una de Michael Winner haciendo de alguien como Vincent Majestyk, sobre todo por las inclinaciones tan conservadoras e intolerantes del director (bueno, con el paso del tiempo, Bronson también se volvió así). Acompañando al tipo del bigote fino y ojos entrecerrados está la guapa Linda Cristal y el mítico Al Lettieri, otra vez haciendo de cabrón, que no se le da nada mal, muy en la onda del Rudy Butler que interpretó en "La Huida".
Mucha palabrota, mucho tiro, mucho puñetazo, mucha sangre, mucha destrucción material, en fin, una de acción de los '70 perfecta para pasar un rato entretenido. Por desgracia falla en el final, demasiado precipitado y fácil...un verdadero anticlímax, diría yo. Ahí Fleischer debería haber tenido más tino.
Chris Jiménez
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