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Críticas de Kyrios
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Críticas 1.318
Críticas ordenadas por utilidad
5
26 de diciembre de 2014
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
De las decenas de adaptaciones cinematográficas que tiene la obra de Arthur Conan Doyle The Hound of the Baskervilles (En castellano, el Sabueso de los Baskerville) que fue publicada entre el 1901 y el 1902 (en The Strand Magazine) , seguramente la más célebre es la que produjo la compañía, también británica, Hammer en el 1959.

The Hound of The Baskverilles (El Perro de Baskervillle, 1959) fue la primera película de la Hammer en color. La dirigió Terence Fisher, cineasta notable que ya se había encargado de trasladar con éxito a la gran pantalla otras grandes obras de la literatura, como Drácula (Dracula, 1958) que adaptaba la obra homónima de Bram Stoker o The Curse of Frankenstein (La Maldición de Frankenstein, 1957) que derivaba de la novela de Mary Shelley, Frankenstein.

La película nos presenta pues el argumento de la novela que escribió a principios del Siglo XX el escritor británico. Sherlock Holmes y su fiel compañero, el doctor Watson, se ven inmersos en un nuevo caso. En esta ocasión deberán adivinar quién está detrás de las amenazas que se ciernan sobre Henry Baskerville, personaje sobre el cual se cierne una maldición, y es que parece que un perro negro atemoriza a su familia desde hace generaciones…

La película se abre con un flashback que precisamente nos cuenta la leyenda de la maldición que planea sobre los Baskerville. Un interesante prólogo, que nos evoca una secuencia con una belleza muy similar al terror gótico de la literatura inglesa, y que tantas veces plasmó Roger Corman (filtrándolo por vía americana) en sus filmes denostados con la etiqueta de Serie B. Terence Fisher, innegable director que firmó grandes películas dentro del género como las antes citadas, imprime al filme diversas secuencias que se relacionan con el género de terror. Bien es cierto que estas escenas son mucho menores en comparación con la trama detectivesca que ocupa la práctica totalidad del metraje, pero no se puede obviar que dichas escenas terroríficas están ahí (y el prólogo es una buena muestra).

Sin duda la baza más atractiva de la película la encontramos en el gran Sherlock Holmes, que interpreta Peter Cushing. Da la sensación de que Arthur Conan Doyle, escribía pensando en Cushing para que fuera el intérprete del filme, y es que cuesta imaginar a otro actor haciendo el papel. Y eso que en el reparto encontramos a otro gran actor y frecuente intérprete en las producciones de la Hammer, como es Cristopher Lee (el incombustible) haciendo el papel de Henry Baskerville. Sin embargo nadie consigue situarse a la misma altura que Cushing.

El Mal vuelve a aparecer en El Perro de Baskerville y al igual que lo hacía en Drácula, tiene un componente indudablemente atractivo[1]. El personaje que interpreta Christopher Lee se ve irremediablemente atraído por la que posteriormente se reconoce como la villana del filme (interpretada por Marla Landi). Ya el personaje de Watson, que interpreta André Morell, había sucumbido ante sus dotes, en una secuencia en la que sin mudar una palabra, la actriz mostraba sus dotes perversas para intrigar al señor Watson.

Aún así no deja de ser curioso que el Perro, que en la novela original alcanza unas cotas sobrenaturales importantes (o por lo menos en la primera parte de la obra) aparezca sólo en una secuencia en el filme y además como un perro cualquiera sin ningún tipo de adorno.El terror no aparece pues dentro de ningún plano de la película, sino que el cineasta nos oculta inteligentemente el perro en fuera de campo para que sea el espectador el que se imagine donde está el mal (los aullidos son un claro señuelo).

Seguramente el defecto principal de la película lo encontramos en su simpleza ideológica. A diferencia de Drácula, donde el cineasta conseguía quitar la carga literaria para hacer suya la obra y realizar una nueva concepción sobre el mito, en El Perro de Baskerville hay más de Arthur Conan Doyle que de Terence Fisher. La visión personal del director se cuenta con cuentagotas (valga la redundancia), como es la ya comentada visión sobre el mal, pero más allá de eso, el autor se ve inmerso en una película con tintes historicistas que apenas consigue mostrar algo sorprendente. Fisher está más preocupado por la gorra y la pipa de Sherlock Holmes que no por ampliar más sentidos al filme. Una especie de caligrafismo en el que se inscribirían posteriores películas de la Hammer, que produciría filmes de terror a mansalva.

[1] Paul Legett, Terence Fisher: Horror, Myth and Religion, Ed. MacFarland, North Carolina 2002, pp. 87

http://neokunst.wordpress.com/2014/12/26/el-perro-de-baskerville-1959/
Kyrios
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7
8 de septiembre de 2014
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
El Nido (El Nido, 1979) es una de las películas clave dentro de la filmografía de Jaime Armiñan, director español que a pesar de poseer obras de gran nivel tiene aún un reconocimiento minoritario. Y eso, hablando de una película como el nido, con una esencia tan libre y singular, es aún más doloroso.

Es difícil definir una película como El Nido. En el pequeño pueblo donde se ubica la acción, el colegio está representando una obra teatral, de ni más ni menos que de Shakespeare. Y podríamos decir que el tono trágico y teatral tiene una fuerte presencia en el filme, aunque nunca con un aspecto acartonado, sino recogiendo el espritu drámatico del escritor británico.

También es cierto que El Nido propone un guión que puede causar desasosiego en el espectador que afronte la película como una película más. Seguramente porque una de las bazas principales es el magnífico tratamiento que realiza Jaime de Armiñán con sus estrafalarios personajes, que pueden repeler al público. Armiñán no pretenden convencer a nadie por la vía fácil, y por este motivo nos encontramos ante unos personajes que no sólo es que no entren dentro de las convenciones habituales, sino que parecen no hacer ningún favor por ganarse la admiración del espectador.

El Nido nos desarrolla un caso de amor platónico. Nuestro protagonista principal, interpretado por Héctor Alterio , es un rico propietario que posee varias tierras heredadas de su mujer, que falleció tiempo atrás. La primera secuencia de la película define bien la esencia trágica que encierra: Y es que Nunca ha sido feliz. A pesar de tener un profundo respeto por su antigua compañera, nunca sintió realmente amor por ella. En dicha escena lo vemos abandonado en su lujoso piso, jugando al ajedrez sólo mientras se sirve la enésima copa de Whisky.

Por ese motivo, la inclusión del personaje de Anna Torrent en la vida de nuestro protagonista cambiará profundamente a nuestro soltero de oro. Anna Torrent interpreta a una pequeña adolescente de trece años, que a pesar de su edad, muestra una gran inteligencia y avidez Aquí Jaime de Armiñán vuelve acertar con el retrato, porque si ya anteriormente habíamos visto a un ser anclado en su soledad y que resultaba hermético para el espectador, otro tanto sucede con el personaje de Torrent. Porque no es sólo una simple niña de trece años, sino que a lo largo de la película seremos testigos del malditismo que rodea a la adolescente, que además de los profundos cambios que está padeciendo debido a su tierna edad, también ha de soportar un ambiente familiar muy poco propicio. Atención especial en este aspecto merece el personaje que interpreta Ovidi Montllor (no hace falta que recordemos que además de intérprete ha tocado otros muchos campos), el padre de la niña que no es capaz ni de castigar a su hija cuando está comete sus errores.

La película pues desarrolla una historia de amor, pero totalmente sui generis, sin que intervengan los elementos tradicionales. Por ejemplo, una de las constantes de El Nido son las peticiones constantes que la niña realiza sobre el personaje interpretado por Héctor Alterio. Un intercambio de roles que hace que la película tenga una idiosincrasia tan especial.Porque en parte una de las poéticas de la película es el retrato de la vorágine de la locura en la que cae nuestro protagonista. Para el recuerdo quedan las secuencias en las que a petición de la joven, nuestro protagonista acabará quemando los objetos personales de su antigua mujer.

Como no podía resultar de otra manera si hablamos de un amor prohibido, el pueblo entero se acabará oponiendo a la relación.Hemos de tener en cuenta que semejante argumento debió de causar una profunda conmoción al propio espectador que asistía a la sala de cine sólo cuatro años más tarde de la muerte del dictador, en plena transición.

Hay que destacar también diversos técnicos, como la fotografía de Teo Escamilla, que aprovecha perfectamente la explotación de los escenarios que utiliza la película, ambientada en plena campiña castellana. El paisaje de hecho, tiene un papel básico en el precioso final de la película, que alude al género western. Una vez nuestro protagonista ha comprendido que el amor con la joven es prácticamente imposible, Armiñán cierra el filme con un majestuoso final que une la condición del cine western, con un tiroteo entre las rocas que ineludiblemente alude al género citado, así como a la vena trágica que comentaba en un primer momento.

En conclusión, El Nido es una película extraña, que actúa como un imán sobre el espectador, repeliendo y atrayendo no sólo a diversos públicos, sino que a los mismos durante su visionado.

http://neokunst.wordpress.com/2014/09/07/el-nido-1979/
Kyrios
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6
10 de julio de 2014
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las dos últimas películas de William Friedkin han supuesto una revalorización de un director que no estaba pasando precisamente por los mejores momentos de su carrera. Poco se esperaba a estas alturas del director de The Exorcist (El Exorcista, 1974), pero lo cierto es que tanto con Killer Joe (Killer Joe, 2011) como con Bug (Bug, 2006) el cineasta ha vuelto a brillar con intensidad.

Bug es una extraña película. Lo que está claro es que Friedkin no cuenta con el enorme presupuesto con el que llegó a tener en algunos momentos de su carrera, por lo que la mayor parte del metraje del filme sucede en un mismo lugar (la habitación del motel en la que vive el personaje interpretado por Ashley Judd) y con un cartel de actores tan poco deslumbrante como numeroso. Pero aún así, Friedkin consigue imprimir su huella de autor en el filme, y salirse con la suya.

La película se inicia con una panorámica a vista de Helicóptero (argumentalmente tiene una explicación, es la presencia que aparecerá después en la película, una delirante visión de los dos protagonistas) que termina aproximándose al motel donde vive nuestra protagonista que tendrá un gran peso en el filme. El guión empieza a un ritmo pausado y calmado, mostrándonos la vida mediocre que lleva el personaje que encarna Ashley Judd, una mujer marcada por su divorcio y en especial por la pérdida de su hijo años atrás. En estos momentos Friedkin opta por un minimalismo plástico que sin embargo se traduce en unos correctos planos (generalmente representando la vida nocturna) que descubren la vida de nuestra protagonista. Especial atención para los interiores, tanto de la cochambrosa habitación del motel (el Raccord está realmente trabajado en este aspecto, y por momentos uno puede sentir la picazón de las chinches…aunque estén sólo en la cabeza de nuestros protagonistas) como del Bar-Discoteca donde trabaja también la única amiga de la protagonista, interpretada por Lynn Collins, que además es el personaje que se contrapone por peso natural a las características de su compañera.

Y así transcurre linealmente la película, hasta que Friedkin empieza a introducir algunos elementos sospechosos. Uno de ellos, aunque al fin y al cabo no deja de ser un truco con el que engaña al espectador (como lo son las constantes llamadas telefónicas que llegan a casa y que más tarde no vuelven a tener aparición) es el exnovio de la chica, interpretado por Harry Connick jr. No deja de ser irónico que pese al historial de malos tratos que lleva este personaje a sus espaldas, al fin y al cabo no acabe por convertirse en la amenaza principal de nuestra protagonista.

Y es que Bug no es una película al uso. Debe contemplarse como lo que es, un ejercicio con el que el director, Willia Friedkin, se permite realizar una gran broma de mal gusto, y que a todas luces resulta inquietante para la mente del espectador.
Porque a la triste vida de nuestra protagonista se añadirá un elemento totalmente desequilibrante, y que acabará por llevar a la película a unos derroteros totalmente histéricos que anteriormente sólo habían sido anunciados de manera muy ligera (en parte, por la ya comentada ambientación del filme). Se trata del personaje de Michael Shannon, un tipo extraño que acabará intimando con nuestra protagonista y que según él está siendo perseguido por el ejército (del que ha desertado). Y ahí empieza la locura, justo en el momento en el que este protagonista afirme con esquizofrénica afirmación que tiene insectos en su propia piel (de ahí el título de la película).

La película acabará derivando en una locura paranoide, en la cual somos testigos del descenso a los infiernos de los dos protagonistas (El exsoldado acaba convenciendo a la chica, que ya se encontraba mentalmente débil por diversas circunstancias y ahora acaba finalmente sucumbiendo ante la locura) que continuamente utilizan un lenguaje conspiranoico. Es cierto que la película de Friedkin acaba tirando más por la vía del impacto y de una estética desagradable que no por el intento serio de realizar una radiografía más o menos seria de la desquiciante situación en la que están los personajes.

Hay que destacar también la interesante ambientación que va progresando en la película, y que lo hace a la misma velocidad que la estabilidad mental de los personajes. Si el motel de por sí ya era bastante aterrador, aún resulta más inquietante con la visión definitiva, matizada por un potente foco de luz azul, así como por paneles de papel de aluminio que recubren la habitación (ya se sabe la ligazón entre locura y papel de aluminio). Sin duda las dos interpretaciones principales (las de Ashley Judd y Michael Shannon) elevan a la película, convirtiéndola en más allá de una simple anécdota.

http://neokunst.wordpress.com/2014/07/10/william-friedkin-bug-2006/
Kyrios
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7
1 de julio de 2014
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
The Flesh and the Fiends (La carne y el demonio, 1960) es una película que desgraciadamente está basada en un caso real, que sucedió en el siglo XIX. Se trató de un hecho que tuvo una gran resonancia mundial, y que a día de hoy sigue resultando espeluznante. Y es que en esos años, la medicina aún no estaba tan avanzada como hoy en día, y los médicos requerían de numerosos cadáveres para realizar sus experimentos. El problema vino cuando dos psicópatas trataron de hacerse ricos vendiendo cadáveres de personas que habían asesinado ellos mismos.

En realidad, esta historia real ya había sido tratada con anterioridad en el cine. Exactamente quince años que la Carne y el Demonio, con la adaptación cinematográfica del director Robert Wise, titulada The Body Snatcher (El ladrón de cadáveres, 1945). Por si fuera poco, ambas comparten bastantes similitudes argumentales, aunque hay que decir que el Ladrón de cadáveres de Wise no se ajustaba tanto a la realidad histórica de Burke y Hare, y para más Inri sólo había un ladrón de cadáveres, y no dos como fue en realidad.

Una de las cosas que sorprende de la producción de la película, es que no fue la célebre compañía británica Hammer la que estuvo detrás del filme, sino la productora Triad, lo que quizá explicaría varias cosas. Una de ellas, la poca relación que tiene La carne y el demonio, a pesar de ser una película etiquetada como terror, con otras obras de marcado carácter popular de la casa Hammer, cosa que ya comprobamos desde su factura en Blanco y negro. La Carne y el demonio, es una película que realmente está más cerca de obras como Psycho (Psicosis, 1960) o Pepping Tom (El fotógrafo del Pánico, 1960) que la versión de Dracula, prince of darknees (Drácula, príncipe de las tinieblas, 1966). El problema es que la película recibió unos resultados en taquilla bastante pobres, lo que en parte ha servido para condenar la película al olvido.

La acción nos sitúa en la ciudad de Edimburgo, donde asistimos a las clases del profesor de medicina que encarna Peter Cushing. Aquí ya nos encontramos una semejanza bastante notable con la película anteriormente citada de Wise, y es que el protagonista principal que interpreta Cushing tiene muchas semejanzas con el que veíamos en el Ladrón de Cadáveres, de manos de Boris Karloff. Nuestro médico es un personaje que se desvive por su trabajo, y que no tiene la más mínima consideración por los turbios negocios en los que están envueltos sus procuradores cadáveres. A pesar de todo, no es realmente un personaje negativo, y la película apunta quizá-y vagamente- a la ciencia como la culpable de los desmanes que acaban por tener lugar en la población. En este sentido podemos relacionar la secuencia que tiene lugar en una fiesta, donde Cushing acaba encarándose con otros compañeros de profesión, y teniendo un acalorado debate con un cura, porque el personaje de Cushing parece dudar del espíritu, al que afirma no haber visto jamás en sus disecciones.

Quizá lo más interesante resulta el personaje de Chris Jackson, que interpreta John Cairney. Este personaje es un joven que suspende parte del curso, pero que sin embargo recibe de su profesor (Cushing) un sueldo como ayudante en la cripta donde se recuperan los cadáveres. Lo primero que choca es que por momentos parece cobrar una importancia más grande que la del propio actor principal, pero es que además a tres cuartos de la película, el personaje es asesinado. La estructura del film va pues, más allá de la simple introducción, nudo y desenlace, porque a los dos psicópatas de Burke y Hare los encuentran y atrapan bastante antes de que finalice la película, cosa en gran medida sorprendente. En el último tercio del film somos testigos entre otras cosas, de la horrible venganza del pueblo hacía Burke y Hare (con un plano terriblemente violento en el que vemos a uno de los dos reos siendo ejecutados, sin que el montaje omita la violencia del ahorcamiento) y por otra parte del linchamiento (metafórico) hacía el doctor, por haber promocionado a los dos asesinos.

También hay bastante jugo en la relación sentimental que desarrolla el personaje que interpreta Cairney. Durante el metraje lo vemos flirtear con una muchacha que se mueve en los bajos fondos, y que coquetea en desmesura con el alcohol. Gilling, el director, se sirve de estos ambientes para mostrar algunas secuencias bastante interesantes y sorprendentes, como alguna que otra imagen erótica.

Seguramente, una de las mejores bazas de la película, es la ambientación que presenta la película, mostrándonos la cara más oculta de un Edimburgo que rezuma putridez en muchos de sus escenarios. Desde el trastero del doctor que interpreta Cushing y donde coloca a los cadáveres en salmuera, hasta la posada donde viven (o vivían) Burke y Hare.


http://neokunst.wordpress.com/2014/07/01/la-carne-y-el-demonio-1960/
Kyrios
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3
20 de junio de 2014
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Terror Train (El tren del Terror, 1980) dirigida por Roger Spoottiswoode, es una de las películas del subgénero slasher que surgió como consecuencia del estreno y éxito masivo de Halloween (La noche de Halloween, 1978) de John Carpenter. Al igual que Prom Night (Prom Night. Llamadas de Terror, 1980) de Paul Lynch, ambas películas están protagonizadas por una de las musas del cine de los años ochenta, Jaime Lee Curtis (que ya aparecía en La Noche de Halloween, película que la alzó a la fama), además en ambas encontramos un sello de producción canadiense (en este caso una coproducción), pues en aquellos años empezaba a darse el fenómeno de la deslocalización en la industria Hollywoodiense, y parajes como Canadá resultaban idóneos para este tipo de producciones de bajo presupuesto. La película es la respuesta comercial de la Twentieth Century Fox, que vio con nerviosismo como la Paramount se le había adelantado con el estreno de la exitosa película de Sean .S Cunningham, Friday The 13th (Viernes 13, 1980).

La película es también el debut del director, Roger Spottiswoode, que seguiría realizando películas para Hollywood, pero siempre ligado comercialmente a la industria y sin capacidad de realizar nada destacable.

La primera secuencia de la película ya resulta bastante significativa y aparece repetida en muchos filmes de los años ochenta. Nos encontramos con un asesinato inicial, que trata de enganchar, mediante el recurso de la falsa hemoglobina, al espectador (mayoritariamente, adolescente). En realidad este primer capítulo está realizado de una manera bastante pobre, y con la inclusión del recurso de la cámara lenta, que en realidad poco bien le hace al film.

El guión juega con los clichés habituales que ya aparecían en La Noche de Halloween y que Viernes 13 desarrolló (superficialmente). Asesino enmascarado que irá eliminado poco a poco a los jóvenes protagonistas. Lo único que sorprende es la ubicación de la película, pues la acción transcurre casi enteramente en un tren en marcha, que se dirige hacía una fiesta especial. Nuestros protagonistas, como es lógico son una pandilla de adolescentes que celebran el fin de curso, y que deciden disfrazarse con el motivo de celebrar la fiesta de su graduación. Este es uno de los guiños que la película recoge, para jugar con la identidad del asesino, que se escuda detrás de una máscara (y que irá recogiendo algunos disfraces de sus víctimas). Destacable es el papel que nos ofrecen los únicos personajes ya entrados en años (los vigilantes y trabajadores del tren). Sí en la mayoría de estas películas tienen siempre un peso mucho menor, en el Tren del Terror aparecen con mayor incidencia.

Como es habitual en estas películas, el guión recoge para configurar al Boogeyman (el enemigo de nuestros protagonistas) una antigua leyenda negra que ya se había cernido con anterioridad en el mismo lugar en el que transcurren los hechos. El Boogeyman en cuestión es un extraño personaje, silencioso como el Michael Myers de La Noche de Halloween (Hasta el Freddy Krueger de A Nightmare in Elm Street es difícil encontrar un personaje que hable) y que viste una careta icónica del actor cómico Groucho Marx.

La fotografía de John Alcott recurre durante todo el metraje a la nocturnidad, y a los interiores del tren. En realidad en este sentido la película ha envejecido bastante, y la creatividad destaca por su ausencia. Quizá sólo podríamos rescatar el hecho de que al estar rodada en espacios tan reducidos (pasillos, habitaciones de trenes) el film logra crear una sensación claustrofóbica Se nota las prisas con las que se hizo la película (se cuenta que la película se realizó en menos de un mes), con tal de poder ser distribuida cuando antes.

Poco hay por rescatar en la película. El guión es completamente lineal y sólo en el tramo final acelera la película mostrando aún más violencia en el espectador. Aparición curiosa del mago David Copperfield en un pequeño papel interpretándose a si mismo. Los demás interpretes revelan sus escasas dotes, y Jaimie Lee Curtis seguía reivindicándose como la reina del subgénero.

http://neokunst.wordpress.com/2014/06/19/el-tren-del-terror-1980/
Kyrios
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