Ante tal aluvión de series desde hace unos años, los que somos adictos al audiovisual en general, nos las vemos y nos las deseamos para escoger un producto con calidad y dejar otros, a veces tan buenos, a veces mejores y a veces peores; ya que verlos todos es imposible. Las críticas, el éxito y el venir firmados el guión y la dirección por el realizador de "Cadena perpetua" y "La milla verde" me animó a dedicarles dos horas a los dos primeros capítulos, que es lo que duran incluyendo la publicidad, y el resultado me ha dejado profundamente satisfecho.
Se trata de entretenimiento puro y duro al estilo de otra series clásicas, con golpes de guión a mitad y final de capítulo y tramas que se abren y se mantienen maliciosamente para que no cambies de cadena hasta alcanzar un clímax perfectamente marcado y reconocible.
De hecho me recordó a "Prison Break", a su magnífica primera temporada y a como su éxito radicaba en engancharte a la tele y darte lo que buscabas al margen de cualquier lógica, utilizando trampas y sin ninguna intención de dejar un poso intelectual; simplemente persiguiendo el noble fin de entretener. El problema de depender tanto del espectador es que mientras haya demanda suele haber espectáculo aun cuando las ideas se acaben y haya que volver sobre los mismos trucos. Espero que con "Walking Dead", la AMC (con su incipiente buena reputación) sepa finalizarla manteniendo su dignidad sin necesidad de abocarse al precipicio del ridículo.
Por ahora, entretenimiento del bueno. Espero que siga así.

Cuarto largometraje del mexicano Iñárritu y posiblemente el más flojo (su carrera va en un ligerísimo declive, como la de Amenábar), y primera sin su compañero de escritorio Guillermo Arriaga. Rodada en una extraña Barcelona que no se parece mucho a la que yo conozco, y desde luego en nada a la idílica de Woody Allen, llena de guiris forrados; Biutiful sitúa en la capital del mapa de las miserias humanas a la ciudad condal (la única cosa en común con Vicky Cristina sería la presencia de Bardem).
El director americano utiliza el mismo estilo que en su anterior "Trilogía del dolor", cámara al hombro en constante movimiento, tonos fríos, oscuros y tristes (el fotógrafo Rodrigo Prieto es el gran fichaje para compensar la falta de Arriaga), y constantes saltos en las tramas para complicarnos la labor de atar los cabos. El problema está en que, ante el temor de agotar el discurso y para así, hacerse notar, le confiere al film cierta lírica que la convierte en una especie de oda a la pobreza (todas las críticas que había leído hasta ayer lo acusaban de pasarse con la fealdad). De hecho hay ciertos detalles escatológicos a mi entender omitibles, pero sin los cuales Iñárritu seguramente no conciba la historia. Por otra parte creo que abre demasiadas tramas y que le cuesta cerrarlas, lo cual a veces nos llega a desorientar, aunque el tono realista hace que no necesite obligatoriamente solucionar todas las incógnitas que van surgiendo a lo largo de los -un pelín largos- 145 minutos.
La música de Gustavo Santaolalla está bien pero me da la sensación de que ya la he escuchado en Babel o en 21 gramos, y algunas frasecillas de pájaros y cosas trascendentales pecan de cursis en un film que se pretende social, pero se lo perdonamos por ser sensibilidad marca de la casa.
En resumen, no es una mala película, pero tal vez se acuse la ausencia de Arriaga en el guión y abuse un poco de su estética de suburbio y de lo feo. Bardem por su parte, y como acostumbra, está inmenso.

Tras casi dos lustros después del exitazo (en las taquillas italianas, ya que a España llegó con 3 o 4 años de retraso) de "El último beso" y una aventura americana irregular de por medio, aunque digna y seguramente satisfactoria, Gabriele Muccino vuelve a la carga. Y es que, aunque Europa sea más de autorías que de géneros, la secuela era esperada. Por las siguientes razones: La primera: ha sido un exito de público y crítica. Ya conoce un remake americano (por cierto pasó sin pena ni gloria). El director es ya bastante más experimentado y sus años de Hollywood lo avalan. Y los actores han tenido en su mayoría gran éxito en el cine italiano. Si a esto le añadimos un ingrediente que nunca falla, que es el clásico costumbrismo italiano y un tema que suele funcionar también: el amor (sobre todo de pareja), está claro que se apuesta sobre seguro. Por lo demás el film se asemeja bastante al anterior (los mismos sueños fallidos, el mismo complejo de Peter Pan), sólo que en este Steffano Accorsi consigue caerme bastante peor que en el primero. Y al igual que el primero está siempre al borde del precipicio de la cursilería, pero el hecho de que no acabe cayendo en cierto modo lo cubre de encanto. Los actores están más que bien (no sé que decir de la hermana de la Bruni), la fotografía y la dirección impecables (vuelve a recurrir al salto de eje para imprimir ritmo a la historia) y a nivel de producción seguramente habrá habido más pasta. En general no me ha defraudado porque tampoco se ha distanciado mucho de la original, a pesar de que se ha pasado de una pelicula indie a una de género. En definitiva, razonablemente buena. Lo peor, cambiar a la Mezzogiorno por Vittoria Puccini.

Después del "Interrail" que Woody Allen se pegó por Europa, con subvenciones de la Generalitat y el ayuntamiento de Barcelona incluídas, por fin vuelve a su hogar... gracias a Dios...Porque Match Point no está mal, es un remake de "Delitos y faltas" pero está bien, "Scoop" flojísima,"El sueño de Cassandra" pasable, pero la de Bardem y Pe es directamente infumable. Con lo cual podemos extraer la conclusión de que Europa es para sus fieles y Nueva York para él. Y es que Woody Allen es Nueva York y Nueva York es Woody Allen, al menos para un servidor que nunca tal lugar ha pisado y la conoce sobre todo por este señor; son dos realidades indisolubles. Volvemos, por tanto, con este film al puente de Brooklyn en Manhattan, a los psicoanalistas de la quinta avenida, a los musicales de Broadway y a pasar el fin de semana en Atlantic City en lugar de hacerlo en Oviedo. Y es que volver a casa es un gustazo y sobre todo es un gustazo que nos damos sus incondicionales al sentir esa nostalgia de sus clásicos (se nota que este guión lo escribió hace unos treinta años) y paladearlo una vez más paseando desde nuestra butaca por las calles de la Gran Manzana disfrutando de ese negro sentido del humor. Para colmo el sustituto que ha buscado es posiblemente el que más se le parece (Larry david) de entre todos sus alter egos. En resumen, una película desternillante y evocadora de un cine que pensaba que ya no se hacía.

Pensé que algún día me cansaría de verla y ya van como unas diez veces, y todas ellas por casualidad, es decir, nunca buscándolo. Lo verdaderamente curioso es que la primera vez que la vi (en el cine hará unos 6 o 7 años) me pareció, por su estética de videoclip, que no pasaría del boom del momento sin apreciar que ciertamente estaba ante una magnífica película. Destila una veracidad como el mejor cine documental con la cámara en mano y actores no profesionales, lo que le da mucha más solidez como instrumento de denuncia. Todo eso aderezado con una narración dinámica y tiros por doquier que te garantizan que estarás entretenido todo el metraje. El resultado: un extraordianario producto, didáctico y divertido, y a pesar de su estética, sin fecha de caducidad.