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España España · Gijón
Críticas de Loberto
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Críticas 49
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
3
15 de septiembre de 2006
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si enumeramos todos los avances tecnológicos usados últimamente en el cine de terror (móviles, ordenadores, televisiones, cintas de vídeo...) resulta intrigante que nadie hubiese tenido la idea de mezclar este género con el mundillo del videojuego. Claro que, teniendo que soportar un escalofrío recorriendo tu columna vertebral cada vez que piensas en la asociación videojuego-peli-Uwe Boll, a la cosa había que echarle valor.

Así que, si Sadako usaba una vieja cinta de VHS para perpetuar su maldición, ¿por qué no iba a recurrir Elisabeth Báthory, más conocida como "La Condesa Sangrienta" (recomiendo leer algo sobre las poco agradables prácticas de la condesa transilvana) a un videojuego de última generación para sus fines? A nadie le debió importar mucho esta pregunta, porque en ningún momento nos dan esa información, así como no se nos explica cómo es que el videojuego mata. También lo de que ella pasase toda su vida (y muerte) en el Viejo Continente no debió ser óbice para que maldijese a los USA de tan cruel manera, pero bueno, qué se le va a hacer.

Otra cosa interesante es que, por lo desgranado en el tráiler y en la película, la regla principal es que "si mueres en el juego, mueres en la realidad". Este elemento, que podía funcionar como una fuente de tensión si estuviese bien aprovechado, deja de cumplirse cuando al guionista le interesa. Hay gente que muere en la realidad sin morir en el juego, hay gente que muere en el juego que no muere en la realidad, y tiro porque me toca. Además, anochece no cuando toca, sino cuando hace falta, y las cosas extrañas se suceden sin orden ni concierto.

En la parte buena, las escenas en las que vemos el juego en funcionamiento, lo cual ya debería indicar lo interesante del resto. Pero, a pesar de que durante el principio vemos bastante el desarrollo de las partidas, al final acaban por no aparecer demasiado, no sea que el público se divirtiese, caramba. Los actores están a la altura de sus papeles, y se limitan a poner cara de pena, de cabreo o de susto cuando la ocasión más o menos lo requiere. Destaca ligeramente Frankie Muniz, aunque sólo sea por no hacer de Malcolm.

Ah, por cierto, tampoco existe información de quién, por qué o para qué se programa un juego destinado a matar gente, pero bueno, como la explicación se supone ridícula, se han ahorrado el trago, para no chafar más la cosa. Digo yo que, como corre en Windows, el culpable de todo será Bill Gates, que para eso se rumorea que es el mismo demonio.
Loberto
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1
14 de septiembre de 2006
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque no lo parezca, Uwe Boll intenta hacer un favor a la humanidad, ya que en esta película parece empeñado en conseguir que nadie vuelva a contratar jamás a Slater, a Dorff, y a Dios gracias, a Tara Reid.

Una cosa que nunca he entendido de la mayoría del cine de acción actual es el uso de la cámara lenta para ver cómo camina un actor, o lo espectacular que es girarse en redondo cuando se lleva un abrigo de tres cuartos, mientras que en las escenas de lucha se procura cambiar de plano lo más rápido y lo más a menudo posible, supongo que para evitar la incapacidad atlética de los participantes. Es como si en unos Juegos Olímpicos te hiciesen ver la maratón en cámara lenta para luego poner la llegada a toda velocidad.

Sin embargo, lo peor con diferencia no son las actuaciones, que se limitan a repetir lo que el guión (si éste existiese, extremo no confirmado aún); ni lo malo de algunos FX; ni el personaje de Tara Reid de "yo pasaba por aquí, y me veo envuelta en este lío"; ni siquiera el no descubrir en ningún momento a dónde te quiere llevar todo el rollo. No, lo peor es la desgana infinita con la que parece toda la película hecha, que transmite una falta de compromiso y esfuerzo que más parece un castigo para los que trabajan en ella que para los que la ven (y es una experiencia dolorosa, créanme).

Quizá lo que pretende Uwe Boll es dinamitar el mundo de los videojuegos, más que homenajearlos, quizás porque no conseguía pasar de la primera pantalla del Mario en su mocedad. A los niños del futuro, en vez de quitarles la Play, les obligarán a ver esto cuando se porten mal, aunque se me antoja cruel.

Un aviso final: si alguien la intenta ver con el fin de echarse unas risas, que lo olvide. Esto no es "Druidas", de verdad. No es "tan mala que hace gracia", no. Es mala a secas, que es mucho peor.
Loberto
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4
13 de septiembre de 2006
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con "Thai Dragon" se vuelven a reunir los responsables principales de "Ong-Bak", como su director, Prachya Pinkaew, y parte del reparto, encabezado por Panom Yeerum, que en un alarde de vista comercial, se ha "rebautizado" como Tony Jaa, que sin ser un nombre particularmente elegante, sí que facilita que el público no tailandés (que la verdad, es un montón) se pueda quedar con él.

Al igual que la mencionada "Ong-Bak", de nuevo se trata de ver a este fornido mozo dando rodillazos, codazos, cabezazos, así como piruetas imposibles para cualquiera, excepto quizás para Spiderman, y eso es lo que da la película. Es más, el ritmo de desencajado/quebrado/tronchado de extremidades es mayor que si juntásemos a tres Steven Seagal, y lo que en un primer momento impresiona y entretiene, acaba haciéndose un tanto pesado. Como en toda peli de artes marciales, los rivales serán cada vez más pintorescos y complicados, y esta vez nos encontramos entre ellos a un tipo salido de la lucha libre y a Ronaldinho bailando capoeira. Lo nunca visto.

Entre esas escenas discurre lo que suponemos un intento de argumento, con varios personajes que pasaban por allí, y entran y salen de la pantalla cuando al director le apetece, o se acuerda de que algo tenían que ver con la historia, cosa que no acaba de quedar clara. A nivel actoral, poco se puede comentar: los malos fruncen el ceño, el alivio cómico procura hacer el ridículo, y Tony Jaa pega patadas, que para eso está.

En cuanto a las luchas, si bien es deudora de las acrobacias de Jackie Chan, no existe el sentido del humor y de la violencia de tebeo de las pelis de éste, sino que aquí hay sangre, mucho hueso roto y también tendones cortados. Es difícil saber por qué en una película pensada como espectáculo hay escenas tan duras como en esta ocasión. Probablemente se acaben dando cuenta de que no hay que tomarse tan serio a uno mismo cuando se ofrece este tipo de producto, y entonces, las cosas irán a mejor.

Por cierto, ¿dónde está el dragón del título?
Loberto
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6
5 de septiembre de 2006
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde hace un tiempo a esta parte, nos llegan películas en las que un señor se lía la manta a la cabeza y decide ser guionista, productor, actor, montador y compositor, todo en uno. Uno de estos casos es el de Shane Carruth, que muy posiblemente se encargase también de hacer la colada, e incluso del catering para sus amiguetes.

Es cierto que eso no tiene por qué ser malo, aunque ejemplos como "Malevolence" o "El Mexicano" apunten hacia lo contrario con energía, pero tampoco es garantía de obtener una obra de calidad. Sobre todo, si tú eres el único que sabe lo que está sucediendo en la película.

Es cierto que se adivina una intensa planificación de cada escena, y que el aspecto feote, de pseudo-documental, atraerá a mucha gente, pero la información está tan dosificada, y la línea temporal es tan confusa (algo evidentemente hecho a propósito, no sea que se entienda a la primera), que a la mínima de cambio, el espectador que se desconecte un femtosegundo, posiblemente ya no vuelva a engancharse más, como un ciclista haciendo la goma en una etapa alpina.

Películas como "Memento" o "El Sexto Sentido" juegan con el doble sentido de lo que muestran en pantalla, y pueden requerir un nuevo visionado, pero en el fondo, son películas clásicas en su guión y desarrollo, y por eso sorprenden y asombran a partes iguales. Sin embargo, "Primer" con lo que juega es con el montaje y los giros argumentales, de forma que al final uno tiene la sensación desazonante de que le han hurtado alguna parte importante del film, o alguna parte importante de un hemisferio cerebral, que uno nunca sabe.

En resumen, una película que gustará o no, pero que difícilmente dejará indiferente a alguien, aunque sólo sea por las interrogantes que un viaje en el tiempo plantea. Quizá un día salga una edición en dvd donde Carruth explique todo lo que quería decir, o con algún final alternativo. O mejor dicho, con infinitos finales alternativos.
Loberto
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