Después de verla no queda más que una palabra: decepción. Con dos actores de primer nivel como Nolte y Winger y un guión de Athur Miller uno podía esperar algo sensiblemente mejor. Lo que nos ofrece es algo engañoso, espeso y confuso, en donde el espectador se pierde continuamente en los entresijos que van apareciendo.
Lo cierto es que lo único que da cierto aire de seriedad a la película es Nick Nolte, tan profesional como siempre al que quizá lo que le falla es su falta de química con Debra Winger. Los demás personajes se quedan en esa nebulosa de confusión y opacidad.
En fin, una película que pasó sin más y que dejó ese gusto de decepción al verla, después de conocer todos los buenos ingredientes que la componían.

Este cortometraje de Mateo Gil se nos presenta como un asalto, una invasión a la supuesta inviolavilidad del domicilio, un ejercicio frío de puerta fría por dos fríos vendedores de enciclopedias y de humos. Eduardo Noriega retrata a su personaje como si paseara, con carisma y tranquilidad, creyéndose en todo momento su actuación. Pepón Nieto se refleja más distante, listo para el salto a la yugular y para el remate final. Una pareja que, combinada, da el pego. Petra Martínez es la candidez en persona, una ama de casa que, aunque ya presupone el truco, cae en la tela de araña urdida y tejida por el sistema de venta a domicilio a través de supuestos regalos inanes.

Acertada historia de otra década que nos recuerda cómo fue y cómo se materializaban esos "robos" consentidos en donde la víctima invitaba incluso a café a los "ladrones".

La conversación de los créditos finales sobra por chusca, innecesaria y grosera. Eso, a mi parecer, le resta varios puntos.

Hay maneras y maneras de contar una historia. Y Viktor, en este caso el Hitman, se presenta ante una cámara a contarnos su historia. Cómo crece en los suburbios de Bucarest, cómo se desarrolla como asesino frío, eficaz y calculador, y cómo desaparece para continuar su vida en Londres dejando atrás un pasado que nunca se va del todo. Perry Bhandal apuesta por la narración en primera persona a través de un Luke Goss que se muestra bastante sólido y con pocos registros interpretativos. Seco y directo, como tal vez exija el personaje. Pero la historia en sí misma comienza a dar una serie de vaivenes que, con el propósito de confundir al espectador, se tornan en un reflejo borroso de lo que se está contando. ¿El resultado? Pues que la hora y media que dura la película puede resultar excesiva y que se llega a un punto en donde poco importa lo que se nos está contando. Milagrosamente, en el último tramo remonta cerrando el círculo con un giro de guion bastante inesperado y que cierra de forma decente un convulso torbellino de ideas bastante extravagante y difuminado.

Como película de asesinos deja mucho que desear, aunque creo que el propósito era otro: mostrar el lado más personal de un Hitman que, a pesar de no buscar redención en ningún momento, sí parece encontrar un resquicio de esperanza para una vida empapada de violencia. Solvente en algunos tramos y en la mayoría algo aburrida. Pero aprueba por los pelos, que diría el Hitman rumano...

Maravillosa película en la que se nos regala una inolvidable actuación de Charles Laughton (Oscar al Mejor Actor) a través de la vida sentimental de Enrique VIII, ese rey inglés que rompió con la Iglesia católica romana y que unió Inglaterra y Gales. Alexander Korda nos lo presenta como un rey glotón, mujeriego y con poca decisión propia (hay que hacer notar que hasta el barbero real le hacía dudar en sus decisiones), que se casó seis veces y que esta cuestión le tenía frecuentemente preocupado: el matrimonio. La acción comienza con la ejecución de Ana Bolena y finaliza con la última de sus mujeres, Catalina Parr. En clave de tragicomedia, la película de Korda nos regala varios momentos que merecen estar sin duda en la historia del cine y unas frases totalmente míticas, amén de la actuación del propio Laughton y de su mujer, Elsa Lanchester, en el papel de Ana de Cleves, 4ª esposa del rey y posteriormente, su gran amiga.

Joya absoluta del cine. Por supuesto, totalmente recomendable.

- Señora, ¿podría quitarse el sombrero? Es que así no vemos el patíbulo... (Personas en el público en la ejecución de Ana Bolena)

Entrañable cortometraje de Borja Cobeaga en donde nos cuenta la pequeña historia de una anciana que llama a un gigoló para que la desvirgue. Éste se encuentra ante una situación nueva para él también e intenta enfrentarse al peso de las circunstancias. De manera cómica nos traslada la soledad, la inexperiencia e inocencia de esta anciana que quizá busca respuestas o, tal vez, algo de compañía. Allí acude Daniel, interpretado por Aitor Beltrán, un gigoló joven que no se espera este panorama por lo que sucumbe a la intimidación más absoluta que le trasmite la señora. Mariví Bilbao interpreta bastante bien este papel antes de consumarse su fama a través de la televisión en las series que ya todos conocemos.