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Seychelles Seychelles · Monchópolis
Críticas de Monchita
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Críticas 86
Críticas ordenadas por utilidad
6
31 de marzo de 2012
10 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Unos años antes de la Expo de Sevilla, las drogas dominaban el centro de la ciudad. La policía era incapaz de frenar el auge de camellos y consumidores, lo cual daría muy mala imagen a la ciudad de cara a la exposición universal. Pero ahí estaba el “Grupo 7” para acabar con todo ese narcotráfico.
La nueva película de Alberto Rodríguez es un drama policíaco centrado en las acciones de ese “Grupo 7”, una división de la policía encargada de atrapar a todo aquel relacionado con el mundo de las drogas. El joven e íntegro Ángel (Mario Casas) se une a ellos y se encontrará con una realidad cruda porque los policías utilizan unos métodos cuestionables: violencia, insultos, poco respeto.
Lo que nos plantea la película, a nivel psicológico, es el cambio de actitud de los protagonistas. Tanto el de Ángel, en su descenso a una moralidad dudosa, como el de Rafael (Antonio de la Torre), un hombre sin escrúpulos, asqueado de la vida, con el fantasma de su hermano drogadicto rondándole y que verá en una joven la posibilidad de la redención. Ambos cambios están dibujados sin mucho esmero porque no se muestra la evolución de sus caracteres, simplemente, cambian, como de forma repentina. Y es el espectador quien tiene que hilvanar en su cabeza cómo han llegado a ser, en la actualidad, Ángel y Rafael. Porque el público sabrá cuando pasan los años al verlo en los carteles a modo de intertítulos (mientras vemos, de fondo, cómo se va poniendo guapa Sevilla de cara a la Expo con esas imágenes de archivo) que tan torpemente inserta el director de la película. Falla en ese diseño de personajes tan pobre.
La fotografía y la iluminación presentan una ciudad sucia, fea, empobrecida, cuya alma se ha vendido al infierno de las drogas. Personajes pintorescos como La Caoba o el soplón, otros más chungos como el jefe de la mafia organizada; toda una rica fauna con la que lidiar y de la que no se saca todo el jugo necesario.
El ritmo de la narración es el adecuado. Pausado, sin altibajos, y sin prisas. Para que el espectador se meta y siga la trama sin complicaciones, para que se entretenga sin grandes esfuerzos.
No quedarán muchas escenas para el recuerdo en esta película. Bueno, una al menos sí, aunque para mal. Esa en la que Mario Casas empuña su arma al cielo y clama “shomohs el gupo sete”. Sí, dice algo así. Ya podrían darle lecciones de dicción. Muy mono, muy mono, pero este papel le queda grande. ¿Alguien se lo cree como padre de familia?
Monchita
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8
13 de febrero de 2013
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando hace casi un lustro se presentaba en la cartelera española una película sobre dos hombres que iban a esconderse en Brujas, a la espera de órdenes de un superior mafiosín, ya podíamos prever el cariz que tomaría la carrera de Martin McDonagh. Con su última película ha vuelto a retomar el humor británico negrísimo y la violencia, al más puro estilo tarantiniano. Sí, porque aunque las comparaciones sean odiosas, esa introducción bestial, con los dos esbirros asesinados a bocajarro mientras hablaban de cosas triviales recuerda mucho a las conversaciones y a las gamberradas de Tarantino.

Por suerte, después de esa presentación, la película no se desinfla. Es un constante ir y venir de diálogos ingeniosos y de violencia gratuita, con puntos álgidos como la escena en que Rockwell plantea un posible final para un guión. Quizá todo resulte hiperbólico, como ya ocurría en “Escondidos en Brujas”, a menudo, incluso, los personajes están demasiado caricaturizados. El argumento gira en torno a un guionista sin ideas (Farrell) llamado Marty (curioso, podría ser el álter ego del director) y un actor en paro (Rockwell) que se gana la vida secuestrando perros junto a un viejo de pasado turbio (Walken). Rockwell, en su afán por ayudar a escribir a su amigo, le introduce en un mundo de perversión y psicopatías cuando secuestran al pequeño Shih Tzu de un mafioso local (Harrelson). Esa base de metacine le da a McDonagh la excusa perfecta para exagerar a sus personajes. Ya se sabe, a veces la realidad supera a la ficción.
Dentro de la propia trama, encontramos especies de micropelículas cada vez que hay una idea para uno de los siete psiscópatas, título, también, de la obra que escribe el personaje de Farrell dentro de la propia película. Todas ellas son sangrientas y brutales, especialmente la de Dean Stanton o la de Waits (atentos a los créditos del final).

En cuanto a los personajes, Farrell está correcto, muy en la línea de 'Escondidos en Brujas', sin tanto movimiento de cejas, pero igualmente divertido y riéndose de los tópicos irlandeses (hace de escritor irlandés borracho) aunque, a veces, sobreactuado. Rockwell, de nuevo, muestra su capacidad para encarnar a tipos raros, insanos, histéricos, ambiguos; y nos regala la mejor interpretación de la película.

'Siete psicópatas' constituye un ejercicio cinematográfico fresco y divertido, con violencia y delirios por doquier, sin más pretensiones que hacernos pasar un rato ameno, con carcajadas incluidas. Quizá sea un clásico de culto en el futuro. Su mejor baza, el guion plagado de chistes, sus personajes exagerados y un Sam Rockwell en estado de gracia.
Monchita
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7
11 de julio de 2012
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cada uno afronta sus problemas como quiere, es cuestión de fuerza de voluntad. Si la vida te da limones, coge una botella de tequila, sal y disfruta. O haz limonada. El caso es, no te quedes en tu casa lamentándote, enfréntalos. A Isa (Élodie Bouchez) no sabemos cómo le ha ido. Aparentemente, no muy bien. Duerme donde puede y se saca un dinerillo de la venta de postales hechas a mano. Un día, en un nuevo trabajo, conoce a Marie (Natacha Régnier), otra joven de pasado desconocido pero, probablemente, como se deja entrever, turbio. Ambas conectarán enseguida e Isa irá a vivir con Marie al piso que ésta ocupa mientras las dueñas están en coma.

Zonca retrata con precisión una historia intimista sobre dos amigas unidas por la soledad (y la tristeza). Dos chicas desubicadas, buscando su lugar en el mundo que luchan por sobrevivir y salir al paso en el día a día. Zonca hace hincapié en los problemas económicos, en la dificultad de encontrar un buen trabajo, en la necesidad de sentirse amado y dichoso, y, también, en la búsqueda de vías de escape.

En la cotidianidad descrita por el director francés -también coguionista de la cinta -, hay espacio para que cada una de ellas sueñe con un futuro mejor, bien sea con posibilidades laborales, gracias al amor o a la amistad. Sin embargo, la fuerza de los sentimientos cuando no son correspondidos o la incertidumbre sobre el fututo, harán aflorar conflictos, irritabilidades y resentimientos.

'La vida soñada de los ángeles' es una película sobre el día a día, cuya mayor baza son la naturalidad, ternura y frescura de las dos protagonistas. Cada vez que Zonca enfoca sus miradas, el espectador las siente cien por cien sinceras, cercanas. Son un espejo. Y, a pesar de los tonos pesimistas de la fotografía, la franca sonrisa de Bouchez siempre será un hálito esperanzador. Porque para atrás, ni para tomar impulso.
Monchita
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4
1 de diciembre de 2013
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
A mediados de los noventa Vince Vaughn empezó a asomar su cabecita por los circuitos independientes. Se empezó a hablar de él gracias a la comedia dramática Swingers pero se hizo famoso por interpretar insulsamente el papel de Norman Bates en el remake de Psicosis pergeñado por Gus Van Sant. Aunque ha participado en unos cuantos dramas -psicológicos-, en la última década Vaughn se ha especializado sobre todo en las comedias tontainas protagonizadas por hombres de carácter inmaduro. Está encasillado en ese tipo de roles y, lo que es aún peor, muy pocas veces resulta gracioso y creíble (y mucho menos entrañable, debido a su cara con facciones de psicópata).

¡Menudo fenómeno! es una comedia romántica más dentro de su lineal carrera. Su personaje aquí es un patético cuarentón que ha decepcionado siempre a todos sus seres queridos. Trabaja en el negocio familiar de su padre como repartidor de carne y debe 80.000 dólares por los chanchullos varios a los que se dedica. Su novia le ha dado un ultimátum cuando se entera de que está embarazada y piensa que él no está capacitado para ejercer como padre. La cosa empeora cuando un abogado se presenta en su casa y le explica que, por sus donaciones de semen hechas hace veinte años bajo el nombre de Starbuck, ha engendrado 533 hijos. De esos, 142 van a ir a juicio para intentar derribar las leyes que avalan el anonimato de los donantes de esperma y así conocer la identidad de su padre biológico.

El vuelco que le ha dado este notición al personaje de Vaughn le servirá para plantearse cómo reorganizar su vida pues puede ser su última oportunidad. Como no puede ejercer de padre de más de 100 hijos, decide hacerles de ángel guardián y velar por cada uno de ellos, en la medida de lo posible. La película se balancea entre un humor simplón, inmaduro y de brocha gorda, digno del personaje principal, y el dramatismo fácil. La insipidez de un relato previsible y de manual, no explota las ridículas posibilidades de ser padre de una familia excesivamente numerosa. Se intenta apelar a la emotividad del espectador para hacerse cómplice de la redención de Vaughn en su lucha por crecer, madurar y tratar de reconducir su vida pero no lo consigue en ningún momento debido a la falta de salero de éste. Tampoco ayuda la poca química que demuestra junto a su compañera Cobie Smulders, más perdida que un belieber en un concierto de Los Rolling Stones.

No todo es negativo. Las pocas risas que soltaremos a lo largo de ¡Menudo fenómeno! llegan de la mano del genial Chris Pratt quien, cada vez que comparte una escena con Vaughn se lo merienda, y no porque haya querido tenido que engordar para su papel de abogado fracasado y padre de cuatro niños en su caótica familia, si no porque resulta entrañable, tierno, cercano y simpático.

Poco hay rescatable para nosotros, pues, en esta ¡Menudo fenómeno!. Y más si tenemos en cuenta que es un remake de la reciente y exitosa comedia canadiense Starbuck (2011). Es el propio director y guionista de la versión francófona quien ha adaptado y dirigido su película al inglés. El resultado es similar a otras innecesarias producciones del estilo (13 Tzameti, Funny Games U.S. …) pues, aparte de no aportar nada nuevo y más habiéndose hecho con tan poco espacio de tiempo, pierde el carácter único, el carisma de sus personajes y no innova ni añade matices. Sólo les sirve a los directores para llenarse más los bolsillos con un copia y pega de sus obras aunque, al menos, conserven la dignidad de no dejar que otros metan mano en sus productos.
Monchita
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6
2 de mayo de 2010
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ben ha suspendido el práctico del carnet del coche. Su madre le dará clases para que aprenda a conducir... su vida. Porque su estricta, agobiante, ultrareligiosa e hipócrita madre es la que decide sobre él, la que le obliga a buscarse un trabajo. Un trabajo que, afortunadamente, marcará su devenir. Y así le facilitará el tránsito de la adolescencia a la madurez. Vamos, una historia novedosa.
El cara-panoli de Rupert Grint (¡ojo!, no me meto con él; es el personaje quien requiere de un actor con esta "característica") encarna a un adolescente confundido, sin cabida en este mundo, que entabla amistad con una pizpireta anciana. ¿A qué recuerda esto? Sí, a 'Harold y Maude'. Pero ni Ben es Harold ni Evie es Maude. Ni 'Driving Lessons' destila esa maravillosa mezcla de humor negro y drama que emana de la peli americana.
De hecho, 'Driving Lessons' resulta más simple y colorista; con personajes poco carismáticos, no funciona el intento de meter a un secundario gracioso y la relación entre Ben y Evie no cuaja ni cala en el espectador a pesar de que los actores cumplan con sus roles. A la historia le falta más fuerza y empaque para ser más que interesante.
Monchita
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