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Seychelles Seychelles · Monchópolis
Voto de Monchita:
6
Thriller. Acción. Drama Año 1987. La ciudad de Sevilla se prepara para acoger la Expo del 92. Ángel (Mario Casas), un joven inteligente y ambicioso, aspira a ser inspector de policía, y entró en el cuerpo intentando respetar la ley. Rafael (Antonio de la Torre), en cambio, es un policía expeditivo, contundente y arrogante. Junto con Miguel (José Manuel Poga) y Mateo (Joaquín Núñez) forman el Grupo 7, un conjunto de policías sin escrúpulos, dispuestos a todo ... [+]
31 de marzo de 2012
10 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Unos años antes de la Expo de Sevilla, las drogas dominaban el centro de la ciudad. La policía era incapaz de frenar el auge de camellos y consumidores, lo cual daría muy mala imagen a la ciudad de cara a la exposición universal. Pero ahí estaba el “Grupo 7” para acabar con todo ese narcotráfico.
La nueva película de Alberto Rodríguez es un drama policíaco centrado en las acciones de ese “Grupo 7”, una división de la policía encargada de atrapar a todo aquel relacionado con el mundo de las drogas. El joven e íntegro Ángel (Mario Casas) se une a ellos y se encontrará con una realidad cruda porque los policías utilizan unos métodos cuestionables: violencia, insultos, poco respeto.
Lo que nos plantea la película, a nivel psicológico, es el cambio de actitud de los protagonistas. Tanto el de Ángel, en su descenso a una moralidad dudosa, como el de Rafael (Antonio de la Torre), un hombre sin escrúpulos, asqueado de la vida, con el fantasma de su hermano drogadicto rondándole y que verá en una joven la posibilidad de la redención. Ambos cambios están dibujados sin mucho esmero porque no se muestra la evolución de sus caracteres, simplemente, cambian, como de forma repentina. Y es el espectador quien tiene que hilvanar en su cabeza cómo han llegado a ser, en la actualidad, Ángel y Rafael. Porque el público sabrá cuando pasan los años al verlo en los carteles a modo de intertítulos (mientras vemos, de fondo, cómo se va poniendo guapa Sevilla de cara a la Expo con esas imágenes de archivo) que tan torpemente inserta el director de la película. Falla en ese diseño de personajes tan pobre.
La fotografía y la iluminación presentan una ciudad sucia, fea, empobrecida, cuya alma se ha vendido al infierno de las drogas. Personajes pintorescos como La Caoba o el soplón, otros más chungos como el jefe de la mafia organizada; toda una rica fauna con la que lidiar y de la que no se saca todo el jugo necesario.
El ritmo de la narración es el adecuado. Pausado, sin altibajos, y sin prisas. Para que el espectador se meta y siga la trama sin complicaciones, para que se entretenga sin grandes esfuerzos.
No quedarán muchas escenas para el recuerdo en esta película. Bueno, una al menos sí, aunque para mal. Esa en la que Mario Casas empuña su arma al cielo y clama “shomohs el gupo sete”. Sí, dice algo así. Ya podrían darle lecciones de dicción. Muy mono, muy mono, pero este papel le queda grande. ¿Alguien se lo cree como padre de familia?
Monchita
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