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Críticas de Time Bandit
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Críticas 124
Críticas ordenadas por utilidad
8
17 de octubre de 2013
24 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tercera película de la directora argentina Lucía Puenzo, que adapta su propia novela, que a su vez se basa en la historia real de Josef Mengele: un despiadado criminal Nazi, que tras la Segunda Guerra Mundial se refugio en Sudamérica, donde continuo con sus experimentos en animales y niños. Puenzo continúa en la línea de sus anteriores trabajos, aunque en este film el tema del despertar sexual (a diferencia de sus dos primeros trabajos) pasa más desapercibido, si que coincide con ella en el retrato de personajes imperfectos, y en la búsqueda de un refugio aislado del mundo exterior (el hotel en el lago, la comunidad de nazis refugiados…), aunque dichos refugios no son siempre tan idílicos como suelen parecer a simple vista.


Àlex Brendemühl da vida a Mengele, y la elección no podría haber sido más afortunada, no solo por el origen del actor (medio español y medio alemán), sino porque clava completamente el personaje. Su actuación es una de las mayores bazas de la película, ya que recrea perfectamente la personalidad fría y observadora de Mengele, como también su obsesión por su idea de perfección respecto al cuerpo humano. Por otro lado, Florencia Bado no se queda atrás pese a su temprana edad en su papel como Lilith, reflejando perfectamente el lado ingenuo e inocente de su personaje.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Time Bandit
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8
4 de octubre de 2013
28 de 40 usuarios han encontrado esta crítica útil
Predisposición, esa es la palabra clave para ver películas como esta, y que condiciona profundamente que la misma te parezca un viaje rebosante de imaginación y originalidad, o que simplemente te parezca paparruchada sin pies ni cabezas. Pero aun mentalizado en que, durante todo el transcurso de la película, serás testigo de unos acontecimientos con escasas dosis de realismo, no significa que termines satisfecho el visionado. Pero sin esa predisposición, es prácticamente imposible que te termine gustando (o directamente, que termines de verla). Es cierto que en varias partes de la película, especialmente en la primera mitad de la misma, la película parece más preocupada en convertirse en un catálogo de excentricidades, en lugar de preocuparse de contar una historia. Y de igual forma es cierto, que puede llegar a saturar al espectador, pero dejando al lado esos detalles, para mi está es una película con muchas más virtudes que defectos. Puede que no llegue a la altura de “Olvídate de mi”, pero tiene todos los ingredientes necesarios para (al menos) entretener (que no es poco) a todos los aficionados al cine de Michel Gondry.

Al inicio del film, se nos traslada a un mundo idílico, mágico, donde todos son felices y sonríen las 24 horas del día, todo eso marcado con toneladas de imaginación, y de efectos especiales un tanto rudimentarios, pero con encanto. En este mundo donde la gente actúa con normalidad ante acontecimientos de lo más variopintos e inverosímiles, la idea de que surja una nube de tormenta que ensombrece este mundo es lo que parece realmente inverosímil. Pero eso es precisamente lo que sucede aproximadamente a mitad del metraje, donde contemplamos como este mundo feliz e inmaculado va comenzando a tornarse triste y cada vez más oscuro. Porque, detrás de esa sobrecargada estética y de ciertos acontecimientos irreales e hiperbólicos, se encuentra una historia real y posible como la vida misma, en la que el paso de la más profunda de las alegrías a la más absoluta de las tragedias se mide únicamente con tiempo… de poco tiempo.

Si tendría que resumir esta película en una sola frase, lo haría con la siguiente: “un colorido e inusual cuento de hadas que se transforma…
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Time Bandit
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7
31 de marzo de 2015
18 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Curiosa obra, que sin alejarse del todo de los clichés estilísticos dentro del cine independiente estadounidense mayoritario en los últimos años, mezcla con gran acierto el Western apocalíptico, con el thriller y el drama familiar; pero por encima de todo, lo que aquí se cuenta es una historia de supervivencia. Algo que no aparenta ser nada fácil en un futuro altamente hostil (aunque, desgraciadamente verosímil en un futuro no tan lejano) en el que el agua es un bien escaso, por el cual la gente es capaz de matar o morir en un lugar donde imploran las leyes del viejo oeste norteamericano. La historia gira en torno a los miembros de una familia, centrándose en los tres varones de la misma en cada uno de los tres capítulos en los que se divide la trama: El padre, el novio de la hija, y el hermano de ésta. Lo cual podría ser interpretado como una mirada algo machista, ya que la única mujer de la familia, aunque sea el nexo entre los tres varones, queda relevada a un puesto muy secundario respecto a éstos.

Los problemas familiares, aunque parezcan trillados en un principio, se irán enriqueciendo con el transcurso de la historia; tanto es así, que el espectador no llegara a echar en falta mayor dosis de escenas de acción. Aunque seguramente sea el aroma a (spagetti) Western, unido a la ambientación post-apocalíptica, lo que mayor encanto de a la obra; a lo que ayuda la labor a la fotografía de Giles Nuttgens. A la dirección, Jake Paltrow (hermano de la oscarizada actriz Gwyneth Paltrow) realiza un interesante labor, donde destacan algunos planos muy inspirados; aunque el abuso del disolver una toma con otra como efecto de transición, y de la alternancia entre diferentes planos consecutivos con movimientos de cámara (zoom, como norma general), termina por resultar contraproducente.

El guión, premiado en el festival de Sitges, y firmado por el propio Paltrow puede no contener demasiados elementos originales, pero consigue desarrollar de manera satisfactoria todas sus tramas y subtramas. Y su falta de propuestas realmente novedosas es compensada por una historia trepidante, en la que hay que resaltar el giro que sufre la historia poco después de la media hora de metraje, y que condicionara el resto de la narración. El montaje ayuda a que su historia se narre con agilidad, y del que sólo se podría destacar de forma negativa; a parte de los abusos en las transiciones anteriormente mencionadas; algún momento extraño entre el cambio de planos (¿fallo de raccord?).

Otra obra pequeña que pasará desapercibida para la mayoría del público, pero que dejará un buen sabor de boca a los que se crucen con ella. Quien espere aquí un nuevo Mad Max, no verá cumplir sus expectativas. Pero quien quiera ver una película de ciencia ficción de bajo presupuesto (abundantes en el panorama de cine independiente estadounidense de los últimos años) con gusto a western clásico, disfrutará con esta “Young Ones”, una de esas obras cuyo resultado es claramente superior a la suma de sus partes.
Time Bandit
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8
20 de mayo de 2015
24 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uno de los personajes más emblemáticos del cine de los años ochenta, vuelve a la pantalla grande 30 años después de que se estrenara su última aventura. Y lo hace por todo lo alto, ofreciendo, tanto a los fans de la saga, como a recién iniciados a su mundo, una aventura de altura, con secuencias de acción inigualables. El creador de la saga, George Miller, vuelve al volante de la misma; pero esta vez sin contar con Mel Gibson como protagonista, cediendo el relevo a Tom Hardy; que ha demostrado ser una elección idónea. El cambio generacional es comprensible por el tiempo transcurrido entre las anteriores partes y esta lo cual se puede apreciar notablemente en el apartado visual, especialmente en las frenéticas persecuciones, pero manteniendo en todo momento el encanto de las originales.

El universo postapocalíptico de Mad Max se expande más que nunca con esta nueva entrega. El personaje central continua siendo un lobo solitario que lucha desesperadamente por sobrevivir, y deberá de huir de sus perseguidores, que esta vez no se contentarán con robarle la gasolina, si no que buscan también su sangre. Y ese es uno de los puntos más interesantes de “Mad Max: Furia en la carretera”, no sólo son limitados los recursos del agua y la gasolina, si no los propios seres humanos entendidos como tal. Ya que la sociedad que se nos muestra es de una estructura completamente piramidal, con un poderoso señor de la guerra en la cabeza, y con los escalones inferiores pensados exclusivamente para servir las necesidades de los de abajo. Prisioneros transformados en bolsas de sangre y órganos, mujeres esclavizadas con el único propósito de parir a los hijos del líder, y un ejército adoctrinado desde niños cuyo mayor aspiración es morir luchando, con una mezcla de fanatismo religioso y uso de drogas.

La obra original, “Mad Max, salvajes de la autopista”, era una muy modesta producción indie. La segunda, ”El Guerrero de la carretera”, sin perder esa esencia, fue una producción mucho más ambiciosa. Y la tercera, “Más allá de la cúpula del trueno”, tiró más por el lado comercial en todos los aspectos. Esta cuarta entrega de la saga sigue el camino de la segunda, la más completa y popular, y casi llega a su altura. Sin perder el espíritu del cine independiente y de serie B más gamberro, tiene todas las virtudes que todo blockbuster debería tener. A parte de funcionar como entretenimiento puro y duro, se tratan de temas de calado como las injusticias sociales a escala máxima en ambientes hostiles y el fanatismo religioso, y al mensaje ecológico propio de la saga, en esta nueva entrega se impone un claro mensaje antipatriarcal y feminista; todos esos temas tratados sin pizca de moralina y sensiblería barata habitual de las producciones de Hollywood.

Si espiritualmente la obra está más próxima con “El guerrero de la carretera”, coge el gusto por dotar a algunos personajes de mayor barroquismo, algo característico de “Más allá de la cúpula del trueno”, a destacar ese guitarrista ciego con lanzallamas incorporado. En cambio, lo que emparenta a “Furia en la carretera” con el origen de la saga, es que su villano esté interpretado por Hugh Keays-Byrne, que también ejerció de ese rol en “Salvajes de la autopista”. Hubiera sido interesante que Mel Gibson hubiera hecho una aparición similar. Respecto al sustituto de éste último, Tom Hardy interpreta de manera ejemplar a un Mad Max aún menos hablador que su predecesor, que está lejos del típico antihéroe lacónico que usa rompe el silencio con frases cortantes e irónicas. No, más bien se parece como un lobo solitario, desacostumbrado al contacto social y que solo habla como última opción. Junto a él, Charlize Theron da vida a una heroína fuerte, en las antípodas de lo que se podía esperar de un personaje femenino en una película de estas producciones. Destacando sus miradas, con las que expresa más que con sus propias miradas. Juntos completan un dúo como pocos en el cine actual.

Un guión que roza lo minimalista, donde la trama aparentemente sólo es una excusa para conectar entre si las diferentes secuencias de persecuciones. Pero este exceso de simpleza y la apariencia de que todo sea demasiado lineal, no tiene porque ser negativo; o al menos no afectar de tal manera al resultado final. Pues lo que consigue, al ir camino recto en lugar de andarse por las ramas, es que la historia se centre en lo principal de una manera más que efectiva. En definitiva, uno de los mejores blockbusters de los últimos años (¿el mejor desde que se estrenara la primera parte de “Los Vengadores? Puede ser), un entretenimiento de alto nivel, que esperemos que se mantenga en sus secuelas.
Time Bandit
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7
20 de diciembre de 2014
22 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
La comedia de la temporada del cine francés, que cuenta con una premisa bastante similar al mayor taquillazo español del año, “Ocho apellidos vascos”; con la diferencia que, mientras esta última, al igual que pasaba con la también francesa “Bienvenidos al norte” explota los tópicos y las diferencias entre las regiones, lo que limita el alcance de la mayor parte de su humor al ámbito nacional. En cambio, las diferencias entre los personajes de “¿Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho?” son mucho más universales, ya que no se basan en las distinciones entre dos regiones, ni siquiera de dos naciones, sino entre varias culturas (o religiones) diferentes. Puede que el matrimonio burgués y conservador testigo de cómo sus cuatro hijas se casan con un musulmán, un judío, un chino y un negro, que aquí nos encontramos sean franceses, pero podrían haber sido trasladados a cualquier otro país occidental sin necesidad de demasiados cambios.

Como ya apunta la premisa, el mayor peso de la trama (y de las situaciones cómicas) se apoya en las diferencias culturales, el hecho de que entre en tu familia una persona de otra cultura, etnia o religión, y los prejuicios entre éstos. Otro punto en común con la ya mencionada obra de Emilio Martínez-Lázaro es que ambas, pese a tratar temas tan espinosos como pueden ser ETA o el conflicto entre Palestina e Israel, en ningún momento salen del políticamente correcto humor blanco, pero no por ello perdiendo su efectividad. En ese aspecto, aciertan a no dibujar a los inesperados yernos (y sobre todo, a la familia del último de éstos) como si fueran ángeles perfectos y todo bondadosos, a los que el público se viera obligado a aceptar, simplemente, por su absoluta ausencia de maldad. En cambió, huyendo del maniqueísmo moralista, se muestran en todo momento como seres humanos, con virtudes y defectos similares al resto de los mortales, pero manteniendo sus características propias de su respectiva cultura.

El punto más flojo de la obra, sin duda alguna, es la insuficiente profundidad de todos los personajes; especialmente en el caso de las hijas, que salvo con la pintora-depresiva (que aun así, estas dos características no son suficientes para un personaje ni medianamente bien definido), del resto a parte de un par de menciones a su profesión, que tampoco resultan demasiado relevantes, no sabemos absolutamente nada sobre ellas. Aunque esto se compensa en parte por las correctas interpretaciones, donde destacan por encima del resto las de los veteranos Chantal Lauby y Christian Clavier. En cambio, su mayor baza a favor sea su ritmo, prácticamente carente de puntos bajos, que va “dejando caer” los momentos de mayor acierto cómico a buena distancia entre ellos: sin amontonarlos, ni dejando grandes “desiertos”. A lo que ayuda un montaje muy acertado, que en más de una ocasión colabora con éxito a la comicidad.

Una buena comedia para un mundo que cada día es poco a poco más universal, y afortunadamente, cada vez un poco más tolerante con el resto. Si esta obra tiene un mensaje, es que los prejuicios por muy grandes que sean, y por muy insalvables que parezcan las diferencias, siempre es posible derrotar esas dos barreras con voluntad mutua. Puede pecar de ser una visión, a día de hoy, todavía muy optimista, pero a veces hace falta para combatir el pesimismo del día a día. Y para eso, la risa siempre es una perfecta aliada.
Time Bandit
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