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Críticas de La Taverna del Mastí
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Críticas 204
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
7
16 de marzo de 2018
7 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
En un panorama cada vez más apretado y competitivo, unido al cambio de las tendencias del público mayoritario, los grandes estudios no están dispuestos a correr riesgos en sus producciones; sobretodo en aquellos géneros (como el de la ciencia ficción) que tradicionalmente son considerados como difíciles para la taquilla, a no ser que esté repleto de batallas interestelares. Se podría poner como ejemplo el caso de "Blade Runner 2049" de Dennis Villeneuve, tardía segunda parte del filme de culto firmado en los ochenta por Ridley Scott, que a pesar de su indiscutible calidad, así como el respeto y la fidelidad con su homóloga precedente, fracasó estrepitosamente en la taquilla debido, en gran medida, a las mismas razones que hicieran estrellarse en las carteleras a la cinta de Ridley, las cuales eran que pecaba de ser 'demasiado intelectual' y contener poca acción, ya que el espectador tras ver a Harrisond Ford equipado con su pistola en el póster se creía que vería algo similar a lo visto en 'La guerra de las galaxias'; es decir, a Ford pegando tiros a diestro y siniestro.

Una de esas majors que no está dispuesta a jugársela es la Paramount Pictures, sobretodo desde la irrupción de su nuevo director Jim Gianopulos. Según cita Hollywood Reporter de una fuente interna, el mandamás se ha dedicado a 'ver qué (merecía la pena) estrenar en cines y qué no en nuestra época'. En este sentido, una de esas películas controvertidas afectadas por estas medidas es "Aniquilación", segundo trabajo como director de Alex Garland (tras la fabulosa "Ex Machina"), el cual adapta libremente la novela homónima de Jeff Vandermeer; primer volumen de la Trilogía Southern Reach, una serie que crea un mundo como nunca se ha imaginado y que nos enfrenta al extraño ser que se esconde dentro de cada individuo.

La premisa gira en torno a la bióloga Lena, que tras el enigmático regreso de su marido tras una larga misión secreta, se incorpora a una expedición hacia una misteriosa región acordonada por el gobierno de los Estados Unidos. El grupo, compuesto por cinco mujeres científicas, investiga la zona X, un lugar controlado por una poderosa fuerza alienígena después de que una especie de meteorito impactara cerca de un faro.

Con "Aniquilación" se podría afirmar que Alex Garland se consolida como uno de los referentes del cine de ciencia ficción en la actualidad, ofreciendo propuestas interesantes y novedosas con respecto a la falta de imaginación reinante en nuestros días, a causa de la proliferación de los numerosos remakes, reboots, secuelas y spin offs que inundan semana tras semana las carteleras cinematográficas. Si existe un género dado al ingenio, ese es sin lugar a dudas el de la ciencia ficción, en el que engloba dentro de sus múltiples vertientes todo tipo de fantasías científicas, que pueden compaginar a la perfección con otros géneros dispares al imaginario. En este caso en concreto, "Aniquilación" parte de un argumento puramente fantástico, con una narrativa de exploración de un terreno inhóspito tras la irrupción de un objeto extraterrestre, dando paso posteriormente a pinceladas de auténtico terror psicológico y al miedo a lo desconocido, creando una atmósfera opresiva y perturbadora. La expedición hacia la Zona X no es más que un macguffin, una excusa para colocar a los personajes en una situación límite; y a partir de allí, dar rienda suelta a los temas que realmente quiere tratar, a través del diálogo y la metáfora visual. Sus cinco protagonistas se adentran en la Zona X para combatir sus demonios personales, perfectamente expuestos y desarrollados por Garland. Es un argumento similar al visto en la obra maestra de Andrei Tarkovski "Stalker" (salvando mucho las distancias, evidentemente), así como a la premisa del fabuloso remake de "La cosa" de John Carpenter y el de la mítica serie de televisión "Perdidos", con aquella isla repleta de misterios cada vez más extraños y atmósferas enrarecidas.

Natalie Portman es la protagonista absoluta del filme, apareciendo en casi todas las escenas, haciendo un excelente trabajo de contención, interpretando a un personaje que sostiene todo el peso argumental de la cinta. Los diferentes flashbacks perfilan de maravilla su arco narrativo, y exponen sus motivaciones y matices; además, también le aportan cierto empaque a Oscar Isaac, posiblemente el único personaje masculino con cierta entidad en la trama. En menor medida, destaca una estupenda Jennifer Jason Leigh, la cual podríamos afirmar que su colaboración con Quentin Tarantino (y su posterior nominación a los premios Oscar) la ha rescatado de su injusto olvido, dándole un segundo aire a su carrera. El resto de personajes están bastante estereotipados, siendo a mi entender, lo más flojo del filme. También destaca su ambientación exquisita, en la cual todo está cuidado hasta el mínimo detalle (impresionantes los últimos quince minutos, con detalles como la gotita de sangre o el vaso de agua), haciendo gala de una exuberancia visual, con una alucinante visión multicromática de barroquismo vegetal que nos permite asistir a un poema plasmado en imágenes, como si estuviéramos contemplando una obra de arte expresionista digna del mejor Monet.

Quizás, su mayor inconveniente es que una propuesta de este calado no se haya estrenado en la pantalla grande, debido a las pusilánimes políticas de una major que no está dispuesta a asumir ningún tipo de riesgo; aunque, por lo menos, nos queda el consuelo de que su estreno en la plataforma digital por excelencia Netflix, ha ayudado a que llegue a mucha más gente, que con unos pocos clicks y una simple suscripción, han podido disfrutar del talento de Garland desde la comodidad de su casa.
La Taverna del Mastí
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6
1 de marzo de 2018
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Cuando hablamos de Winston Churchill es hacerlo sobre una de las figuras políticas más importantes del Reino Unido; además de ser uno de los mandatarios que jugaron un papel clave en la Segunda Guerra Mundial. Su divisa "Sangre, sudor y lágrimas" logró elevar la moral de las tropas y de la población civil británica, para sostener la nación hasta la victoria aliada en la gran contienda.

A lo largo de su brillante carrera, Winston Churchill fue sucesivamente el hombre más popular y también el más criticado de Inglaterra, y a veces ambas cosas al mismo tiempo. Considerado el último de los grandes estadistas, siempre será recordado por su rara habilidad para predecir los acontecimientos futuros, lo que en ocasiones se convirtió en una pesada carga para sus compatriotas.

Durante años, Churchill fue algo así como la voz de la conciencia de su país, una voz que sacudía los espíritus y le susurraba grandes dosis de energía y valor. Su genio polifacético, además de llevarlo a conquistar la inmortalidad en el mundo de la política, lo hizo destacar como historiador, biógrafo, orador, corresponsal de guerra y bebedor de coñac; de igual modo que, en un plano más modesto, como pintor, albañil, novelista, aviador, jugador de polo, soldado y propietario de caballerías.

Neville Chamberlaim, primer ministro británico y defensor de una politica de apaciguamiento, sobrevió pocos meses al estallido de la Segunda Guerra Mundial. En una decisión arriesgada, el veterano Winston churchill, con amplia experiencia militar pero con un controvertido paso por el Ministerio de Hacienda, fue nombrado primer ministro durante el "Instante más oscuro" en la historia de las Islas Británicas, inspirando la resistencia británica con su carisma y fortaleza moral. Precisamente ese 'instante más oscuro' es lo que nos relata la película que nos concierne, dirigida por Joe Wright y protagonizada por un inconmensurable Gary Oldman.

Es realmente curioso que en pleno Brexit lleguen en la actualidad dos cintas británicas que reconstruyen la leyenda del crucial momento en el que Gran Bretaña no dio la espalda a Europa: Dunkerque y el instante más oscuro, que se complementan a la perfección como si fueran las dos caras de un disco de vinilo. Si Christopher Nolan se centraba en el épico proceso militar a cargo de los soldados y civiles en la conocida "Operación Dinamo"; Wright ensalza la figura del primer ministro británico, mostrando los movimientos políticos que llevaron a cabo la citada "Operación Dinamo" y posteriormente en la victoria aliada en la gran contienda.

Si hay algo que se eleva sobre el resto en este film, es sin lugar a dudas la electrizante y magnética interpretación de Gary Oldman, que trasciende los kilos de látex y maquillaje para su certera caracterización para brindarnos la interpretación masculina del año, en el que el actor desaparece sin dejar rastro y solamente vemos a Churchill en su estado más puro. Oldman brilla con luz propia y eleva muchísimo la calidad del filme, en el que sus irregularidades en su guión las compensa con su desparpajo y coléricos arrebatos. Además, cabe destacar en menor medida a Kristin Scott Thomas, así como a Lily James, esposa y secretaria personal del mandatario británico respectivamente, que se encargan de mostrar el lado más humano de un Churchill en el que sus ásperas formas generaban la mayor de las antipatías.

La calidad de la cinta está fuera de toda duda; sin embargo, a título personal y después de haber visto todos sus trabajos anteriores (sobretodo "Orgullo y prejuicio" y "Expiación: más allá de la pasión"), me parece una de las películas más flojas de su realizador, en la cual solamente un Gary Oldman en estado de gracia es capaz de insuflar todo el empaque del que carece una cinta irregular y un tanto fallida.
La Taverna del Mastí
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8
23 de febrero de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tonya Harding y Nancy Kerrigan eran las dos reinas del patinaje sobre hielo de Estados Unidos en los primeros años noventa. Se podría decir que, a pesar de su gran talento para el deporte, eran polos totalmente opuestos. Harding se crió en una familia humilde, pasando penurias económicas, así como el maltrato físico y psicológico de su madre. Sobre el hielo, todo se olvidaba debido a su gran talento y capacidad atlética. Destacó por sus saltos, siendo la segunda mujer del mundo (y la primera estadounidense) en completar un salto triple axel en una competición oficial; sin embargo, el patinaje artístico es un deporte en el que prima tanto el músculo como la elegancia y la femineidad. En el caso de Tonya, se podría decir que era poco refinada a la hora de elegir sus peinados, sus vestidos y hasta la música en competición (rock en lugar de ópera); unas características que le hacían perder puntos frente a sus competidoras. Por otro lado, Nancy era todo lo contrario. A pesar de que su familia era de clase modesta, siendo hija de un soldador y una ama de casa, se crío en un ambiente estable, propiciando que lo tuviera todo de cara para convertirse en una estrella del patinaje.

En 6 de enero de 1994, cuando estaba en juego las dos plazas olímpicas del equipo estadounidense, la joven y talentosa patinadora artística Nancy Kerrigan se encontraba en una de sus rutinarias sesiones de entrenamiento, preparándose ante la gran cita olímpica, que se celebraría ese mismo año en la ciudad noruega de Lillehammer. Tras terminar la sesión, se dirigió a los vestuarios para cambiarse de atuendo. Cuando se dispuso a quitarse los patines, un hombre salido de la nada, armado con una barra de hierro, le descargó un tremendo golpe en la rodilla, dándose posteriormente a la fuga y dejando tras de si a la patinadora rompiéndose de dolor. Las imágenes de Nancy Kerrigan llorando en agonía, y gritando desconsoladamente una y otra vez "¿por qué?", sacudieron el mundo del deporte. Nunca el patinaje artístico generó tanta atención mediática. Lo que en un principio parecía ser el acto fortuito de un perturbado, finalmente destapó una trama de conspiración, maltratos, envidia y venganza protagonizada por Tonya Harding, que supuestamente contrató a un matón (a través de su marido) para acabar con la carrera de su odiada rival.

Todo esto y mucho más viene plasmado en la película que nos concierne, titulada "Yo, Tonya", centrada en la historia de la patinadora de Portland (Oregón, Estados Unidos), considerada como la mayor villana del deporte estadounidense.

Margot Robbie, la actriz australiana que se dio a conocer en "El lobo de Wall Street" (The Wolf of Wall Street, 2013) de Martin Scorsese y que también interpretó de forma brillante a Harley Quinn en "Escuadrón Suicida" (Suicide Squad, 2016) de David Ayer, se encuentra al frente del proyecto desde el comienzo. Escrito por Steven Rogers, la actriz compró el guión de la película junto con sus socios a través de su productora, antes incluso de que saliera publicado en la 'Black list' de Hollywood; es decir, la lista de los mejores guiones de cine que no llegaron a rodarse. Y es que, cuando lo leyeron, se enamoraron y en 48 horas lo tenían. Tanto Rogers como Gillespie firman su mejor trabajo hasta la fecha. Sobre el guionista cabría decir que sorprende su cambio de registro, ya que todos los anteriores libretos estaban inmersos en el género romántico; y por otra parte, exceptuando su ópera prima "Lars y una chica de verdad" (Lars and the Real Girl, 2007), el cineasta ha tenido una trayectoria digamos un tanto mediocre. Con todos estos ingredientes, Robbie se reservó el papel protagonista que Hollywood se negaba a otorgarle, para conformar a la postre la que sin duda es una de las mejores películas de este año 2018.

Con un estilo a medio camino entre el falso documental y la comedia negra, "Yo, Tonya" se desmarca del resto de 'biopics' al uso, con una historia interesante que mantiene al espectador pegado en su butaca. El tono de 'mockumentary' que adquiere la cinta, recreando entrevistas a sus protagonistas (filmadas en un formato distinto al resto del metraje, y que cuentan su jodida verdad, tal y como relatan ellos mismos en el filme), propicia que hayan saltos en la linea temporal, otorgándole un ritmo vibrante que no decae en ningún segundo. Asimismo, sus personajes rompen 'la cuarta pared' en momentos determinados, algo que realmente me encanta, ya que te están haciendo partícipe de los hechos que relatan. Y por si esto no fuera suficiente, cuenta con una deliciosa selección de temazos pop y rock de los setenta y ochenta muy al estilo de Martin Scorsese o Quentin Tarantino... y ¿qué decir de las interpretaciones? Son de auténtico órdago. Margot Robbie está genial como Tonya Harding, conformando el mejor papel de su carrera; sin embargo, lo de Allison Janney es de otro planeta, ya que está impresionante encarnando a LaVona Golden, la madre maleducada y grotesca de Tonya (solamente por la alucinante escena de 'la flor y el jardinero' merece ganar todos los premios habidos y por haber).

En definitiva, "Yo, Tonya" es una película cuenta de forma brillante el ascenso y posterior caída y autodestrucción de una deportista que tuvo su minuto de gloria, que tal como llegó se desvaneció como una estrella fugaz contra la atmósfera terrestre. También es una cinta que te hará desencajar la mandíbula de tanto reír, por ese derroche de puro esperpento patetismo de sus personajes (ese guardaespaldas es como nuestro adorado "Torrente", pero pasado por el túrmix de los Hermanos Coen), al mismo tiempo que te hará conocer uno de los sucesos más lamentables y vergonzosos de la historia del deporte, realizando de paso, una brutal crítica a las formas pre-establecidas, y a los cánones de belleza y perfección, que priman más sobre el talento puramente dicho en una disciplina deportiva.
La Taverna del Mastí
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7
15 de febrero de 2018
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es de agradecer que existan cineastas con una personalidad propia y reconocida en el panorama cinematográfico actual; más concretamente en el Hollywood de nuestros días, en el que las numerosas franquicias de toda índole por una parte, y toda la retahíla de remakes, reboots y secuelas varias por otra, ocupan la gran mayoría de las producciones cinematográficas. Gente del talante de Christopher Nolan, Dennis Villeneuve o Guillermo del Toro que son capaces de marcar su personalísimo sello autoral en toda una superproducción, un hecho que levanta tanto pasiones como odios entre la crítica y público. A mi personalmente me encanta que, en un mundo cinéfilo tan desangelado y previsible, hayan directores que aporten su toque distintivo a sus obras, que a pesar de no ser distintas en su esencia, sí atesoran matices originales y dispares que las permiten desmarcarse de la monotonía imperante. Podemos citar perfectamente casos como el de "Dunkerque" (Dunkirk, 2017) de Christopher Nolan que parte de la conocida "Operación Dinamo" de la Segunda Guerra Mundial, pero que el realizador de "Memento" la plasma en la gran pantalla bajo su marcado y reconocible punto de vista, propiciando que sea un filme totalmente novedoso e insólito dentro de un género tan manido como el cine bélico.

Guillermo Del Toro cabría perfectamente en esta apreciación, ya que es un cineasta que cuenta con un universo propiamente dicho, caracterizado por sus espectaculares ambientes tétricos y agobiantes, repletos de situaciones mágicas y fantásticas. Su estilo está marcado por su gusto por la biología, por la escuela de arte simbolista, su fascinación por el mundo fantástico desde el punto de vista de los cuentos de hadas y su predilección por los temas oscuros. Sus trabajos incluyen frecuentemente monstruos o seres fantásticos.

Del Toro es un cineasta que ha dirigido una amplia variedad de películas, desde adaptaciones de cómics (como las dos entregas de "Hellboy" y "Blade II"), hasta películas de terror y fantasía histórica, dos de las cuales se sitúan en España en la época de la Guerra Civil Española y el periodo inmediatamente posterior, durante el régimen dictatorial del General Franco. Estas películas, "El espinazo del diablo" (Id., 2001) y "El laberinto del fauno" (Pan's Labyrinth, 2006) también comparten aspectos similares: protagonistas (niños pequeños) y temática (como la relación entre terror y fantasía, así como el vivir bajo el yugo de un régimen fascista o dictatorial). Sus obras son un recordatorio constante de que la fantasía es una buena forma de mostrar la realidad para explicarla mejor. Sus monstruos, más que asustarnos, muestran un lado con el cual identificarnos. Toda su personalidad, afuera y adentro de la pantalla, lo lleva a ser considerado como un cineasta de culto.

Exceptuando de "El laberinto del Fauno" no ha recibido el reconocimiento crítico, a lo que él confiesa: "Soy un ‘freak’ en todos los lugares a los que voy. No encajo en la escena independiente, no encajo en la escena de Hollywood, así que soy un cabrón raro y gordo. ¿Y te digo algo? planeo seguir así porque hay algo que se debe decir". Posiblemente el reconocimiento definitivo a todo su talento le llegue de la mano de su último trabajo: "La forma del agua" (The Shape of Water, 2017)... un trabajo que hasta la fecha le está reportando numerosos premios y nominaciones en los galardones más importantes del mundo del celuloide.

Con "La forma del agua" Del Toro realiza su particular y sentido homenaje a "La mujer y el monstruo" (Creature from the Black Lagoon, 1954) el clásico de culto que nos regalara a mediados de los cincuenta Jack Arnold, responsable también de la excepcional "El increíble hombre menguante" (The Incredible Shrinking Man, 1957), conformando una historia de amor entre una mujer y el monstruo, algo similar a "La Bella y la Bestia" o a "King Kong", pero enfocado desde el especial prisma del cineasta mexicano. Una preciosa fábula que reúne la quintaesencia de su estilo, como es el amor por los monstruos y por el séptimo arte. Todo ello llevado con un virtuosismo y una plasticidad impresionantes, realizando un uso inteligente de la paleta de colores y texturas, los cuales adereza a la perfección con la maravillosa banda sonora de Alexandre Desplat y un reparto en estado de gracia, compuesto por una magnífica Sally Hawkins que encarna a Eliza, nuestra delicada damisela muda; Doug Jones, actor fetiche del director mexicano, que se mete en la piel de la caballerosa criatura; un notable Michael Shannon que perfila a Richard Strickland, el desagradable villano de la función, el verdadero monstruo de la historia; Michael Stuhlbarg que encarna al Dr. Robert Hoffstetler, que funciona como el contrapunto de Strickland; y Octavia Spencer y Richard Jenkins que dan vida a los mejores amigos de Eliza, una compañera de trabajo afroamericana y su vecino homosexual.

De Toro, con su particular cuento, atiza con dureza al sistema, a ese falso y prefabricado "american way of life" del que los norteamericanos hacen gala... y lo hace a través del odioso personaje de Shannon, el llamado "hombre del futuro" con su idílica familia de cartón piedra. Un personaje violento y misógino que a medida que la cinta avanza se va pudriendo literalmente, del mismo modo que ese 'sueño americano'. También trata sobre el racismo y la tolerancia; pero sobretodo, es una deliciosa historia de amor entre dos seres, que incapaces de comunicarse con las palabras, lo hacen a través de la música. Sintetizando, una hermosa película que nos embriaga el corazón.
La Taverna del Mastí
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Hard as Indie
Documental
España2018
6,6
284
7
27 de enero de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
En la actualidad el crowdfunding se ha convertido en todo un fenómeno económico, que ha permitido brindar la oportunidad de hacer realidad cualquier proyecto de alguién que, a priori, no dispone de medios para llevarlo a cabo. La expansión de Internet ha sido el factor fundamental que permitió, ya a finales del siglo XX, desarrollar los primeros proyectos basados en crowdfunding. La palabra surge de la unión de los vocablos ingleses: crowd, que significa multitud y funding, que significa financiación. El uso del método del micromecenaje en la industria cinematográfica española se remonta al año 2007, cuando el cineasta gallego Fernando Cortizo lanzó una campaña de donaciones por internet para financiar su película de animación en stop-motion "O Apóstolo", que a pesar de que pasó desapercibida en nuestro país, tuvo un gran éxito internacional, estando presente en festivales de los cinco continentes y con numerosos e importantes premios. Sin embargo, uno de los casos más conocidos del uso de la financiación en masa fue el de "El Cosmonauta", una película transmedia que quería crear una alternativa al modelo de producción usado actualmente en la industria cinematográfica española.

Fue en 2008, cuando tres amigos veinteañeros, Carola Rodriguez, Bruno Teixidor y Nicolás Alcalá, decidieron embarcarse en un ambicioso y visionario proyecto con el firme propósito de desafiar las clásicas ventanas de distribución de las películas. El proyecto llegó en pleno auge de las descargas ilegales, de Napster, Emule y otros programas que unos veían como apología de la piratería y otros como el futuro. Seis años y cuatro mil quinientos productores es lo que necesitó el proyecto para recorrer el camino hacia el estreno de la considerada la primera película española libre. Sus máximos artífices, a través de su productora Riot Cinema Collective, construyeron una de las experiencias virales más grandilocuentes del mundo con una treintena de pequeñas piezas audiovisuales que complementan el film (webisodios), diverso material de libre acceso y la propia película que fue estrenada en 2013 de forma multiplataforma; es decir, en televisión, internet, DVD plataformas digitales y salas cinematográficas.

No obstante... ¿Porqué un proyecto que atesoraba todos los requisitos para triunfar y revolucionar el cine español fracasó estrepitosamente? ¿Cuáles fueron los motivos y detonantes de su descalabro?

Pienso que la clave estuvo en que abarcaron más de lo que podían realizar. Su ambición desmesurada unido a la falta de experiencia, las precarias condiciones que se encontraron en el rodaje en los países del este, las tensiones que surgieron entre los integrantes del equipo técnico, el timo de aquella misteriosa productora rusa y los problemas legales con el ICAA (instituto del cine y las artes audiovisuales de España), acabaron por naufragar un proyecto que se presentaba como pionero e insólito en nuestro país.

"Hard as Indie" expone todas las claves que hicieron que el proyecto naufragase, ya que reúne todo el material rodado durante los seis años que duró. Tal y como la describen en su web oficial, se trata de un 'making of' doloroso, una lección de cómo es el cine y sus mecanismos. La mirada objetiva del joven realizador y montador plantea al espectador un viaje descarnado al rodaje de "El Cosmonauta", aquel filme maldito que generó auténticos ríos de tinta en las redes sociales y círculos cinematográficos, para bien y para mal, tanto en España como en el extranjero.

El joven cineasta Arturo M. Antolín, en su opera prima, recopila con minuciosidad y rigor todo el proceso de gestación del ambicioso y maldito proyecto transmedia, entremezclando de manera certera el material audiovisual filmado y documentado durante el rodaje en los distintos países del este a los que fueron (como Letonia y Rusia), con nuevas y exclusivas entrevistas a sus artífices, que sirven como el testimonio perfecto sobre la experiencia que supuso la creación del filme, con la correspondiente perspectiva adquirida con el trascurso de los años. Un exquisito e imprescindible documental que muestra los entresijos de la creación de una obra cinematográfica... una mirada de metaficción sin concesiones ni medias tintas, que no se posiciona en ninguna de sus posturas, sino que muestra los hechos tal cual se desarrollaron. También es una oda al cine independiente y todos aquellos individuos que luchan contra viento y marea para sacar adelante sus proyectos... aunque no dispongan de medios para ello; es decir, aunque se tiren de cabeza a una piscina de cemento carente de agua. Sin duda y en conclusión, es un sentido homenaje a una forma distinta y moderna de entender y concebir el cine, así como una última recompensa a todas aquellas personas que participaron en los crowdfundings, que lanzó la extinta Riot Cinema y aportaron dinero... un notable ejercicio de estilo para que el cinéfilo sacie su curiosidad sobre las dificultades de llevar a puerto un proyecto tan ambicioso como indie como lo fue "El Cosmonauta".
La Taverna del Mastí
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