Ya sabemos todos que las coletillas tipo “el mejor western desde Sin perdón” o “la mejor película latina desde Amores perros” son una forma de vender el producto. Pero una cosa es que no cumpla lo que anuncia y otra que además, la película sea tan floja como esta. Puede ser, que de haber entendido algún diálogo, la cosa mejorara. Pero lo cierto es que me quedaré en la duda puesto que la vocalización de los actores era tan patética como la de muchos de los actores españoles. Yo creo que comiendo mazapán y gritando ¡Pamplona! Se me entiende más que a estos actores.

Expuestos ya, a la furia descontrolada de aquellos que no aceptan más opinión que la propia, introduzco el otro pie y me enfango del todo: el guión es flojo, recurrente en cada momento a dramatizar todo lo posible y más; recurrente también a lugares comunes y a finales ya retratados. El personaje de Marlon (Aldemar Correa) es poco creíble. De hecho, nunca se conoce las motivaciones (excepto sexuales) de sus actos. Y lo remata Reina (Angélica Blandón), que buena está un rato largo pero que como actriz no vale un pimiento. A esta mujer no se la entendía ni al decir ¡ay! cuando se la metían.