Todos juzgamos, pero nadie o muy pocos, asumen ser juzgados. Asumir un juicio es guardarse una piedra. Una piedra más sobre el piano.
Kieslowski cierra su trilogía juntando casualidades y causalidades de dos personas unidas por la soledad. Narrada y rodada con la pericia que nos tiene acostumbrados el maestro polaco. Con un guión redondo y una música sincronizada con la cinta. Gran final para una de las mejores trilogías de la historia del cine (menos mal que no todas las trilogías son de enanitos caminando sin parar).