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Voto de Chagolate con churros:
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Drama
En 1864, antes de cumplir los veinte años, Ludwig de Wittelsbach (Luis II, "el rey loco") ocupó el trono de Baviera. El joven rey era generoso y romántico y soñaba con traer la felicidad a su pueblo. Fue un gran mecenas que amaba el arte, la paz y la armonía universal. Sin embargo, por confiar en sus consejeros, llevó a Baviera a una desastrosa guerra que la dejaría en manos de Bismarck. Hasta sus más fieles colaboradores conspiraban ... [+]
18 de junio de 2009
20 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dos amigos se encuentran inesperadamente en un bar. El reloj del establecimiento marca las dos y diez de la tarde. Ambos eufóricos por el encuentro, deciden cambiar los planes previstos. Se toman una caña en la barra del bar mientras comparten un plato de aceitunas. Hablan de fútbol, de la liga que terminó y la carrera de coches del domingo por la mañana. Son las 14:30 y piden una segunda cerveza. Uno de ellos, pregunta por un plato de calamares. Recuerdan con nostalgia la noche de hace tres años.
A las tres de la tarde, salen a la calle y buscan un buen restaurante. De esos cuya decoración es suntuosa tanto el las paredes como en los platos donde casi no hay comida.
Son las tres y media cuando piden una cerveza en la barra del restaurante mientras les preparan la mesa. Uno de ellos coge el periódico y empieza a quejarse. Durante un tiempo, hablan de política y de las obras de la calle. Refunfuñan sobre el horroroso tráfico de la ciudad y del escaso aparcamiento.
La comida llega dentro de unos enormes platos. Las salsas componen líneas geométricas en los bordes del plato y el vino, a diecisiete grados exactos, se vierte en copas de casi un litro de capacidad.
Cuando terminan el postre comentan el quedar más a menudo. Son las seis menos cuarto de la tarde y cada uno se ha gastado 90 euros. Y uno de ellos no le ha comantado al otro que su hijo está buscando trabajo y el otro no quiso decirle que los martes y jueves hace la cena mientras su mujer está en clases de de dibujo.
Muchas veces, la calidad de un encuentro dista mucho del tiempo que este dure, del lugar donde se de, de lo bien que a uno le atiendan o de lo mucho que esté lloviendo. Visconti, decorador universal, ponía tanto esfuerzo operístico, imprimía tanto sudor minucioso que luego era incapaz de usar las tijeras de podar. Creaba el jardín frondoso, lleno de enormes árboles frutales, setos de diversas formas y flores silvestres. Cuando giraba sobre sí mismo, se daba cuenta que tanta vegetación le impedía regresar a casa. Y aunque una tormenta se desatara y un ciclón le quisiera llevar a los Infiernos, no concebía crear un camino y podar un poco su frondoso parque. Prefería eso sí, ahogarse entre la maleza. Siempre prefirió una muerte hermosa a una vida sencilla. Si te pillaba en medio, estabas jodido; porque era fácil acabar también ahogado, sin siquiera ver el sol entre tanta frondosidad.
(Mas que abrocharse los cinturones yo me tiraría del coche en marcha. Aviso).
A las tres de la tarde, salen a la calle y buscan un buen restaurante. De esos cuya decoración es suntuosa tanto el las paredes como en los platos donde casi no hay comida.
Son las tres y media cuando piden una cerveza en la barra del restaurante mientras les preparan la mesa. Uno de ellos coge el periódico y empieza a quejarse. Durante un tiempo, hablan de política y de las obras de la calle. Refunfuñan sobre el horroroso tráfico de la ciudad y del escaso aparcamiento.
La comida llega dentro de unos enormes platos. Las salsas componen líneas geométricas en los bordes del plato y el vino, a diecisiete grados exactos, se vierte en copas de casi un litro de capacidad.
Cuando terminan el postre comentan el quedar más a menudo. Son las seis menos cuarto de la tarde y cada uno se ha gastado 90 euros. Y uno de ellos no le ha comantado al otro que su hijo está buscando trabajo y el otro no quiso decirle que los martes y jueves hace la cena mientras su mujer está en clases de de dibujo.
Muchas veces, la calidad de un encuentro dista mucho del tiempo que este dure, del lugar donde se de, de lo bien que a uno le atiendan o de lo mucho que esté lloviendo. Visconti, decorador universal, ponía tanto esfuerzo operístico, imprimía tanto sudor minucioso que luego era incapaz de usar las tijeras de podar. Creaba el jardín frondoso, lleno de enormes árboles frutales, setos de diversas formas y flores silvestres. Cuando giraba sobre sí mismo, se daba cuenta que tanta vegetación le impedía regresar a casa. Y aunque una tormenta se desatara y un ciclón le quisiera llevar a los Infiernos, no concebía crear un camino y podar un poco su frondoso parque. Prefería eso sí, ahogarse entre la maleza. Siempre prefirió una muerte hermosa a una vida sencilla. Si te pillaba en medio, estabas jodido; porque era fácil acabar también ahogado, sin siquiera ver el sol entre tanta frondosidad.
(Mas que abrocharse los cinturones yo me tiraría del coche en marcha. Aviso).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Cine crepuscular. Y automáticamente pensamos en el zorro de Peckinpah. Y nos da lo mismo que en nuestra vida hayamos subido a un caballo, que en España jamás existiera el Oeste (el de Almería no cuenta) y que nunca por la calle hayamos visto a un hombre con espuelas y sombrero de ala ancha. Crepúsculo europeo, vengo a decir. Y eso sólo es terreno de Luchino Visconti. Barroco, excesivo y casi siempre frío. Rodeado de belleza, pero frío. Con Visconti casi no existe intensidad y ese es su mayor problema. Es cine de corazones fríos, como el de Visconti. Y con ello no vengo a menospreciar su forma de sentir (racional), simplemente aclaro que es diferente a la mía.
Solemos confundir la forma de contar una historia pausada con una técnica estática (que no estética). Me imagino que será Ozu el máximo artífice de un cine estático donde la cámara abre el espacio. Es quizá el vértice opuesto a Visconti. La cámara de Visconti pesa el doble que la de Ozu. Es rígida, siempre la tenemos presente. Y no es un error de Visconti. Él la quería así. Podemos decir que dormía con ella. Y si te gusta genial y si no te gusta ¡ánimo que sólo son cuatro horas!
Solemos confundir la forma de contar una historia pausada con una técnica estática (que no estética). Me imagino que será Ozu el máximo artífice de un cine estático donde la cámara abre el espacio. Es quizá el vértice opuesto a Visconti. La cámara de Visconti pesa el doble que la de Ozu. Es rígida, siempre la tenemos presente. Y no es un error de Visconti. Él la quería así. Podemos decir que dormía con ella. Y si te gusta genial y si no te gusta ¡ánimo que sólo son cuatro horas!