Antes de criticar la película, me gustaría reflexionar sobre el sistema de valoraciones de FilmAffinity.

¿Cómo es posible que un peliculón como éste, con sólo tres críticas, ninguna de ellas "profesionales" (los críticos de cine debían estar todos ocupados criticando la última de super-héroes), dos de ellas positivas y una sorprendentemente negativa (a pesar de reconocer todos sus valores e incidir sólo en su lentitud, algo que no es, desde mi punto de vista, correcto), tenga una valoración tan baja? ¿Habría ocurrido lo mismo de tratarse de la última entrega de la factoría de Hollywood planteando un tema similar pero en clave de buenas intenciones y errores circunstanciales, como les gusta a ellos?

Es impensable. La película habría arrancado con una valoración de 8 o 9, y en las semanas siguientes, sólo una multitud de críticas negativas basadas en criterios cinematográficos habría bajado esta valoración. Pero, no, claro, es "sólo" una película española tan, tan real que tiene que recurrir a nombres ficticios para organizaciones (imagino que todos habrán reconocido al partido ultraderechista en el debate televisivo) y hechos. Tan real que duele, que te dan ganas de llorar, de impotencia, de rabia, de empatía, de emoción, en definitiva. Tres temas a cual más sangrante tratados simultáneamente sin caer en la tentación del panfleto fácil o el maniqueísmo. Personajes reales, con sus defectos, su picaresca, su cobardía y sus prejuicios, tan alejados de la propaganda mediática que te remueven las tripas por su sinceridad.

Entrando en harina... ¿Lenta? Para nada. Y eso que el ritmo es una de las cosas que suele salir mal parada en películas de este tipo. Ni es lenta ni aburrida. De hecho, el director no te da respiro: no hay ningún momento en que se te permita desviar tu atención de la trama. La interpretación, soportada principalmente en el buen hacer del argentino Daniel Faraldo y la catalana (¿entendido, racistas, catalana y negra, sí, qué pasa?) Yolanda Sey, una cantante de góspel y actriz que debuta a lo grande como protagonista, es soberbia, lo que suele ocurrir cuando hay una buena dirección de actores (cuando esto falla, ya puede ser el actor más cotizado, el resultado es un desastre).

La fotografía, impecable, sin que sea de esas que te dejan con la boca abierta. El guion, sorprendentemente fluido teniendo en cuenta la complejidad de los tres problemas (la eutanasia, la corrupción policial y la inmigración) al mismo tiempo. La banda sonora, de esas que está ahí y que no te distrae en ningún momento, acompañando a la trama a la perfección.

En definitiva, un imprescindible que no debe quedarse en el oscuro limbo de las películas para iniciados. Si eso sucede, "los malos" (permítaseme el maniqueísmo a mi, que no soy ni cineasta ni político ni sociólogo) habrán ganado... otra vez.