Hace unos meses también yo estaba en una situación parecida o peor que la de la protagonista: me alojaba en un hostal de mala muerte y me despedían de trabajos precarios; una vez me encontré andando por la calle, deprimido y con lágrimas en los ojos y un billete de 5 euros en el bolsillo como único capital. Así que me he identificado bastante con la protagonista, hay que haber vivido algo así para comprender lo que se sufre cuando se carece hasta de las necesidades más básicas, como pueda ser la tranquilidad que da saber que vas a poder dormir bajo techo al día siguiente. Según los sociólogos, sin embargo, ha sido el apoyo de las familias y amigos lo que ha permitido que la crisis económica y social en España no haya adquirido un dramatismo aun mayor. Es en este aspecto que la película cojea un poco, pues no se nos explican las razones por las cuales una chica española joven y con un hijo (una chica inmigrante hubiera resultado más verosímil) no tenga prácticamente nadie a quien recurrir en una situación extrema; ni padres, hermanos, abuelos, tíos, primos, o amigos. Salvada esta laguna argumental, hay que resaltar elementos como las magníficas interpretaciones llenas de naturalidad –soberbia Natalia de Molina- así como una dirección muy estimable, que logran que el espectador se quede enganchado con la la lucha de la protagonista por sobrevivir y salga del cine con un nudo en la garganta.