En plena lucha por los derechos civiles de los negros, esta película fue sin duda muy significativa en su momento, pero vista desde la perspectiva actual me ha producido bastante vergüenza ajena.

Porque, vamos a ver, la joven hija de la pareja protagonista se enamora de un negro que no tiene un pero, pues es alto, guapo, educado, solidario, es medico y promete ser rico también, es inteligente, simpático, va impecablemente vestido, etc... y encima ni siquiera se ha acostado con la chica, pues su intención es "respetarla" y casarse con ella. ¡Pero aun así, a los padres les da casi un patatús cuando se enteran, y en principio se oponen a la relación! Pues si la niña se llega a enamorar de un combativo y estrafalario rapero de los suburbios, no sé como hubieran reaccionado (ya sé que no había raperos en el año 1967, pero sí había Panteras Negras, por ejemplo).

La factura técnica, por otra parte, es bastante anticuada incluso para la época, con esos artificiosos fondos de la ciudad de San Francisco (distintos en tonalidad según la hora del día) divisados desde el ático donde ocurre casi toda la película, que se ve a la legua que son decorados pintados. Nada que ver, desde luego, con la audacia y la modernidad técnica de una película como El Graduado, de ese mismo año.

En fin, a pesar de todo, me ha gustado bastante, sobre todo la segunda parte, pues hay unas escenas muy emotivas y magníficamente interpretadas por unos actores míticos (un recuerdo para el recientemente fallecido Sidney Poitier), que te dejan un buen sabor de boca.