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Voto de jaly:
7
30 de septiembre de 2010
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine que trata sobre la temática homosexual y su aceptación (o no) social, sigue casi siempre un patrón muy parecido, o al menos aquel que trata sobre una historia de amor: normalmente, uno de los componentes, presiona al otro para que se acepte tal cual es y para que ame con libertad a su enamorado, en un sencillo inicio por una aceptación y una normalización social de cara a su entorno.
Eyes Wide Open (en Jerusalén), Mi hermosa Lavandería (en Gran Bretaña), Bent (en la Alemania Nazi) o Brokeback Mountain (en los páramos centrales de E.E.U.U.) trataban de esta manera el oscurecido concepto del Orgullo Gay: la homosexualidad no será aceptada hasta que aquél que ama a alguien de su mismo sexo no se acepte a si mismo; o bien aquél que ama a alguien de su mismo sexo, no podrá aceptarse hasta que la sociedad no lo acepte.
Está claro, que pese a la evolución sobre el tema que tengan ciertos países, el debate sigue presente. Por eso Contracorriente es un ejemplo loable de algo que merece la pena contarse, aunque su originalidad o su carácter rompedor no sean sus puntos fuertes.
El amor, roto por el entorno, sucede aquí en un pueblo de pescadores de Cabo Blanco, Perú, y por su localización geográfica, el director se permite ciertas licencias, como su inconfundible realismo mágico, que refuerzan la historia; o su atención al costumbrismo y las maneras de vivir de este país y de la profesión de pescador y fotógrafo.
Hay que agradecer al cineasta que pese a tratarse de su primera película, de ser independiente, y de no necesitarlo, aproveche la belleza de sus paisajes naturales y sepa captar la fugacidad y la belleza del momento, con una espectacular fotografía que se acaba convirtiendo en de lo mejor de la película.
Y lo que le pesa a Contracorriente es que su discurso ya ha sido explotado, y por lo tanto el factor sorpresa, y en muchos puntos, la emoción, se pierde, pero es un buen ejemplo de cine social y de muestra de culturas ajenas pero con las que se comparten, en base, los mismos problemas.
Eyes Wide Open (en Jerusalén), Mi hermosa Lavandería (en Gran Bretaña), Bent (en la Alemania Nazi) o Brokeback Mountain (en los páramos centrales de E.E.U.U.) trataban de esta manera el oscurecido concepto del Orgullo Gay: la homosexualidad no será aceptada hasta que aquél que ama a alguien de su mismo sexo no se acepte a si mismo; o bien aquél que ama a alguien de su mismo sexo, no podrá aceptarse hasta que la sociedad no lo acepte.
Está claro, que pese a la evolución sobre el tema que tengan ciertos países, el debate sigue presente. Por eso Contracorriente es un ejemplo loable de algo que merece la pena contarse, aunque su originalidad o su carácter rompedor no sean sus puntos fuertes.
El amor, roto por el entorno, sucede aquí en un pueblo de pescadores de Cabo Blanco, Perú, y por su localización geográfica, el director se permite ciertas licencias, como su inconfundible realismo mágico, que refuerzan la historia; o su atención al costumbrismo y las maneras de vivir de este país y de la profesión de pescador y fotógrafo.
Hay que agradecer al cineasta que pese a tratarse de su primera película, de ser independiente, y de no necesitarlo, aproveche la belleza de sus paisajes naturales y sepa captar la fugacidad y la belleza del momento, con una espectacular fotografía que se acaba convirtiendo en de lo mejor de la película.
Y lo que le pesa a Contracorriente es que su discurso ya ha sido explotado, y por lo tanto el factor sorpresa, y en muchos puntos, la emoción, se pierde, pero es un buen ejemplo de cine social y de muestra de culturas ajenas pero con las que se comparten, en base, los mismos problemas.