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España España · Madrid, Jaca
Voto de jaly:
7
Thriller Un inmigrante, mitad checheno y mitad ruso, llega a la comunidad islámica de Hamburgo reclamando la herencia de su padre. A partir de ese momento despierta el interés de las agencias de seguridad alemana y norteamericana, que están decididas a averiguar cuál es la verdadera identidad de ese hombre: si se trata de una víctima oprimida o de un extremista con tendencias violentas. (FILMAFFINITY)
13 de diciembre de 2014
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siendo películas muy distintas entre sí, las tres cintas firmadas hasta la fecha por Anton Corbijn, antes fotógrafo y ahora cineasta, tienen algo en común muy claro: el cuidado estético y la contención narrativa. Control era un retrato en claroscuro de los infiernos de Ian Curtis, de Joy Division; El Americano un estético y silencioso ejercicio de cine noir; y El hombre más buscado es un frío ejemplo de cine de espías, que parte, cómo no, del rey de las historias de espías, John le Carré.

Hay algo en este autor (Corbjin) que es una de sus grandes virtudes: un sello personal de buen gusto en cualquier cosa que cuente. Un cuidado claro y absoluto de la luz y la fotografía. Y que sus actores siempre están (o son) maravillosos. También es de agradecer en sus historias que estas no estén vendidas al estilo del ritmo del cine de hoy en día, y que sus guiones traten al espectador de forma inteligente. Esto también provoca cierto distanciamiento en sus historias, muy evidente en el caso de El hombre más buscado: a los hombres del cine de Corbijn les rige su profesionalidad, su ocupación vital, y poco o nada más sabemos del resto de sus vidas. Esto deja al espectador algo huérfano en identificación emocional, pese a que las tramas de sus películas, en especial de esta última en concreto, sean de vital importancia.

En El hombre más buscado se nos propone el delicado debate de la reinserción social y de los prejuicios generales hacia el terrorismo, islámico, para mayor complicación. Es fina la barrera que hay entre víctima y verdugo, entre paternalismo y cuidado real, entre la verdad y la duda. Y este debate se presenta poco a poco en la cinta, llevada sobre todo de la mano de un gran reparto, en el que, no obstante, debo decir que se desaprovecha el talento de algún intérprete, bien sea por poco tiempo en pantalla (Robin Wright), o por poca definición de personaje (Daniel Brühl). Willem Dafoe está tan bien como suele estar, el más desconocido Grigoriy Dobrygin resulta conmovedor en su retrato y Rachel McAdams realiza la que es probablemente su mejor interpretación, por el manejo sutil de su profesionalidad y la emoción de su historia.

Y de Philip Seymour Hoffman bastaría con decir que es una lástima que un actor tan bueno, tan distinto, tan camaleónico con un físico tan determinado, tan conmovedor en cualquier papel… se haya ido tan pronto. De su última película terminada (lo de Los Juegos del Hambre, sea o no digital, es meramente testimonial, por lo que hemos visto en la primera parte de Sinsajo). El da poder, hondura, y carga con la película sobre unos hombros que sostenían a uno de los mejores actores del cine contemporáneo.
jaly
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