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España España · Madrid, Jaca
Voto de jaly:
8
Drama Narra la historia real de cómo el pequeño Saroo Brierley, con tan sólo cinco años, se montó solo en un tren para, dos días después, perderse en las calles de Calcuta, a miles de kilómetros de casa. Tras un largo periplo acabó siendo adoptado por una pareja australiana. Veinticinco años después, con la única ayuda de Google Earth, Saroo intentará encontrar a su familia biológica... (FILMAFFINITY)
6 de febrero de 2017
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como valor extra cinematográfico, Lion nos recuerda por yuxtaposición que la inmensa mayoría de historias sobre niños perdidos como el León protagonista de esta película, no acaban en una reunión emotiva, sino, en el mejor de los casos, en las acequias de una sociedad tan enferma que es capaz de robar la infancia, la dignidad y el destino, a esos niños. Sólo en la India, unos 80.000 niños (sobre)viven a esa tragedia año tras año, y si la historia que aquí nos cuentan es extraordinaria es debido a las pocas posibilidades que se dan para que pueda ocurrir.

Dicha historia, que bien podría adornar cualquier telefilme basado en hechos reales con el llanto como el Santo Grial de sus intenciones, en Lion adquiere otros valores y otros matices gracias a la narración de Garth Davis en el que es su debut en la pantalla grande, pero que ya con la miniserie Top of the Lake (co dirigida por Jane Campion y Ariel Kleiman), con una inmensa Elisabeth Moss, se perfiló como un creador especial y dotadísimo para la sutileza y la introspección de sus personajes, confinados a remotos espacios en el mundo, pero buscando su lugar en él. Porque Lion, aunque lleve implícita la denuncia a una situación global y mucho más grande, es una película que se fija en su protagonista, en su historia y en su odisea. Y la aparente linealidad a la hora de contar esta odisea, una decisión casi posdramática en el cine de hoy, adquiere proporciones gigantes y muy emocionantes cuando, después de una primera parte de la película en la que asistimos al extravío del Saroo niño (un extraordinario Sunny Pawar) y de que hayamos pasado a la segunda parte de la película, cuando conocemos al Saroo adulto (un extraordinario Dev Patel), en realidad Garth Davis no sólo nos ha contado la odisea de ese niño, sino que también ha implantado en nuestras cabezas sus recuerdos, y por tanto la obsesión como adultos por saber de dónde venimos y quiénes somos. Con sensibilidad, sin grandes giros dramáticos, el director y los dos imprescindibles intérpretes que dan vida a Saroo, personalizan la gran tragedia de ese niño en los recuerdos de cada niño interior que vea Lion, y los grandes temas de su guión, en algo tan constante y de fácil empatía, como son los fugaces recuerdos y la constante inquietud por descubrir nuestros orígenes.

Lion, que viene avalada al mismo tiempo que perjudicada por la carrera de premios de este año, evita en todo momento la mirada turista sobre la desgracia, esa especie de exposición de la pobreza que tantas veces se ve en el cine occidental cuando aborda contextos como este. En su lugar, vira hacia la fábula, sin serlo del todo, pues la visión del mundo viene condicionada por la mirada del niño de 5 años que vive en esa pobreza, pero también por la resolución final de sus problemas de la vida. Podría ser una historia más grande (se echa en falta más desarrollo en algún personaje, como los del padre y el hermano adoptivos de Saroo) más cruda, tener peor suerte, pero entonces ésta sería otra película. La música y la fotografía alimentan los matices de Davis como narrador y el tono de una película en realidad más profunda de lo que parece.

Y como película que es, en sus dos partes, la constante búsqueda de esa Ítica simbólica que es nuestra madre, de la mujer que nos dio la vida (poética, real y figurativamente hablando) como respuesta a quiénes somos en el mundo, el papel de Nicole Kidman y su trabajo con él, es mucho más que la representación del Hollywood estelar en su reparto. Porque hay algo arrolladoramente especial en la forma en que Kidman da cuerpo a esa vocación como madre, a su discurso como mujer sobre adoptar hijos que necesiten lo que han perdido (es decir, una ayuda a tanta desgracia sería dejar el instinto biológico a un lado en favor de tantos niños perdidos), y simplemente, al amor incondicional por Saroo (con el rostro y el alma de Pawar o Patel, no importa, porque ambos son igual de auténticos, igual de conmovedores), la parte de ella que ya siempre, definirá quién es y de dónde viene su hijo, que a su vez busca como haríamos cualquiera, su origen en el vasto mundo.
jaly
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