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España España · Madrid, Jaca
Voto de jaly:
7
Drama Nueva y cruda película del controvertido Larry Clark sobre el mundo adolescente, basada en hechos reales sucedidos en 1993. Una pareja de adolescentes de una pequeña ciudad, Bobby Kent y Marty Puccio, se conocen de siempre. Juntos hacen trabajos sin futuro, se dedican a las drogas y a la prostitución en los bares gays del barrio, venden videos porno caseros y sexo telefónico homosexual por dinero y por diversión. Bobby es un sádico, un ... [+]
23 de enero de 2011
10 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay mucha gente que detesta a Larry Clark, o más claramente, a su cine. Muchos piensan que lo que el ¿realizador? Hace no es más que filmar a unos cuantos actores que normalmente no llegan mucho más allá de sus películas en situaciones en las que el pudor no tiene cabida: masturbaciones, amputaciones, drogadicciones... y toda una serie de imágenes impúdicas que alimentan su fama de depredador de efebos y de provocador sin discurso.

Esta opinión no se ha tenido desde el comienzo de su carrera; es más, en sus inicios, se alabó tan frontal visión de la juventud y su pérdida, pero con el paso de los años, al centrarse cada vez más en dicha temática, se ha acusado a Clark de repetirse a si mismo y de fines no más allá de lo morboso.

Pero en un cine tan adocenado como el estadounidense y tan propenso al tabú, es de agradecer que un cineasta consiga seguir estrenando sus propias crónicas de una sociedad enferma, sus relatos de unos jóvenes abocados a la nada más absoluta por culpa de sus propios errores, y de la educación que reciben, por un lado de un mundo materialista y en perpetuo estado de guerra, y por otro de unos padres que o son ciegos, o ignorantes, o crueles, con los hijos que han traído al mundo.

Así pues, Bully se convierte en una versión nihilista de La Soga, en la que un escalofriante caso real revela los monstruos interiores de una sociedad tan avanzada como la nuestra. El asesinato de un amigo por la tortura constante, por la envidia, por una atracción no consumada, pero sobre todo por la falta de una vida con aspiraciones más allá de varios canutos y de una televisión lo bastante grande como para ver el programa basura de turno.

Como siempre en las películas de Clark, los actores se lanzan en una caída libre en la que no todos salen bien parados. Sus arriesgadas y generosas caracterizaciones se convierten en el reflejo de aquellas miserias de las que habla Clark, y en Bully tres espléndidos intérpretes (Brad Renfro, al que perdimos por historias como la que aquí se cuenta; Nick Stahl, al que nunca se le ha dado una verdadera oportunidad de demostrar su evidente talento; y Michael Pitt, que convierte el escalofrío en un método de interpretación) dan lo mejor de si en pos de una destructiva y desoladora visión de juventud.
jaly
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