Soy plenamente consciente de que Gomorra es una película necesaria. La situación político – social de la actual Italia (o de los años negros de Italia, gracias a ese inmenso cacique - hijo de… que es Berlusconi). Sus políticas económicas, sociales, medioambientales, y en general cada paso institucional, e incluso privado, que el politicucho da, lleva a una mayor diferencia social, a una mayor violencia en las calles, a una mayor desertización, a un completo desamparo de las clases bajas Italianas y demás perlas que ninguna institución parece querer (o poder) combatir.
El sur de Italia, de Roma hacia abajo, padece una situación alarmante. Gomorra muestra uno de sus casos, el Nápoles actual, según muchos, una de las ciudades más peligrosas del mundo (y bellas añadiría yo). Y pese a la necesidad de la película, se me queda corta, por valores puramente cinematográficos. La historia que se cuenta parecía material de celuloide en estado puro, pero considero que la narración es en exceso repetitiva, un solo hecho de la trama se alarga y repite hasta la exasperación. La descripción y evolución de personajes es completamente nula. No ocurre nada con ellos, no sabemos nada de ellos, apenas los diferenciamos. Por ello la cinta se me antoja larga y desdibujada, pese al inteligente uso de la música y la fotografía.
Admiro el valor de Matteo Garrone. Me estremece la historia y la realidad que nos cuenta. Pero hecho en falta alguna emoción intrínsecamente asociada al cine. Seré yo, que lo disfruto demasiado.