Ang Lee, malabarista emocional, nos vuelve a entregar otra pieza del complejo puzzle que es su carrera, en el que cada ficha, cada película, es complementaria a las demás, pero cada una es esencial por si misma, y el dibujo de cada trozo de cartón se convierte en una obra de arte en miniatura poseedora de las emociones humanas en estado puro y efervescente. Tras Brokeback Mountain Lee dejó el listón muy alto. Con Deseo, Peligro vuelve a virar en otra dirección, pero sigue por el camino de contar historias de pasiones, anhelos y seres de dudoso porvenir por su naturaleza humana, naturaleza humana presente en toda la obra del cineasta, con sus aristas y sus honduras, que en este caso es una pasión irrefrenable enfrentada a los principios, sin llegar a saber cual de los dos es la base de los humanos.
Mucho se ha hablado de sus, voy a abrir un paréntesis largo y no menos importante (espléndidas, bien rodadas, emocionantes, elegantes, valientes, realistas, poéticas, significativas, y un largo etcétera...), escenas de sexo, pero Deseo, Peligro, es mucho, muchísimo más que eso. Lee recupera el verdadero cine épico de espías con una belleza formal asombrosa y asombrosamente lejos del manierismo y el academismo. La música, la fotografía, lo que dice y lo que no dice el guión y los perfectos, perfectos, encuadres de Lee funden la historia de la pasión, el deseo y la muerte de una serie de personajes en uno de los episodios más sangrientos de la historia china, contado de una manera interesante y respetuosa totalmente inaudita en el panorama cinematográfico occidental.
El deseo, el peligro es esa bella y frágil mujer Wei Tang, una actriz completa, una verdadera batalla de emociones y acciones, un poder sobre la cámara y un deseo y un peligro plenos en su mirada. La película, al márgen de otras virtudes, no sería lo que es sin ella, y lo que es es una nueva obra maestra.
Xie Xie Ang Lee