Que en el subgénero biográfico sobre cantantes country de los profundos Estados Unidos es difícil innovar es algo que está claro. Sus recursos están ya demasiado trillados, y su devenir casi siempre es de lo más previsible. Es algo que ya sufría el antecedente inmediato de Country Strong, Corazón Rebelde, con Jeff Bridges, pero esta película sorteaba mejor sus lugares comunes gracias a una interpretación perfecta, que rizaba el rizo en el retrato de las soledades de su cantante country.

No es que los actores de Country Strong estén mal, es que la película es demasiado blanda para hacer un retrato del mundo tan áspero como el que aspira retratar. Aquí reside su mayor problema, en que ni su guionista ni su director quieren contarnos los detalles más aciagos de su cuarteto protagonista, y pese a que sus conflictos son muy grandes, vitales, no existe en todo el metraje un momento de catársis personal, ni de explosión, ni de desgarradoras emociones. Al fin y al cabo, la compleja red de relaciones que se establece en Counry Strong daría para mucho más de lo que da.

Y es que en Country Strong encontramos a una estrella country venida a menos, alcoholizada, que perdió a un futuro hijo por sus excesos, y cuyo marido y agente, con el que ya sólo comparte una cordial relación y los contratos, quiere relanzar llevándola de gira. Una gira que compartirá con un amigo íntimo, un amor platónico, un mesías salvador, que también es una futura estrella del Country; y con otra estrella en alza, ex miss de su estado, que pese a sus inseguridades es la rival directa de la protagonista, pues representa todo lo que aquella pudo haber sido y nunca será.

En semejante entramado, jamás hace acto de presencia una verdadera discursión, ni una palabra mal sonante, ni un arrebato de furia. Su guión obvia las aristas de unos personajes de lo más interesantes pero que parecen encontrarse sumergidos bajo el tono amable que sus responsables les quieren dar.

Su reparto, con las limitaciones que les establece la producción, está fantástico. Tanto la luminosa presencia de Gwyneth Paltrow, que en su suite final está excelente, como la buena (y estereotipada) labor de su marido (Tim McGraw), de Garret Hedlund, que con su carisma demuestra porqué ha pasado de Tron 2 a la adaptación de En la Carretera, y de Leighton Meester, que demuestra que sabe hacer mucho más que Gossip Girl; son lo mejor de una cinta fallida, entretenida y con una música agradable, pero que naufraga al hacer de un árido mundo poblado de personas solas, una fábula sobre el poder redentor del amor, que esquiva todas las complejidades de sus situaciones.