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España España · Madrid, Jaca
Voto de jaly:
7
Drama Andrew Beckett, un joven y prometedor abogado de Philadelphia, es despedido del prestigioso bufete en el que trabaja cuando sus jefes se enteran de que ha contraído el sida. Decide entonces demandar a la empresa por despido improcedente, pero en un principio ningún abogado acepta defender su caso. (FILMAFFINITY)
25 de diciembre de 2011
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Antes de empezar esta crítica, debo aclarar que Philadelphia no me parece ni de lejos una mala película. Pienso que en su momento fue una película necesaria, histórica en muchos sentidos, y que contribuyó a crear algo en Hollywood. Consiguió, por así decirlo, lo que deben conseguir las películas: emocionar, hacer pensar, y provocar un cambio.

Por eso Philadelphia es una película loable, pese a no ser, ni mucho menos, una obra maestra, o una cinta especialmente reseñable como tal. El problema de Philadelphia es que está demasiado anclada en un rutinario cine judicial, y que su director, Jonathan Demme, no es precisamente un genio de la limpieza, la originalidad o el riesgo (dejando a un lado El Silencio de los Corderos, claro).

La película navega en ese caso y pierde posibilidades de emoción e inteligencia. Por eso la escena en la que Tom Hanks habla de la ópera es excepcional, porque es emotiva en una cinta demasiado gris; y por eso los encuentros homofóbicos de Denzel Washington con el caso son lo más interesante socialmente hablando. Porque se salen de la corrección aséptica de una cinta aún controlada en exceso por el puritanismo, pese a contener un mensaje liberal, tolerante y justo.

Un mensaje que a pesar de todo caló en su momento. Sólo un personaje homosexual (William Hurt en El Beso de la Mujer Araña) había ganado el Oscar, pero era una película mucho más minoritaria. El SIDA era aún ignorado y estigmatizado como el castigo a los homosexuales por su perversión, y sólo se trataba con justicia en el cine más independiente (Compañeros Inseparables), o subversivo (Vivir hasta el fin).

Pero Tom Hanks, y un guión, eso sí, efectivo en el mensaje, consiguieron convencer a toda una industria de que ser homosexual no era ser un monstruo, y de que padecer del SIDA era padecer una enfermedad terrible, lo cual en si mismo no daba derecho al aislamiento, la injusticia, la marginación y la ignorancia.

Y Tom Hanks estuvo, por supuesto, extraordinario.
jaly
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