Románticos, ilusos, exiliados, melómanos, escritores, lectores, noctámbulos... Jonás Trueba sigue construyendo su personal encadenado de películas de universo similar, fiel a si mismo, buscando la poesía de lo cotidiano, la verdad de lo invisible, el peso de jóvenes dejando de ser jóvenes, y las cartas de amor al Madrid que nunca duerme, sus muchas posibilidades, y a la búsqueda del amor, si no verdadero, al menos significativo.

Encuentro que la película más redonda de Trueba es Los Ilusos (tal vez porque, como aquellos, amo el cine por encima de lo racional), y en La Reconquista es precisamente la razón la que me despega algo de la historia, sobre todo en su tramo final. La razón aprendida en el tiempo, en ese futuro imperfecto al que llegamos al madurar, ese futuro que no es lo que era, o al menos, lo que esperábamos.

Lo mejor de La Reconquista es ese futuro (o presente) que tiene lugar en la primera mitad de la película. El pasado prefería imaginarlo, porque así lo había idealizado, y a pesar del fresco trabajo de sus actores jóvenes, la narración epistolar frena la acción sentimental del protagonista con la que, es cierto, es imposible no identificarse.

Y es en esa narración, en ese paseo bajo la luna del cielo de Madrid, en ese antes del amanecer, donde la reflexión sobre el tiempo perdido (o ganado), llega al corazón y a la memoria de cualquier espectador, porque, ¿quién no recuerda, de vez en cuando, a su primer amor de juventud? ¿Y que harías si pudieras reencontrarte con ese amor, aunque sea un instante?

Francesco Carril e Itsaso Arana construyen el pasado y el futuro como buenos compañeros de un viaje que no tuvo lugar, y se dejan simplemente ser en la química, el encanto, lo sencillo y lo sutil de sus personajes. Aura Garrido está en el futuro como lo ha estado siempre en todos sus trabajos del pasado, maravillosa, y le basta una secuencia para hacer saber que el futuro ha valido la pena.

Y es el tiempo, la música, la luz, los personajes comunes fuera de lo común, su conexión y la esperanza de mantenerla lo que sigue manteniendo el universo de Jonás Trueba como uno de los más vivos de nuestro cine.