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Voto de Sinhué:
5
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Animación. Comedia
Todo el mundo conoce el cuento de Caperucita Roja... o eso es lo que se creen. Pero todo está a punto de cambiar pues nadie ha visto hasta ahora el cuento del modo en que aquí se narra. Todo queda patas arriba, reinventado como una comedia disparatada animada por ordenador. Finalmente se desvela, fruto de una profunda investigación, la chocante verdad delictiva que se oculta tras la leyenda. Por fin, conoceremos toda la historia acerca ... [+]
24 de diciembre de 2020
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me da la impresión, tras ver esta deconstrucción que hace el trío yanqui del cuento de Charles Perrault (1628-1703), que el escritor parisino no hubiera quedado muy satisfecho con esta versión animada e irreverente. No ya por la diferencia de pareceres, lógica cuando nos separan más de trescientos años de la historia original, que a su vez sería un relato popular reinventado por el narrador francés, también por el desafecto con los personajes del que hacen gala los que reescriben, sin aportaciones de interés, la vieja fábula infantil.
La ironía, e incluso la sátira, pueden ser respetuosas incluso cuando no se comparten principios y conceptos. Reírse de lo establecido, de lo dogmático, de lo considerado intocable..., no solo es saludable, es incluso esencial; pero hay que hacerlo con estilo, aportando sólidos argumentos.
En este caso, la loable propuesta, carece de picardía y gracejo. Es más, te lleva a reconciliarte con el clasicismo catequista de las leyendas que aguantan el paso de los siglos; aún cuando estás convencido que hay gato encerrado en la intencionalidad primigenia.
Hay que fumigar la moralina, pero de mejor manera. Un referente tan importante no se puede atacar con un chiste fácil.
La ironía, e incluso la sátira, pueden ser respetuosas incluso cuando no se comparten principios y conceptos. Reírse de lo establecido, de lo dogmático, de lo considerado intocable..., no solo es saludable, es incluso esencial; pero hay que hacerlo con estilo, aportando sólidos argumentos.
En este caso, la loable propuesta, carece de picardía y gracejo. Es más, te lleva a reconciliarte con el clasicismo catequista de las leyendas que aguantan el paso de los siglos; aún cuando estás convencido que hay gato encerrado en la intencionalidad primigenia.
Hay que fumigar la moralina, pero de mejor manera. Un referente tan importante no se puede atacar con un chiste fácil.