Los seguidores incondicionales de los Coen no les encontramos en esta comedia tan clásica y tan americana. O, al menos, no hayamos el humor absurdo y cotidiano, los desenlaces rocambolescos, ni el ridículo azar dejando a todos con el culo al aire. Es cierto que, cuando me dispongo a escribir esto, hace más de diez años que ví la película; aún así me recuerdo a la salida mirando el afiche por si había algún error en el rol jugado por los Hnos Coen, ya saben eso de participar en la producción o apadrinar a un nuevo director; pues no, allí estaban en cuerpo y alma: realización y guión.

Posiblemente pecamos de inflexibles y nos negamos, injustamente, a permitir que estos látigos de la corrección hagan un homenaje a las comedias románticas de su tierra que, ¿quién sabe?, les hicieron pasar buenos momentos en las pacatas mansiones judías de su infancia. Pero, sea cual sea la razón, lo cierto es que esta enredosa historia de bodas y divorcios, de contratos y seguros, de besos y zancadillas...nos parece trivial y poco significativa en la fantástica trayectoria de los grandísimos Coen, a quienes mantenemos el 6, porque seguramente había en este film más maledicencia y extravío del que recordamos, y más crítica al ridículo funcionamiento del sistema de vida U.S.A. del que creímos apreciar...¿o no?