El mismo autor de la espléndida "La batalla de Argel", sobre la independencia argelina de Francia, es el encargado de poner en imágenes el atentado que ETA llevó a cabo, en 1973, contra quien se proyectaba como el continuador del moribundo franquismo.
Operación Ogro no es solo la narración de la violenta muerte de un sólido presidente de gobierno de una dictadura feroz y fascista, es también la eterna reflexión y batalla entre los guerrilleros partidarios de la lucha armada y los de la vía política, una vez alcanzado un objetivo prioritario.

Este hecho histórico, el de la voladura, que significó el principio del fin de casi cuarenta años de gobierno golpista, es tratado por Gillo Pontecorvo (tuvo que ser un italiano quien lo contara) con la suficiente delicadeza como para que treinta años después de su estreno (yo la ví en Huelva, en un cine comercial) pudiéramos desmenuzarla de nuevo, sin rasgarnos las vestiduras; y concluir, como seres inteligentes que somos, en lo inaceptable de los atentados posteriores.
Un episodio tan importante en la vida social y política de los españoles no debe ser silenciado (la película ha sido desprogramada más de una vez de las televisiones), con la excusa de que se puede llegar a simpatizar con los malhechores, que por otro lado, en aquellos días, estaba bien claro quienes eran.
Así pues, ETA no, pero censores tampoco.