John Huston escogió para sus protagonistas de "Vidas rebeldes" tres actores terminales, a quienes el papel les venía como un guante, o mejor, como un vestido de látex. No hizo falta que se metieran en la piel de sus personajes, ellos eran sus propios personajes.
De sus personalidades tortuosas y torturadas sabía John Huston y también el guionista, el dramaturgo y último marido de Marilyn, Arthur Miller.

La película es todo un bravo río de amargas soledades, imparable en su bronco y desesperanzado recorrido hacia un mar de arenas incandescentes. Es triste, pero hermosa e inocente, como ella. Es sincera, y de un pesimismo existencialista que convierte en pastosa bilis los chicles que mastican los vaqueros.

Te quedas preguntando si es efectivo que se junten lobos esteparios para combatir el viento helado; si cuatro toros en la misma plaza, con el estoque clavado, se buscarían para morir juntos; si un alma errante hace compañía..... Y llegas a la conclusión de que los desamparados, reunidos, suman penas y restan puertas de salida.