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España España · Cáceres
Voto de Sinhué:
8
Drama En una zona en guerra, en la que los cascos de las Naciones Unidas tratan de controlar la situación, varios personajes viven sus propios conflictos; Sophie (Mélanie Thierry) quiere ayudar a la gente, Mambrú (Benicio del Toro) quiere volver a casa, y Katya (Olga Kurylenko) quiso una vez a Mambrú. Por su parte Damir (Fedja Stukan) quiere que la guerra termine, Nikola (Eldar Residovic) quiere un balón de fútbol, y B (Tim Robbins) no sabe ... [+]
16 de diciembre de 2015
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Qué deberían hacer los Fernando León de Aranoa de la vida para convencer a los sesudos críticos de que su cine es más que válido, incluso necesario? ¿Cómo decir a estos señores que cobran por decir lo que piensan (¡de acuerdo, es su trabajo!) que retratar la realidad no es ni tendencioso, ni demagógico... y que es bastante más rentable servir al engaño, la manipulación, la versión oficial y el atontamiento general, que a otros tipos de testimonios diferentes: más humanos, sinceros y menos remunerados? ¿Cómo no rebajar la supuesta honesta intencionalidad del que escribe para un medio sostenido por el capital y las multinacionales, cuando el mensaje de la película puede ser claramente hostil para con estos patrocinadores de guerras y neoliberalismos?

No, ya se sabe, el cine social (Agnès Varda, Ken Loach, Hnos Dardenne, Guediguian, Aranoa, Bollaín...) está enfermo de naturalidad, dicen algunos expertos; y en el "séptimo arte", proclaman ufanos, han de prevalecer: la fantasía (alcanzar las cosas solo con la imaginación), lo increíble (los que invaden son los buenos), la ciencia-ficción (puedes mentir sin ponerte colorado), la diversión (efectos especiales y porno) ...... Y todo para dar la razón a la industria y a los poderosos; porque mal les iría, a los unos y a los otros, si la gente, sorda a sus recomendaciones, demandara otro tipo de entretenimiento en el que la conciencia y la memoria ocuparan el lugar preeminente que les corresponde.

Basándose en la novela de Paula Farias, Fernando León y Diego Farias, relatan 24 horas de la vida de unos cooperantes en cualquier lugar de guerra, aunque esta parece reconocible. Horas de sesenta vivencias y tres mil seiscientos ratos de respiración contenida. Horas intensas y a la vez horas perdidas. Allí, donde la vida no vale nada, la burocrática maquinaria destructiva, de la que dependen tantas empresas de paz y de armamento, no se detiene, en su afán de alargar el conflicto y, por tanto, el negocio.

Dice alguno de los "cítricos" que el sentido del humor es tan sutil en la cinta, que es prácticamente invisible e inservible; yo en cambio pienso que lo que cala precisamente, lo que impregna, es lo fino, la lluvia hecha polvo, duradera, persistente y purificadora; la que devuelve el brillo a los campos polvorientos y termina por llenar los pozos.

El cine social, ya lo he dicho en alguna otra ocasión, tiene a su favor la verdad, que es un componente que hace a la obra duradera y apreciada con el paso del tiempo; al contrario de la mayoría del cine comercial que es tan solo un producto de consumo inmediato y, por tanto, de inmediata evacuación.

Sí, yo soy un raro de los que entra en salas semivacías, cuando los otros hacen largas colas para ver la entrega decimoséptima de alguna exitosa saga; ¡a mucha honra!
Sinhué
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