Los distintos mecanismos que utilizan los hombres para intentar salvar una relación, o para justificar sus hechos, o para mostrar sus valores, o para ocultar sus fracasos afectivos les colocan ante situaciones no solo incómodas, también ridículas e infantiles, aunque hayas pasado ya de los cuarenta.

Cesc Gay (Barcelona, 1967) se ha especializado en la conversación, en los cara a cara en lo ineludible de la verdad incómoda, que en ocasiones desnuda el burdo cometido de algunas existencias. Su manera de contar involucra también a los que están sentados que, (algunos tienen la suerte de estar inmersos en la cómplice oscuridad), se ponen colorados, carraspean o disimulan cuando su comprensiva pareja sonríe y le toma la mano.

Esta comedia de episodios y situaciones que se cruzan y que a veces chocan, habla de las patas cortas de la mentira, de lo pronto que cae un castillo afianzado en la arena, de la invasiva y galopante soledad; y de la intranquilidad del hombre por no conseguir llegar a un aceptable estado de maduración, lastrado como está por tradiciones machistas, dudas existenciales y complejos que venían en la leche materna.